Que el fútbol argentino no es la quinta esencia de la organización y de la coherencia es algo que no seré yo quién lo descubra. Lo curioso, teniendo en cuenta que de nuestras canchas surgieron muchos de los mejores exponentes que dio la historia de este deporte, es que, en más de un siglo de actividad más o menos institucionalizada, no hayamos aprendido la lección.
Lejos de caer en la tentación de justificar a los de hoy –si hablamos de Grondona, se trata de uno de los “hoy” más largos que se recuerden en cualquier ámbito dirigencial de nuestra Nación–, la paradoja se amplía si inventáramos los despropósitos. Sólo en la era profesional tuvimos torneos con descenso directo, sin descensos, con descensos eliminados después de consumados los resultados, campeonatos metropolitanos, nacionales, promedios, promociones, torneos largos, torneos cortos… hasta un año con punto extra para el que ganara por penales un partido que terminara empatado en los 90 minutos.
Durante mucho tiempo –y aun hoy desde muchos sectores– se registra a Valentín Suárez, un ex dirigente de Banfield que llegó a ser interventor de la AFA, como el visionario que le dio una vuelta de tuerca a nuestros campeonatos. Suárez fue el artífice de la creación del Campeonato Nacional, que nació en 1967 jugando todos contra todos a 15 fechas y que cambió sucesivamente los formatos hasta morir a mediados de los 80 luego de un torneo entreverado con el Metropolitano, con rueda clasificatoria, rueda de ganadores y rueda de perdedores, que hasta estos días no logré seguir con una mínima coherencia. Si bien sería injusto adjudicarle a Suárez algo de culpa en lo que vino después, vale recordar que, aun con errores, hasta esa fecha el fútbol de Primera empezaba entre las últimas semanas de marzo y las primeras de abril, y concluía en la primera semana de diciembre. No había partidos entre semana, salvo los televisados de los viernes –alguna vez, también los lunes–, que en realidad se institucionalizaron justamente a finales de los 60. Lo cierto es que, con el Metro y el Nacional de 1967 como punto de partida, los últimos cuarenta años de campeonatos de nuestro fútbol son de una inestabilidad y hasta de ridiculez conceptual digna de un deporte sin recursos, o desesperado por encontrar un par de morlacos debajo de las piedras.
Hoy, a minutos de que millones de hinchas sepan si las lágrimas que van a derramar serán de tristeza o de alegría, podemos decir que nada merece más discusión a la hora de pensar mejores torneos que la eliminación de los promedios y la reinstalación de los torneos “largos”. En la temporada que está por concluir, la AFA debería sacar buenas conclusiones respecto de la B Nacional. Más allá de muchos puntos que habrá que discutir en menor escala, el torneo respondió a la expectativa de mantener el interés hasta la última fecha. La jornada 38ª ofreció un solo partido (Aldosivi-Platense) que se jugo “por nada”. Después, hubo definición por el descenso, por la promoción de arriba, por la promoción de abajo y hasta por el titulo de campeón. Es probable que la mayoría de los torneos con este esquema no ofrezcan tantos matices en los últimos tramos, y hasta admito la posibilidad de que el del 2007/2008 haya sido una excepción. Pero, tal como se juegan hoy los campeonatos de Primera, no sólo no siempre mantienen un interés pleno en el cierre, sino que neurotizan el mercado hasta dejar la sospecha de que tanta histeria ayuda a que se juegue mal, casi a conciencia.
Para empezar, estos torneos cortos les quitan atractivos a muchos partidos en tanto un equipo haya perdido tres o cuatro partidos antes de la mitad de la competencia. Difícil recuperarse de un mal comienzo en un certamen de 19 partidos. Hasta advertimos una sensible diferencia entre el Apertura –un poco más relajado para muchos equipos ya que tanto la llegada a las copas como los promedios se definen seis meses después– y el Clausura, que curiosamente se juega cuando se “abre” el año y a cambio de espectáculos de muy baja monta, se sazona con el condimento del drama de las definiciones ya mencionadas.
En todo caso, lo que viven hoy los hinchas de Gimnasia de Jujuy y de Racing lo habrían soportado también sin los promedios, ya que ambos equipos figuraron entre los peores, sumadas las 38 fechas de rigor. No así Olimpo, que sumó para quedar 15º en la tabla general. Y si bien sabemos que las cuentas y las actitudes podrían haber sido diferentes en un torneo de ida y vuelta, vale recordar que, en esa misma tabla de 38 partidos, Boca, Estudiantes, River y San Lorenzo se distanciaron en apenas 6 puntos; es decir, que pudimos haber tenido cuatro equipos con expectativas de título hasta 2 fechas antes del final.
Hecho el planteo y expuesta mi ilusión, confieso no tener demasiadas expectativas de cambio. Si Almirante Brown y Nueva Chicago descendieron por sanciones disciplinarias ajenas al notable rendimiento de ambos en la B Nacional mientras que ningún equipo de Primera fue sancionado en proporciones similares por hechos de la misma índole; si hay más de un dirigente que piensa en reabrir las puerta del ascenso al público visitante según sea la suerte de la Academia de esta tarde, debo asumir que las cosas se resuelven en escritorios en los que las armas que ganan la pulseada no son precisamente las del bien común… mucho menos las del sentido común.