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Empresarios sin aliento

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De la noche a la mañana, el espinazo del empresariado se enfrió a la par del de los dirigentes del PRO. Por segunda vez en pocos meses, sus escenarios lineales que colocaron, primero, como futuro presidente a Sergio Massa y luego a Mauricio Macri quedaron en riesgo y empezaron a ver la irrupción triunfal de Daniel Scioli. Al estrecho margen de votos de Horacio Rodríguez Larreta en el bastión principal de la fuerza amarilla, el timming del giro discursivo de Macri en favor de las políticas kirchneristas los dejó sin aliento. La defensa de Aerolíneas e YPF estatales, la AUH, y el Fútbol para Todos, emblemas del enemigo a desterrar junto con la dirigencia K, los desorientó y planteó nuevos escenarios hacia las elecciones nacionales.

Con el arranque de la campaña electoral también llegaron datos como el superávit comercial más bajo de una década, la disparada del gasto público, una masiva emisión de deuda, la dolarización de carteras por empresas y particulares, y un inconveniente proselitismo anti K advirtiendo con una inminente devaluación del peso, escenario inexorable pero no inevitable en el corto plazo, marcó un nuevo giro en las expectativas. Una vez más, apareció la desorientación. Y las mesas de arena de empresas, bancos, consultores y analistas.

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Sorprendidos por las definiciones, las empresas empiezan a buscar lo que consideran cursos más o menos inexorables, asumiendo que las diferencias entre Scioli y Macri son cada vez menores. Si, como se explica en la página 6, el giro discursivo de Macri con el que dirá lo que necesite para despojarse del sello en la frente de ajustador y privatizador que lo hace blanco del peronismo en todas sus variantes, la sintonía en la cual razona el empresariado es diferente:

1) Piensa en el grado de autonomía que podría tener la moderación de Scioli en la Presidencia. El candidato se está cuidando de tomar partido sobre esta pregunta, pero al igual que a Macri le reconocen una ruptura del estilo confrontativo, que en sí mismo podría atraer inversiones.

2) Gane quien gane, el primer punto de la agenda estratégica sería encarar, dar señales concretas, de que se buscará un arreglo con los holdouts. Más allá de una cuestión de derecho, lo impondrían la extrema necesidad de financiamiento de obras de infraestructura energética, de puertos, ferrocarriles, saneamiento y rutas. A propósito, la resolución de la Dirección Nacional de Vialidad de suspender todas las licitaciones hasta el recambio presidencial no obedeció tanto a una autorrestricción presupuestaria como a un pedido de la Cámara Argentina de la Construcción, alarmada por los atrasos en los pagos que por años registra el Estado con los constructores.

3) Se terminó la etapa del Estado como empleador sustituto de los privados después de dos años de actividad paralizada. Todos apuestan a un renacimiento del sector privado, único que tendría capacidad de creación de puestos de trabajo.

4) Cuarteles sciolistas dan por cerrada en una primera etapa al financiamiento de la obra pública con el presupuesto. Hasta un arreglo con los fondos buitre, debería recostarse en los préstamos bilaterales y multilaterales.

Buitres. En paralelo con la emergencia de los números –lo cual se mantiene ajeno a la fiesta de consumo de 12/18 cuotas y los beneficios del goce de los recientes aguinaldos actualizados por las paritarias–, siguen al “acecho” fondos que esperan el recambio, o señales de cambio, para ser más precisos, con inversiones pisadas. Si en un principio la línea de largada eran las PASO, la desorientación está llevando las decisiones de inversión hasta el anuncio del futuro equipo económico.

En cualquier caso, volvieron a escucharse novedosas propuestas de ingeniería financiera para resolver el juicio con los buitres.

Hay fondos que están pensando en volver a ofrecer la compra de la cartera de bonos en manos de los buitres. Otros, como Owl Creek juegan a una eventual aceleración de la deuda, qu gatillaría una reestructuración. Y hay bancos extranjeros que están pensando en recrear un plan de capitalización de deudas, al estilo del que se utilizó en los ‘90 para la privatización de empresas del Estado, a posteriori de un pago con bonos a largo plazo. El propio Scioli se reconoció dispuesto a una negociación, con una quita considerable de por medio.

A pesar de la desorientación, los empresarios no creen en una crisis inminente y profunda; sí en una recuperación más o menos rápida. Pero ninguno ve una hegemonía de lo que viene en manos de La Cámpora. Para ellos no es poco.