Es hoy. Llegó el día. Mucho de lo que ya sabemos se hará realidad. Desde hace meses sabemos que el oficialismo perderá la mayoría en la Cámara de Diputados y el quórum en la de Senadores. Que 2009/2011 será distinto a 2003/2009. Pero no dejará de sorprendernos, porque no es lo mismo saber que un paciente está grave que contar con su acta de defunción. O qué hará Kirchner con esa realidad tantas veces anunciada pero recién confirmada, cuando finalmente no le queda más escapatoria que confrontar con ella. El poder, con todos sus recursos, es especialmente experto en el arte de evadirse de lo real y crear mundos a medida.
También mucho de lo que no sabemos, pero intuimos, se hará realidad. Hoy, parte de la clase política pasará de alguna forma a retiro, o comenzará a hacerlo, cumpliendo con algún retraso el grito “que se vayan todos” de 2001/2002. Por ejemplo, está en discusión que Elisa Carrió sea finalmente electa o no como tercera diputada de la lista que integra. Pero no parece estar en discusión que la omnipresente Lilita pierda frente a Pino Solanas en el distrito donde siempre fue ganadora, la Ciudad de Buenos Aires. Excluyéndose y despejándoles así el camino para 2011 a Cobos y a Binner. Por las dudas, la propia Carrió preparó a los suyos declarando que entre Cobos y Binner prefiere al socialista.
Tampoco sabemos si, en Santa Fe, Reutemann logrará ganarle a Giustiniani, el candidato del socialismo, haciendo a Binner presidenciable o vicepresidenciable en la futura fórmula del panradicalismo. Pero aun si ganase Reutemann por una diferencia exigua, el proyecto presidencial del ex piloto de Fórmula 1 quedaría con algunas heridas: no es lo mismo el triunfo seguro y amplio que se intuía hace algunos meses que otro vacilante y ajustado. Y si llegara a perder, sería otro de los actores principales de la política argentina de los últimos años que pasaría a retiro efectivo, volviendo a hacer realidad aquel grito acompañado por la percusión de las cacerolas.
El propio Néstor Kirchner se fue a dormir anoche con el sabor amargo de la incerteza en su boca. Como pocas veces, amanece el escrutinio con un empate técnico, donde cualquiera de las dos listas más votadas en la provincia de Buenos Aires puede ganarle a la otra por una diferencia mínima, sumada a los tres puntos de fraude que se supone siempre puede hacer quien controla el aparato, o sea el gobierno. Si la oposición ganara por cinco puntos, menos tres de fraude, ¿terminaría ganando por dos? Si Kirchner ganara por cinco puntos, más tres de fraude, ¿ganaría por ocho puntos logrando una sensación de triunfo que le permitiría renacer de las cenizas? La verdad, nadie sabe. Faltan horas para que el veredicto del destino incline la suerte en un sentido o en otro, llevándose en su devenir hacia abajo o hacia arriba también a Scioli, otro actor principal de la política de los últimos años que corre el riesgo de sumarse a la lista de “que se vayan todos”, como también de resurgir si un milagro lo corona ganador mientras pierden Reutemann y Carrió.
Como pocas veces en la vida, en esta elección es tan importante no sólo quién gana sino, tal vez más trascendente aún, quién pierde, o sea a quiénes la historia absorbe con su imán al espacio de lo perpetuo convirtiéndolos definitivamente en pasado. En esta elección, más allá de la conformación de las futuras cámaras del Congreso, está en juego el liderazgo de las personas que conducirán la oposición, tanto como serán presidenciables de 2011, como conductores materiales o intelectuales de las bancadas de legisladores en el período 2009/ 2011.
En el Acuerdo Cívico, segunda mayor fuerza parlamentaria argentina, no sólo Carrió surgiría como perdedora sino también la candidata del mayor distrito electoral del país. Margarita Stolbizer hubiera hecho un mejor papel si –con más inteligencia– hubiese dejado a Alfonsín encabezar la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires.
En Unión-PRO hay lugar para menos sorpresas. Ganando por dos puntos o perdiendo también por dos, De Narváez surge como el gran emergente de esta elección. Pocas veces en la historia un desconocido de la política pasa en un año de don nadie a ocupar el centro de la escena. Sólo la potencia propulsora del agujero negro motorizado por Kirchner pudo lograr un fenómeno así. La sorpresa para De Narváez sería obtener un triunfo aplastante, algo para lo cual ni él ni la sociedad están preparados. Menos aún PRO, porque Macri nunca hubiera imaginado tener que compartir el liderazgo de la antipolítica o nueva política, como se la quiera llamar, con otro candidato del mismo palo, más rico, más carismático y más trabajador que él.
De Narváez, más allá de sus limitaciones formales, jura que no tiene aspiraciones presidenciales para 2011. Pero sí las tiene respecto de ser un gran elector de un eventual gobierno nacional de PRO, condicionando políticas de Estado y reservándose para sí ministerios y otros puestos claves de ese futuro aparato.
No sólo Carrió saldrá con su prestigio corroído por esta elección en la Ciudad de Buenos Aires, sino también Gabriela Michetti, que triunfará, pero a costa de un desgaste de su imagen positiva y crecimiento de la negativa. Como dicen los expertos en “Gran Cuñado”, también en la vida real Macri y Michetti salieron desfavorecidos, mientras De Narváez emergió favorecido.
Pero De Narváez, al igual que Michetti, tiene más para perder que Macri en el futuro, porque de este último se dijo de todo y sus defectos y limitaciones ya fueron expuestos públicamente, mientras que de De Narváez poco y nada saben tanto quienes lo votan como quienes no lo hacen.
Lo que queda entonces de este batido de la política argentina, donde toda una generación de dirigentes, independientemente de su edad cronológica, puede comenzar a jubilarse, es poco sólido. El gran protagonista será el vacío que nadie alcanza a llenar. Si estuviéramos en la época de las monarquías absolutas, se diría que estamos viviendo un interregno, lo que sucedía cuando un rey había muerto y el nuevo no había sido elegido. Aquí el rey lo representa, en sentido simbólico, lo que está muriendo y no termina de morir, versus lo que está naciendo y no termina de nacer. Ese vacío, esa nada en proceso de transformación, tendrá su acta bautismal hoy a la noche, cuando se comiencen a conocer los resultados de la elección. Bautismo y, al mismo tiempo, réquiem de un orden que empieza a integrarse al pasado.
Pierdan o ganen, en sentido literal y metafórico, Kirchner, Reutemann y Carrió; o Binner, De Narváez y Cobos; y detrás de ellos, Scioli o Macri, el mensaje que esta elección estará formulando es cuánto cambio. El tamaño y la magnitud del cambio que la sociedad desea producir. Ese tamaño indicará también velocidad: en este caso más grande es más rápido. Un aterrizaje suave del kirchnerismo versus otro abrupto y convulsionado.
Finalmente, por el significado vanguardista que tiene la Ciudad de Buenos Aires, otro emergente de la jornada de hoy será Pino Solanas, a quien nadie hubiera imaginado hace pocos meses obteniendo la misma cantidad de diputados que la suma de la Coalición Cívica y la UCR. Paradójicamente, esos legisladores de Solanas votarán más veces junto con el kirchnerismo que en su contra.
Gran confusión. Gran oportunidad.