Adam Curtis rechaza la idea de que es un cineasta o un pensador y se califica como periodista y productor de documentales televisivos. Pero este obrero calificado de la BBC terminó desarrollando un estilo propio y una forma inclasificable de presentar las pesadillas del mundo. Curtis filma unitarios y miniseries cuya atmósfera se acerca al cine de terror, en los que su voz en off construye ensayos políticos saltando en el tiempo y conectando sucesos públicos con ideas ocultas. Los cuatro capítulos de The Century of the Self, por ejemplo, cuentan cómo un sobrino de Freud llamado Edward Bernays inventó las formas modernas de la propaganda y las técnicas para venderle al público lo que no necesita. Las formas de control y manipulación de la población en distintos regímenes políticos están en el centro de la obra de Curtis, así como la articulación entre las elites del poder y el dinero, la investigación científica y la logística militar que terminaron despojando de consistencia, honestidad y del poder mismo a los políticos occidentales mientras reforzaban el de los regímenes autoritarios.
La estrategia de Curtis se basa en la búsqueda de conexiones entre realidades aparentemente distantes o incompatibles. En The Power of Nightmares, por ejemplo, se cuentan las vidas paralelas de Sayyid Qutb, el padre del fundamentalismo islámico, y Leo Strauss, ideólogo de los neoconservadores americanos y cómo convergen en los atentados del 11 de septiembre. El último proyecto de Curtis se llama Can’t Get You Out of My Head y se acaba de estrenar. Habla del fracaso de las utopías (y antiutopías) de izquierda y de derecha para organizar (o desorganizar) el mundo de un modo que atenúe el miedo y disminuya el horror creciente ante las amenazas fantasma y las teorías conspirativas. Incluye imágenes de la asunción de Joe Biden, que no provocan un gran optimismo en los espectadores, aun en los que se alegran de la derrota de Trump.
A Curtis (en el fondo un entertainer) le tienta sacar conejos de la galera, como las sorprendentes conexiones familiares entre George Boole, el descubridor de la lógica de las computadoras, su hija Ethel, escritora irlandesa autora de The Gadfly, una novela sobre el sacrificio del hombre a los ideales que inspiró a los comunistas soviéticos y chinos, su marido Wilfrid Woynich, el anticuario lituano que adquirió el aparentemente indescifrable manuscrito que lleva su nombre, hasta llegar Geoffrey Hinton, tataranieto de Boole y súper experto en inteligencia artificial. Las deducciones de Curtis son a veces más espectaculares que genuinas (el cineasta D.W. Griffith como impulsor a distancia del Brexit, la afinidad entre Jian Qing, la viuda de Mao, con el escritor y activista Eduard Limónov), pero desliza una paradoja fascinante y atroz: los intentos de reunir a las sociedades bajo un ideal obligatorio conducen a la opresión, pero el individualismo lleva a la anomia y al surgimiento de tiranos y demagogos. En resumen: ni los liberales, ni los nacionalistas, ni las democracias occidentales ni las dictaduras orientales pueden hacer otra cosa que reforzar el poder de los poderosos y quitárselo a los ciudadanos, hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Como ocurrió en todas partes con la pandemia.