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Emergencias masculinas

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Una victima mas. Rocío Micaela Cortés falleció después de ser prendida fuego por su novio. | cedoc perfil

Más de treinta femicidios en menos de dos meses denuncian un fenómeno poco estudiado. La ira de los varones. No de todos, sí de un número determinante. Ira propia de una resolución disfuncional de los mandatos de género. Reducido durante generaciones a funciones de productor, proveedor y protector potente como garantía de poder y decisión tanto en lo público como en lo doméstico, el varón reprimió y clausuró su mundo emocional, considerado debilitador, improductivo y feminizante. Una única emoción fue permitida: la ira. Nadie dudaría de la masculinidad de un varón iracundo. Ni de su fuerza, ni de su capacidad de pelea. Pero eso no borró a las demás emociones, que, entonces, se manifestaron a través del único canal habilitado. Miedo, duda, desconcierto y toda expresión emocional se manifestaron habitualmente como diferentes maneras de ira: silenciosas o furibundas, calladas o gritadas, y violentas. Las emociones mal gestionadas, mal digeridas y reprimidas intoxican a las personas, a sus vínculos y a su entorno. La ausencia de modelos funcionales de gestión de las emociones provistos por otros varones (padres, familiares cercanos, adultos mayores en distintos roles) convirtió a los varones, con las excepciones del caso, en analfabetos emocionales dependientes en ese rubro de las mujeres (madres, hermanas, novias, esposas, amantes). Tal dependencia incuba mucho resentimiento soterrado, encubierto bajo formas anómalas y a menudo patológicas de “amor”. Ese resentimiento es una bomba de tiempo que a menudo, y por motivos diversos, estalla como violencia física o verbal.

Ante la ola de reivindicaciones femeninas producida en los últimos tres años, y que alcanzó su cima en estos meses, emergen cuatro grupos de varones cuyas características sintetizaré de modo muy sucinto:
1) Varones desconcertados. No son acosadores, violadores ni golpeadores, tienen relaciones normales con las mujeres, no se ven culpables de lo sufrido por ellas, pero no saben cómo actuar. Están silenciosos y paralizados, se abstienen de entrar en las cuestiones planteadas, se sienten rebasados por un fenómeno que no terminan de entender.

2) Varones feministas. Se creen obligados a reparar las heridas femeninas, como si hubiesen sido sus causantes por el solo hecho de ser varones. Desde esa culpa disfuncional sobreactúan su feminismo, postergan la exploración de una masculinidad fecunda, amorosa, constructiva, empática, y se disfrazan con un ropaje que no les es propio. Más allá de su “correctismo” no contribuyen a una revisión de las relaciones de género desde la diversidad antes que desde el mimetismo.

3) Varones armónicamente masculinos. Comprenden la justicia de las reivindicaciones femeninas, actúan en consonancia con esa comprensión en lo profesional y laboral, en la pareja, en la familia y círculos sociales, no se sienten culpables como varones, y frente a las mujeres operan como pares. Para ello cuestionaron y trabajaron profundamente los mandatos recibidos, y en ese proceso crecieron como personas y se afirmaron como varones.

 4) Varones machistas, reaccionarios y rabiosos. Grupo muy numeroso, e influyente, fuertemente enquistado en círculos de poder político, económico, intelectual, deportivo y mediático, círculos en los que aviesamente esos varones se disfrazan de “feministas”. Están también en la calle, en las familias, en todos los resquicios de la sociedad. De mentalidad arcaica, su formación abrevó en las fuentes más tóxicas de la masculinidad, hacen una bandera de la competitividad, de la fuerza, de la violencia y la “productividad” sexual. Desprecian lo femenino, ven a las mujeres como artefactos a su servicio, enfurecen si el artefacto no funciona o se rebela, se arrogan el derecho, por el solo hecho de ser varones, de hacer con ellas lo que les plazca. Ven la eclosión feminista como algo “contra natura” y, reaccionan golpeando, violando, abusando, sometiendo, matando. Algunos de manera brutal y primitiva, otros (según sus recursos económicos, posición social, y nivel cultural) de modo más sutil. A estos debemos enfrentarlos en primer lugar los propios varones.

 

*Escritor y periodista.