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Ensayo de réquiem

11-10-2020-Perfil logo
. | CEDOC PERFIL

Esa clase de mesura, esa en particular: la que no precisa salirse del ámbito de la desmesura, ni preservarse de ella ni contrarrestarla, la que puede habitarla y recorrerla, la que puede ser parte de ella. Y no a manera de compensación, de matiz, de paliativo, de antídoto. Nada de eso: la mesura como una manera, bastante excepcional por cierto, de integrar la desmesura e incluso de expresarla. 

El control se vuelve así un rasgo de estilo, que se ejerce precisamente para verse incorporado en la vida del descontrol. Hasta ser, en cierta forma, lo que hace posible el desborde: la presencia discreta, la expresión apacible, el gusto de la contención permiten que el desborde exista como desborde y pueda cobrar ese sentido.

Esta posibilidad, no muy frecuente por cierto: que algo del orden de lo apolíneo transcurra al interior de lo dionisíaco, en vez de entrar más previsiblemente en una relación antagónica, como sabemos ciertamente por Nietzsche. Un modo acaso único de la sobriedad: uno por el cual, en vez de ser lo otro de la ebriedad, como suele suceder, se convierte en una de sus variantes, logra ser uno de sus subgéneros. 

En una escena en la que los cuerpos se desatan a pleno, simplemente sentarse y tocar; en una escena en la que predomina un despliegue voraz de agitaciones varias, abstenerse de aspavientos (y abstenerse en un instrumento que con frecuencia los propicia); en una escena en la que la profusión de gestos impera, mantener la cara quieta, detenida en una sonrisa discreta y ambigua (que supe que no iba a olvidar ya la primera vez que vi tocar a Charlie Watts).

Todo esto lo pensé muchas veces, porque son cosas que hace tiempo me impactaron. Pero no supuse que fueran a tocar mi propia vida de manera directa. Y ahora pasó lo que pasó y de pronto descubro que sí: que han tocado mi propia vida de manera directa, y que ahora, y para siempre, van a tocarla todavía más.