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En qué Macri fue exitoso en economía

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Ante el grito el 17 de octubre de la vocera del peronismo federal que no se opone a alguna forma de unión con el kirchnerismo, Graciela Camaño, acusando a Cambiemos de “hipotecar” al país al duplicar la deuda externa, reivindicando el desendeudamiento en dólares del kirchnerismo, se comenzó en la columna de ayer a exponer el otro tipo de deudas e “hipotecas” que legó el kirchnerismo (consumirse capital natural e infraestructura acumulados previamente sin renovarlo) para comparar perjuicios de una u otra forma de endeudamiento como generador de pobreza futura. Se citó al autor de El capital del siglo XXI,  Thomas Piketty, quien propone sustituir el producto “bruto” interno por el producto “neto” interno descontando el capital consumido por desgaste de la infraestructura y el consumo del stock de recursos naturales no renovables. Y bajo el mismo paradigma, se citó el texto “The real wealth of nations”, publicado por The Economist, y la forma que para medir el enriquecimiento o empobrecimiento de los países  tiene las Naciones Unidas (UNEP: United Nations Environment Programme) y así comparar los primeros cuatro años del kirchnerismo (2003-2007) con los cuatro años de Cambiemos al final del actual mandato de Macri cuando no habrá mejoras en inflación, pobreza ni producto bruto y 100 mil millones de dólares más de deuda externa.

La variación de la riqueza por habitante de una nación en cada período se compone de dividir las tres fuentes de capital: capital humano, capital natural y capital de producción o manufacturado (máquinas, equipos e infraestructura), por la cantidad de habitantes, en contraposición con el producto bruto per cápita que se compone de dividir el consumo más la inversión, más las exportaciones y menos las importaciones de un año, por la cantidad de habitantes. Apelando a la usada metáfora: el primero es una película y el segundo solo una foto.

Cuando se compara el crecimiento del producto bruto entre 2003 y 2007 la Argentina tuvo su más fenomenal crecimiento en décadas: 40,3%. Pero cuando se compara  el crecimiento de la riqueza por habitante la Argentina creció solo el 8,7% porque, entre otros  motivos, se consumió sin renovar el 25% de las reservas económicas en petróleo y gas. Tendencia que empeora durante las presidencias de Cristina Kirchner donde directamente la riqueza por habitante empeoró. La infografía y el cuadro que acompañan esta columna surgen del informe de las Naciones Unidas, y quienes deseen profundizar en ellos pueden acceder a los informes completos en http://bit.ly/riqueza-argentina y http://bit.ly/riqueza-mundial.

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Cada presidente decide qué deuda a futuro tomar. Duhalde, que criticaba la convertibilidad de Menem (porque generaba más de 20% de desempleo), le bajó el sueldo a la mitad a los empleados con la devaluación, sin paritarias, para lograr generar empleo a la mitad de los desocupados. Néstor Kirchner, que se encontró con un país sin el problema de desempleo de Menem, pero con los sueldos bajos de la devaluación de Duhalde, decidió apostar al gasto consumiéndose todos los capitales acumulados naturales y de producción que pudiera para aumentar los sueldos. Macri, que se encontró ya sin el problema del desempleo de Menem ni el de los sueldos bajos de Duhalde, pero sí con el agotamiento de los recursos naturales no renovables y el desgaste de la infraestructura sin renovación del kirchnerismo, apostó al endeudamiento externo para reconstruir el capital natural y de producción consumido en los 12 años anteriores con deuda externa para no tener que bajar los sueldos. Pero la última devaluación finalmente hizo que se terminaran bajando los sueldos (parcialmente, porque aunque corran atrasadas, hay paritarias) rompiendo el idilio de Macri con la sociedad basado en sustituir ahorro externo (deuda) por ahorro interno (menos consumo) para reconstruir el capital natural y de infraestructura imprescindible para que el país continúe.

El despropósito de que los consumidores pagaran en cuotas las actualizaciones por devaluación de facturas ya consumidas de gas, que generó todo tipo de bromas sobre que todo el mundo iba a querer cobrar la actualización de lo que hubiera entregado en pesos a la nueva cotización del dólar, lo asumió Iguacel, pero representa el pensamiento de Macri y su principal estrategia: crear en Vaca Muerta otro polo exportador equivalente a la soja. Iba camino a lograrlo, pero la devaluación no solo hizo que bajaran los sueldos sino que dejó a mitad de camino la recuperación de las tarifas, pues al ser el petróleo y el gas productos de compraventa internacional, aun con los aumentos acumulados en pesos volvieron a quedar atrasados en dólares.

Néstor Kirchner pensaba como un especulador financiero, su largo plazo era un mes y su corto se medía en horas; solo existía el presente inmediato y así actuaba en economía, siendo un cazador depredador más que un agricultor. Macri, al revés, piensa como un empresario: toma deuda para invertir en bienes de capital cuyo producido permita pagar los intereses y dejen ganancia gracias al aumento de la producción. No hay capital sin financiación porque una máquina o una obra de infraestructura se paga en el momento de hacerse y se la utiliza décadas.

