El señor Jaime Durán Barba es un conocido consultor de marketing político y estratega de campañas electorales, de manera que todo lo que diga por los medios de comunicación debe ser enmarcado en el contexto de algún servicio que legítima y onerosamente brinda.
No es reconocido ni como tratadista ni como jurista, de modo que sus interpretaciones respecto de la Constitución argentina y la actitud que puedan llegar a tener los magistrados de nuestro país tienen la misma validez que los dichos de cualquier otra persona. Es más, resulta altamente probable que muchos sepan más que él de la política de nuestra Patria, por propia experiencia ciudadana, sin que esto implique desconocer los saberes académicos y empíricos del consultor.
En su nota del diario PERFIL del domingo último, donde se ensaña con el rumbo político de Francisco de Narváez, Durán Barba evidencia un importante grado de desconocimiento, soberbia y narcisismo, propio de quienes convierten sus conjeturas en verdades absolutas, irreprochables e incontrastables. Sus últimas afirmaciones en esta misma columna se asemejan más a las de un militante o dirigente de un determinado espacio político que a las palabras de un asesor en comunicación estratégica.
Las críticas que hace a una posible candidatura presidencial de Francisco de Narváez y a la posibilidad de que se presente en la Justicia para que interprete la letra de la Constitución no merecen réplica alguna, porque Durán Barba no es político, ni juez, ni constitucionalista. La cuestión será eventualmente resuelta por quienes tienen verdadera autoridad y conocimiento del tema en cuestión. No se entiende por qué teme que De Narváez sea “candidato” a presidente. Tal vez, Durán Barba actúa como portavoz de quienes, mediante un doble discurso, dicen: “De Narváez no puede ser candidato”, cuando lo que quieren decir, en verdad, es: “¡Cuidado, que si es candidato nos gana!”.
En diversas apariciones mediáticas, el señor Jaime Durán Barba pretendió atribuirse méritos del último resultado electoral en la Argentina, sin tener siquiera la modestia de saber que un consultor sólo es un consejero (y en su caso, nunca fue el único, ni el primero, ni el último). En la elección de junio pasado, más de un centenar de personas, entre ellas expertos y especialistas en distintas ramas del conocimiento, trabajó denodadamente, días y noches enteras, sin descanso, para alcanzar un sueño que parecía imposible. Un verdadero equipo. Con el mayor esfuerzo, cada uno aportó lo mejor de sí mismo para llegar con éxito a una meta trazada mucho tiempo antes de su incorporación.
Sería bueno que cuando un consultor contratado se dirige a la opinión pública en general sincere desde qué lugar lo hace, a los efectos de no engañar a quienes no están advertidos y creen que se trata de las palabras de un experto imparcial o independiente.
No corresponde que un consultor critique a un dirigente simplemente porque no les ha prestado importancia a sus sugerencias. Tampoco corresponde que revele tácticas o estrategias (actuales o pasadas) de las que es o fue en alguna medida partícipe en ámbitos más reservados. No voy a extenderme aquí en el consabido respeto a ciertas normas de confidencialidad cuando se asesora a alguien en cualquier materia. Se trata de un bien preciado que siempre debe imponerse por sobre todas las cosas, al momento de las eventuales referencias que los consultores puedan hacer sobre sus clientes, algo que el señor Jaime Durán Barba parece haber olvidado u omitido adrede. Es como si un médico hiciera público el diagnóstico o cuadro clínico de un paciente simplemente porque esa persona dejó de concurrir a su consultorio.
De manera que le propongo desde este espacio al señor Jaime Durán Barba que la próxima vez que opine públicamente sobre la política argentina explicite en nombre de quién habla, para que sus dichos lleguen con suficiente claridad a los lectores u oyentes, de manera que, luego, cada cual pueda crear su propia opinión.
*Jefe de Prensa de Francisco de Narváez.