Desde hace una década, uno de los temas de rigor, en cada coyuntura electoral ha sido la seguridad, o mejor dicho la inseguridad. Cuando los partidos de la oposición continúan teniendo serias dificultades para canalizar los puntos de vista diferentes que existen en cualquier sociedad, el periodismo es referenciado como caja de resonancia para presentar las demandas. Y cuando el periodismo hizo de la inseguridad la tapa del diario, un tema urgente las 24 hs, es de esperar que los partidos de la oposición pretendan apropiarse de la agenda instalada por los medios. Harán política con la desgracia ajena, manipulando el dolor de las víctimas, y prometerán más penas, más policías, más cárcel a cambio de votos. Será una cruzada contra la corrupción y una guerra contra el delito.
No tienen propuestas, pero están llenos de eslóganes, uno de ellos apela a la teoría de la manzana podrida. Se sabe, si una manzana se pudrió hay que sacarla rápidamente del recipiente que las contiene para evitar que siga pudriendo al resto. Una teoría que tiene la capacidad de ganarse la comprensión muy rápidamente, hecha a la medida de los tiempos de la televisión. Una teoría que se usa para explicar tanto el delito callejero como la corrupción o la violencia policial, tanto la reforma penal como la reforma policial. Si robó, marche preso. Si gatilló, torturó o extorsionó, también.
Hay que decir que la teoría de la manzana podrida, no es una teoría novedosa. De hecho se ha estado aplicando desde hace dos décadas en el país. Cuántas purgas, exoneraciones o descabezamientos en las cúpulas policiales se han hecho, y sin embargo, la policía sigue siendo brutal y sigue vendiendo invisibilidad. Por otro lado, la población prisionizada continuó aumentando sostenidamente, y sin embargo, no pudo desalentar este tipo de delitos.
Tanto la reforma policial como la conflictividad social vinculada al delito callejero tienen causas múltiples. Difícilmente se va a resolver retirando a la manzana podrida y poniendo en su lugar a las mejores manzanas. Digo, por más que se inventen nuevas policías con otra formación seguirán pudriéndose las manzanas. Por más que se sigan encarcelando a los protagonistas del delito predatorio no van a retroceder esos delitos. Lo hemos constatado en esta última década. Eso no significa que no haya que hacer una reforma policial, y transformar la formación de las policías, construir mecanismos de control externos, producir y mejorar protocolos de actuación, etc. Eso no significa que no haya que pensar socialmente formas de reproche para los protagonistas aquellos delitos, y, sobre todo, desarrollar mejores políticas de inclusión social. Pero no estamos ante problemas judiciales, o mejor dicho, no se van a resolver con una Justicia más efectiva, rápida y dura. Más aún con los jueces que tenemos. Significa entender que el problema no es la manzana sino el canasto que las contiene. Lo que hay que transformar son las estructuras. Y este tipo de transformaciones requiere tiempos largos que trascienden una, dos o cinco gestiones. Conflictos multicausales necesitan respuestas multiagenciales de largo aliento, que puedan sobrevivir al próximo gobierno. Sobran las consignas electorales y faltan diagnósticos y propuestas serias y responsables. Falta, sobre todo, la voluntad política para celebrar acuerdos entre las diferentes fuerzas políticas y sociales para sustraer estos temas de las coyunturas electorales. Sobran las soluciones demagógicas que tienen la capacidad de continuar enloqueciéndonos a todos y todas.
*Docente e investigador de la UNQ.
Autor de Temor y control. La gestión de la inseguridad como forma de gobierno.