La ciudad italiana de Palermo perdió su Caravaggio y la francesa de Amiens su Langlois, pero si bien la capital de Sicilia reclama la Natividad con San Francisco y San Lorenzo desde 1969, cuando fue robada por unos desconocidos del Oratorio de San Lorenzo, la ciudad que se extiende a ambos márgenes del río Somme busca su Diana y Endimión, desde la Primera Guerra Mundial, una fecha imprecisa que se etiende entre 1914 y 1918. Se cree que el cuadro de Caravaggio está en posesión de un coleccionista suizo, o tal vez de la Cosa Nostra. En cualquier caso ambas opciones son siempre mejores que la tercera, es decir, que el cuadro de Caravaggio fue hecho cenizas. En cambio el cuadro de Langlois parece haber tenido mejor suerte.
A comienzos de enero, Eric Biétry-Rivierre, periodista del diario Le Figaro, trazó una breve historia del cuadro y lanzó una serie de hipótesis interesantes. Diana y Endimión fue comisionado a Jérôme-Martin Langlois en 1819 por el rey de Francia, Luis XVIII, para colgarlo en el palacio de Versalles, como lo exigía la natural y previsible costumbre de llamar a sus cosas por su nombre, en el pequeño Salón de Diana, que se usaba como sala de billar. El motivo del nombre, como es fácil imaginar, es que está dedicado a la diosa de la caza Diana. El cuadro representa a Diana y el pastor Endimión; según algunas versiones del mito, Diana se había enamorado locamente del bello Endimión, y había pedido a su padre, Júpiter, rey de los dioses, que lo hiciera dormir para siempre para poder así contemplarlo todas las noches, dado que Diana era casta y debía poner límites a su deseo. En otras versiones, Diana, un poco más empática, todas las noches simplemente espera a que se duerma y lo contempla. La obra de Langlois muestra precisamente la contemplación de Diana. Fue algo muy representado por muchos pintores entre los siglos XVII y XVIII, sobre todo porque era considerado muy adecuado para decorar los dormitorios burgueses. En 1873, el cuadro fue adquirido por el Estado francés y terminó en el Louvre, que se lo prestó a la ciudad de Amiens antes de que estallara la Primera Guerra. Durante la guerra, como ocurrió con tantas cosas, se perdieron las huellas del cuadro. Por muchos tiempo se pensó que había sido destruido en bombardeo alemán.
Nadie volvió a verlo hasta noviembre de 2021, cuando un curador de arte de Amiens, revisando al pasar un número de la revista Paris Match, lo reconoció colgado en una pared de la casa de Madonna. Madonna estaba festejando con su familia la noche de Acción de Gracias y la revista creía que era algo que podía interesar a los lectores.
Ahora la alcaldesa de Amiens, Brigitte Fouré, le envió un mensaje público a Madonna en donde le pide que le preste el cuadro a la ciudad, de modo que Amiens pueda alcanzar el rango de “competitiva” en la carrera para ser elegida como “capital europea de la cultura”, una iniciativa de la Unión Europea por la que todos los años es elegida una ciudad distinta como capital de la cultura con el objetivo de promover y valorizar internacionalmente el patrimonio artistico de algunas ciudades.
Según la reconstrucción de Biétry-Rivierre, Madonna compró el cuadro (o una copia prácticamente idéntica, no se puede estar seguro hasta haberlo analizado) en una subasta en Nueva York en 1989 y pagó por él 1,3 millones de dólares.
Madonna aún no dio señales de vida. Tampoco dio señales de saber de la existencia de Amiens. Sinceramente dudo que le preocupe mucho el lugar que pueda ocupar la ciudad francesa en su lucha por ser elegida capital europea de la cultura. Yo sugiero que eligan capital europea a la casa de Madonna. Queda en Los Angeles, pero qué importa.