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guerra en afganistan

¿El Vietnam de Obama?

El especialista K. Sepp, en su artículo “Best practices in counterinsurgency” hace un breve resumen de las lecciones aprendidas al respecto de un total de 53 guerras insurgentes que se dieron entre 1898 y el 2003, para poder transferir aquello que haya salido bien o “mejores prácticas” a las guerras que desarrollan los EE.UU. en Irak y Afganistán.

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El especialista K. Sepp, en su artículo “Best practices in counterinsurgency” hace un breve resumen de las lecciones aprendidas al respecto de un total de 53 guerras insurgentes que se dieron entre 1898 y el 2003, para poder transferir aquello que haya salido bien o “mejores prácticas” a las guerras que desarrollan los EE.UU. en Irak y Afganistán: 1) comienza por enfatizar la necesidad de focalizar el análisis en “el centro de gravedad”; o sea, el pueblo y sus creencias y niveles de apoyo a los gobiernos. En otras palabras, la idea rectora de ganar “los corazones y las mentes”; 2) evitar políticas racistas o segregacionistas; 3) se debe potenciar el “pie de fuerza” de la Policía y FF.AA. Lo ideal sería llegar a una ratio de veinte cada 1.000 habitantes; 4) es prioritaria la construcción de un sistema de Justicia con alguna credibilidad –otro paso fundamental–; 5) avanzar en la centralización de las tareas de inteligencia de la Policía y las FF.AA.; 6) alentar y facilitar que las sociedades participen en política y de esta forma puedan expresar y canalizar sus expectativas y reclamos; 7) en algunos casos son de utilidad asesores externos, aún grupos reducidos como fue el caso de El Salvador; 8) es recomendable aplicar poderes excepcionales y ejecutivos y un férreo control de las fronteras y puntos estratégicos; 9) aplicar “unidad de comando” o “comando unificado” no implica militarizar el conflicto (punto que el Manual de los marines de 1940 tiene muy claro); 10) que los EE.UU. en Vietnam y la URSS en Afganistán enfatizaron demasiado en el plano militar y en contar las bajas del enemigo. No se acercaron a la población y recurrieron a ataques masivos con artillería y bombarderos. A ello se sumo fuertes grados de descoordinación entre las agencias involucradas en el conflicto.

La publicación en 2006 del nuevo manual Contrainsurgencia para el Ejército y los marines con la firma de los generales D. Petraeus y Amos es un ejemplo clave en este sentido. Este medular escrito logra recuperar y readaptar muchas de las enseñanzas básicas de la historia de la contrainsurgencia de textos tan añejos como el Manual de los marines de 1940, otros escritos elaborados por las FF.AA. de los EE.UU. en la década de los 60 y 70, la experiencia británica en el Medio Oriente a principios del siglo XX y en Malasia, la francesa en Argelia y Vietman, y del mismo Pentágono durante la guerra civil en El Salvador, en los 80. El nuevo documento reconoce la necesidad de no caer en las simplificaciones y generalizaciones que potenció el trauma de los ataques terroristas del 11/9; tales como asumir que se está frente a un fenómeno totalmente nuevo, que las nuevas guerrillas y terroristas no leen los tradicionales manuales insurgentes del siglo XX y que con el término terrorista se sintetizan fenómenos tan complejos como insurgencia, guerrilla, resistencia, etcétera. También recupera conceptos básicos como “guerra prolongada” y la primacía y la guía de la política por sobre el accionar armado.
Pocas dudas caben que la guerra en Afganistán, en particular y en el AFPAK (como el Pentágono comenzó a llamar a una amplia zona que abarca partes sustanciales del territorio afgano y Pakistán), en general, constituye un serio desafío para la administración Obama. El mismo presidente ha convocado a destacados historiadores para analizar juntos las similitudes y diferencias entre esta guerra y la de Vietnam y sus consecuentes impactos en la política interna e internacional de los EE.UU. Recientemente, The New York Times ha publicado documentación desclasificada de la ex URSS en donde se detecta una asombrosa semejanza con muchas de las dificultades que enfrentaron los soviéticos en Afganistán a partir de 1979. Obama ya ha enviado refuerzos cercanos a los 34 mil hombres y está en proceso para decidir si envía 41 mil efectivos más, solicitados por los mandos militares en el teatro de operaciones, o un número cercano a la mitad. Mientras tanto, el año 2010 se complementará con una compleja y potencialmente explosiva aceleración del repliegue estadounidense en Irak. Pocas dudas caben de que los nuevos manuales contrainsurgentes y el liderazgo político-estratégico del presidente serán sometidos a pruebas de máxima exigencia y todo ello en un año electoral de renovación de la mitad de las bancas del Congreso.

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*Analista internacional.