Cuando estuve en Colombia, en 2000, Bogotá era una ciudad de puertas cerradas, paranoica, sin eventos en lugares públicos. Me enumeraban los peligros: secuestros, bombas, robos, asesinatos. A pesar de las advertencias, insistí con que iba a caminar por el centro, y la madre de mis anfitriones me frotó la espalda y me dijo: “Te cubro con la sangre de Nuestro Señor Jesucristo”. Eso fue lo más violento que me pasó en Colombia. Cuando volví en 2007, la ciudad era otra. Habían abierto nuevas escuelas, bibliotecas, había nuevos medios de transporte. Las cosas habían cambiado gracias a una serie de buenas alcaldías. Uno de esos alcaldes fue Antanas Mockus, el candidato que peleará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales contra el uribista Manuel Santos. El caso de Mockus es interesante porque consiguió insertarse a través de Internet en las zonas de la sociedad donde no había estructuras políticas. Mockus hizo su campaña con muy poca plata, a través de plataformas digitales, como Facebook, donde es el séptimo presidente con más seguidores en el mundo. Pero algo falló. Aunque las encuestas daban un empate entre los candidatos en primera vuelta, el apoyo virtual de los colombianos al Partido Verde no se convirtió en votos concretos. Era pura histeria digital. Manuel Santos lo superó por más del doble. El equívoco quizá se deba a la facilidad con la que hacemos clic en el mouse. Con un clic apoyamos al candidato cool de centroizquierda mientras chateamos, con otro clic repudiamos la guerra en Irak mientras actualizamos el blog, con otro combatimos el hambre en el mundo mandando un mail. Hacemos de todo, pero por favor no nos pidan que salgamos de casa para ir a votar.