“Creo en la neutralidad en cuanto la distancia que se toma. Es la distancia que permite mirar al uno y al otro para servicio de todos. En ese sentido, la neutralidad; no aquella neutralidad que es una cómoda posición en una tribuna donde el periodista no se unta, no se contamina de realidad. Esa no es la neutralidad ideal para el periodista. La neutralidad ideal es aquella que utiliza como un sistema de conocimiento para un mejor servicio, porque al fin y al cabo la tarea del periodista es transmitir conocimiento”.
Quien dijo esto es Javier Darío Restrepo, uno de los principales referentes latinoamericanos –si no el mayor– en materia de ética periodística, cuyo consultorio en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada por Gabriel García Márquez, es fuente indispensable para pensar y repensar el oficio (http://www.fnpi.org/es/consultorio-etico/javier-dario-restrepo). Restrepo lleva ya cuarenta años en la tarea de incentivar en los profesionales de la información un mayor compromiso con principios que hacen a su responsabilidad con la sociedad.
El párrafo reproducido corresponde a una entrevista realizada a Restrepo en Buenos Aires por Gustavo González Rodríguez, profesor del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, y reproducida en la revista chilena Comunicación y Medios. En el reportaje se hace alusión al título de uno de los libros de Restrepo más famosos, El zumbido y el moscardón, cuyo prólogo escribió el periodista argentino Tomás Eloy Martínez. En ese texto, éste recordó lo dicho por William Faulkner sobre la legitimidad de violar los límites al elaborar un texto novelístico, que Truman Capote tomó como influencia para redefinir la misión del periodista. Martínez escribió que el postulado de Faulkner “quizá sea válido para un novelista atormentado por su imaginación, pero en el caso del periodista, la ética es exactamente la inversa: ni el mejor de los fines justifica la amoralidad, o inmoralidad, de los medios que se empleen. Así como los escritores no piensan en lector alguno cuando crean, los periodistas están obligados todo el tiempo a servir a su audiencia, evitando el escándalo y los golpes de efecto, y respetándola con noticias genuinas e investigaciones serias”.
Este ombudsman recordó aquel reportaje a Restrepo y los textos reproducidos tras ver y escuchar la entrevista realizada por Luis Novaresio a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Esa entrega del portal Infobae (propiedad del empresario Daniel Hadad) fue uno de los hechos periodísticos más relevantes de la semana, considerando que la líder kirchnerista no había dado reportajes a medios no afines desde tiempos inmemoriales.
Por cierto, el acontecimiento rebotó de manera viral en las redes sociales, y tanto en éstas como en los medios convencionales (a uno y otro lado de la grieta, y también al margen de ella) se generó un debate más que interesante acerca de la calidad de la entrevista, el rol cumplido por el periodista y las respuestas entregadas por la viuda de Kirchner.
El papel de Novaresio fue todo lo efectivo que las circunstancias permitieron. Buena parte de sus preguntas fueron incisivas, por momentos duras (lo que valió para un lado de la grieta el calificativo de “oficialista” y aplausos sin medida para el extremo opuesto), y las respuestas de la entrevistada, ajustadas a su buen manejo del discurso y a una cuidadosa planificación comunicacional (con aplausos fervorosos de un lado y denuestos no menos intensos del otro). Sin entrar en otras valoraciones, este ombudsman quiere transmitir a los lectores de PERFIL su conformidad ante el hecho periodístico que seguramente todos ellos habrán registrado. En medio de tantas operaciones mediáticas a un lado y otro del abismo, es un remanso gratificante ver a la ex jefa del Estado, que no daba entrevistas más que a sus seguidores fanáticos, aceptar el reto; y a un profesional de este oficio cumplir bien su rol.
En 1983, representantes de más de 400 mil periodistas de todo el mundo debatieron la cuestión ética bajo los auspicios de la Unesco. Concluyeron en proclamar: “La principal tarea del periodista es servir a la gente en su derecho a la verdad y la información auténtica con una dedicación honesta a la realidad objetiva, de manera que los hechos estén divulgados conscientemente en un contexto apropiado, precisando sus conexiones esenciales y sin causar distorsión, con el despliegue debido de la capacidad creativa del periodista, para proporcionar al público el material adecuado que le permita formarse una idea exacta y comprensiva del mundo, en la cual, el origen, la naturaleza y la esencia de los acontecimientos, procesos y estados de eventos estén comprendidos del modo más objetivo posible”. Muchas palabras, sí, para definir la cercanía con la verdad.