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claudia steiner, antropologa

“En Colombia hay una violencia que es escalofriante”

De acuerdo con la antropóloga colombiana Claudia Steiner, tanto la guerrilla como los paramilitares practican “técnicas de exterminio”, que están influidas por la relación de estos grupos irregulares con el dinero y el poder del narcotráfico, que comenzó en los ochenta. “Lo único que rescato es que por fin la gente comienza a hablar en voz alta”, sostuvo.

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En la violencia en Colombia hoy, “hay una técnica de exterminio” que es escalofriante.
La voz de Claudia Steiner, directora del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de los Andes, registra súbita estridencia cada vez que cita una matanza de la guerrilla de las FARC o de los paramilitares.
“Lo único que rescato es que por fin la gente comienza a hablar en voz alta”, agregó Claudia Steiner.
Los colombianos se han cansado de la violencia.
Steiner lo atribuye al agotamiento que produce el terror, otros confían que los cambios los produjo el presidente Alvaro Uribe, que en agosto alcanza la mitad de su segundo período de gobierno.
“No soy fan de Uribe,” admite ella.
La antropóloga Steiner describió instancias de lo que ella llama la “técnica de exterminio” escalofriante. “Una amiga de no lejos de Bogotá me llamó una vez y me habló de una masacre complicada, allá en la Ciénaga Grande. Me dijo que a unos biólogos con los que ella trabajaba en investigaciones marítimas, contando algas o una de esas cosas, llegaron unos paramilitares, los obligaron a montarse en unas lanchas y los llevaron a que vieran cómo masacraban a todo un pueblo.
“El lenguaje del terror tiene variables y poca sofisticación. Los paramilitares en Ciénaga Grande cometían ‘masacres dispersas o difusas’.”
—¿Qué es eso?
—Es que ya no mataban a veinte pobladores en el mismo lugar, para después no tener que responder en un prontuario por masacres. Mataban uno aquí, a la hora dos allá, a las tres horas otros dos más allá. Es una técnica que aplica una teoría de exterminio que a una la deja verde, Yo no lo creí. Pero leyendo las declaraciones del ‘comandante Tijeras’ hace dos días quede halucinada. El dice: “Utilizábamos culebras venenosas que mataban a la gente. Nosotros no los habíamos matado. Se murieron de mordeduras de serpiente”.
El llamado “comandante Tijeras” es uno de los que se han presentado en busca de amnistía; su rendición les redituará beneficios económicos y evitarán el procesamiento penal. Por ejemplo, el guerrillero llamado “Rojas”, jefe de la seguridad y asesino de “Iván Ríos”, muerto el miércoles pasado y que fuera el integrante más joven del Secretariado de las FARC (y el segundo alto mando de la guerrilla muerto en una semana luego de la caída de “Raúl Reyes”, segundo de las FARC), tiene posibilidades de cobrar una recompensa de cerca de dos millones de dólares por su traición. “Rojas” se presentó el jueves ante tropas de la VIII Brigada de Ejército de Colombia, y entregó una computadora portátil, una cédula de ciudadanía, y un paquete con una evidencia macabra: la mano derecha de “Iván Ríos”, para que se cotejen las impresiones digitales.
“Cuando empecé a escribir sobre la Ciénaga Grande consulté a la Defensoría del Pueblo. Y me enteré de las diferencias de opinión sobre lo que constituye una masacre. Naciones Unidas dice: cuatro o más muertos en el mismo sitio. Aquí la defensoría dice: tres o más”, agregó Steiner.
—¿Por qué dice reiteradamente en su discurso que la violencia de ahora es muy compleja?
—Creo que el factor ahora es el narcotráfico, que comienza a sentirse fuerte en los años ochenta. Eso generó una ruptura en Colombia. Antes se podía estudiar la violencia de los años treinta. Era una violencia agraria, más clásica, que se puede entender en términos de campesinos sin tierras, una elite que no modernizaba, seguida de períodos de relativa paz. Hubo paz incluso después de la gran violencia del Bogotazo de 1948. Eso puede deberse a una clase media que trató de surgir en la política. Y hay un período de relativa calma en los cincuenta y los sesenta, cuando se comienzan a generar actividades de guerrilla en toda América latina. Hay un discurso más ideológico, factores más claros en esa violencia, pero en los ochenta la entrada del narcotráfico es un factor muy difícil de explicar.
—¿La guerrilla entra al narcotráfico, o los narcos utilizan a la guerrilla?
—Esa es la pregunta del millón. Con todos los análisis disponibles sobre “conflict resources”, y “natural aids”, sobre los recursos naturales que sirven para la guerra, aún no está claro. La guerrilla y los paramilitares se preguntaron cómo hallar dinero para comprar armas. Eso puede verse como legítimo. Y se volcaron a los recursos del narcotráfico. Eso complejizó la situación. Hay un documental hecho en los ochenta que muestra cómo la guerrilla comenzaba a manejar toda la cuestión de la coca. Es muy interesante. Todavía era una guerrilla campesina, con un campesino que estaba sembrando coca, la guerrilla le cobraba un impuesto al gramaje, se encargaba de venderla… pero aún era una cuestión campesina. Eran campesinos que sembraban, guerrilleros que los protegían, y empresarios muy lejanos que no aparecen por ahí. Eso se rompe hacia fines de los ochenta. La guerrilla comenzó a meterse mucho más en la cuestión de la droga. Hay un momento en que los diversos grupos comienzan a hacer no sólo uso sino también manejo de la droga.

*Desde Bogotá.

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