Definido cada uno de los modelos, exageradamente el de consumo sin futuro versus el de ahorro para el futuro, la pregunta es si Macri logró o no que crezca la riqueza total en la Argentina, o sea su capital, independientemente de que no hayan crecido el consumo ni el producto bruto. Y uno de los problemas de los CEOs en la administración pública es que la métrica que se utiliza en las empresas para medir su valor no es el balance pasado o del año sino el del futuro, proyectando cuánto puede ganar en los años por venir en función de lo que puede producir el tipo de capital que cuenta. Y, por ejemplo, de la inversión en Vaca Muerta solo aparece en el producto bruto la inversión realizada y el producido del año, pero no permite, como sí en una empresa, valorizar cuánto producirá en el futuro ese capital invertido, tiene que ser mucho más que ese capital adicionándole sus intereses. Otro ejemplo es la minería, especialmente el litio en el Noroeste que algunos proyectan su potencial exportador futuro como equivalente a la mitad del de la soja. Y para multiplicar el valor de esos recursos naturales, además de no imponer precios internos que hagan antieconómica su explotación, son necesarias rutas, puentes, puertos y todo tipo de infraestructura que permita su extracción, procesamiento y desplazamiento.

No es imposible que al final de 2019, aun con la brusca devaluación actual, el porcentaje de crecimiento de la riqueza total y por habitante de la Argentina termine siendo mayor en la administración de Macri 2015-2019 que en los tres mandatos del kirchnerismo 2003-2015.

Para que ello sea así, una parte de los aproximadamente 100 mil millones de dólares de deuda externa agregada por Macri tendría que haberse utilizado para invertir en aumentar el capital de Argentina y no en gasto de consumo, pago de intereses, dividendos remitidos al exterior por multinacionales, por particulares o mayor turismo al exterior que turistas extranjeros en Argentina. Cuando se traslada esta pregunta a los economistas, todos coinciden en un punto: el dinero es fungible, sirve para todos los fines, y una vez que ingresaron los dólares de la deuda externa contraída se fusionaron con el dinero de la recaudación y fueron utilizados tanto para la reparación histórica a los jubilados, como creen los que critican al Gobierno por derecha, y alimentar el gasto social, como para fuga de divisas, como quienes critican a Cambiemos desde la izquierda.

Pero sumando un aumento del gasto del turismo al exterior en 2017, el pago a los holdouts para salir del default, los intereses de la deuda externa anterior a Macri renovada e intereses de la nueva deuda, los dividendos a empresas multinacionales que se habían acumulado el último año de Cristina por su cepo, claramente una parte de esos 100 mil millones de dólares quedaron en la Argentina, y como tampoco fueron a consumo porque la población consume menos que en 2015, tuvo que haber ido a inversión. Quienes sostienen que la deuda externa fue para cubrir el déficit fiscal olvidan que el déficit fiscal hubiera sido la mitad sin inversión en obra pública.

Obviamente hubo inversión en obra pública en el kirchnerismo (como consumo en el macrismo), pero no solo en términos cuantitativos fue menor, sino también en términos cualitativos, porque la corrupción hizo que se gastara el doble por kilómetro construido de rutas y no siempre se decidiera qué obras hacer por su mejor retorno futuro. La generación de aumento del capital natural (inversiones en equipos que permitan convertir en económicamente valiosas reservas que previamente no eran rentables y nuevas reservas) y capital de infraestructura, no solo la puede hacer el Estado invirtiendo directamente en obra pública sino invirtiendo indirectamente al crear las condiciones para que les sea rentable a los privados hacerlo. Cuando Cambiemos sostiene que son el gobierno que más invierte en diferentes planes sociales lo hace, en parte, para compensar el efecto recesivo que tiene el aumento de las tarifas de energía, pero así posibilita que privados inviertan en Vaca Muerta y otros focos de energía.

Se podría decir que ese aumento en inversión social es, aunque indirectamente, también una inversión en desarrollar capital energético al ser un paliativo a las consecuencias iniciales de los aumentos de las tarifas. Finalmente, al decir Graciela Camaño que Cambiemos hipotecó el país con aumento de deuda externa olvida que 40 mil de esos 100 mil nuevos millones de deuda externa fueron generados por el gobierno anterior: y se usaron para cancelar deudas anteriores con holdouts, Ciadi y Club de París, además de recomponer las reservas del Banco Central usadas entre 2011 y 2015. Al aumento de la deuda en dólares (pasivo) hay que restarle el aumento de los dólares del Banco Central (activo). Lo cierto es que el peronismo, a su medida: Duhalde bajando el desempleo o Kirchner aumentando los sueldos, decidieron consumir capital natural y capital de infraestructura para invertir en capital humano, mientras que la centroderecha, el liberalismo o “los prolijitos” como los llama Camaño, ponen más foco en invertir en capital natural y capital de infraestructura.

Unos creen que el crecimiento del capital humano generará crecimiento en el capital en infraestructura (nadie invierte donde no hay mercado de consumo) y otros creen que primero hay que aumentar la producción para luego aumentar de manera sustentable el capital humano. Nada funciona solo y el país tendrá que encontrar su equilibrio entre ambas visiones para curar el subdesarrollo.