El escenario político ha cambiado en los últimos días. En esta oportunidad el resultado electoral no causó asombro. Aunque ya hay fuertes indicadores, en los próximos meses podremos apreciar más claramente en las medidas concretas la direccionalidad política, económica y social que imprima a su accionar el gobierno de Macri.
Lo que ya resultaba evidente durante la campaña electoral es que ninguno de los dos candidatos tenía propuestas que atendieran a las necesidades populares insatisfechas ni presentaba un proyecto de independencia nacional. Probablemente las medidas que tome Macri no sean muy distintas de las que hubiera tomado Scioli, mas allá de las diferencias en tiempos y estilos.
Un rasgo relevante de la tendencia mayoritaria del voto es que la opción elegida tiene más que ver con la decepción, con el hartazgo respecto de más de una década de hegemonía kirchnerista, que con un voto esperanzado hacia las promesas del candidato electo. Esta tendencia a definir más en contra que a favor ya se apreciaba en las últimas semanas, en las que aparecía, con fuerte pregnancia emocional, la idea de que era necesario terminar con este ciclo. Por otra parte, un sector de votantes optó por Scioli bajo la premisa del “mal menor”.
La coalición encabezada por Macri, a pesar del vacío de contenidos de su campaña electoral, captó la necesidad de que algo se tornara diferente y tuvo la habilidad de utilizar la representación social del cambio, que se articulaba con un profundo anhelo colectivo. En ese sentido, concitó la adhesión de muchos que, en otro contexto, jamás lo hubieran votado.
El voto castigo, que en octubre significó una valoración hacia el pasado, hacia el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hoy aparece también como una exigencia a futuro al candidato electo. El enojo frente a problemas básicos irresueltos de amplios sectores populares –deterioro del nivel de vida, pésimo estado del sistema de educación y salud, déficit de viviendas, creciente inseguridad vinculada a la penetración del narcotráfico– está a la orden del día como exigencia dirigida al próximo gobierno.
La falta de entusiasmo, de enamoramiento, señala que no se otorgó un cheque en blanco. En un mundo donde la guerra se presenta como un peligro cierto, y en un momento en el que el mapa latinoamericano se complejiza aún más, la perspectiva no es claramente predecible.
Qué podemos esperar del próximo gobierno? Macri y el gobierno kirchnerista con su candidato Scioli representan distintos sectores concentrados del poder. A lo largo de la campaña electoral, ambos candidatos manifestaban la carencia de un proyecto que implicara los cambios necesarios para atender los problemas de fondo de la Argentina. Aun teniendo en cuenta algunos avances puntuales que respondieron a fuertes demandas sociales, la concentración económica con la penetración de las grandes corporaciones, la dependencia, el extractivismo, la criminalización de la protesta, la persistente y profundizada brecha de la desigualdad, son parte de la herencia kirchnerista. Macri no marca diferencia de posición hacia esos temas. Los acuerdos con los grandes usureros internacionales y la profundización de la dependencia de las grandes potencias son parte de su proyecto.
A pesar de que estas cuestiones fueron excluidas activamente de los análisis y propuestas electorales, en la escena social, entre los ciudadanos de a pie, y pese a las inevitables rispideces, hubo y hay un intenso debate, coincidente con el interés en construir protagonismos colectivos.
Por todo ello es probable que las exigencias sociales que plantean el abordaje de las cuestiones de fondo estén en la agenda política, más allá de los deseos de quienes nos gobiernen. En primer lugar, es necesario que no sean los trabajadores, los sectores más desposeídos, las capas medias, los que tengan que pagar el ajuste.
Ante una situación abierta, no hay una predictibilidad de futuro sujeta mecánicamente al resultado electoral. La participación popular activa es un rasgo paradigmático de la Argentina, y trasciende ampliamente la dinámica de delegación del sistema electoral. Así ha ocurrido en los últimos años con las multitudinarias manifestaciones públicas ante emergencias sociales. Esta implicación protagónica es una voz que se hace oír cada vez más y seguramente marcará los próximos tiempos.
*Psiquiatra. Miembro de Plataforma 2012.