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Es claro

Hasta hace unas semanas, yo sobrevivía sin tener celular. Bueno, exagero: teníamos uno solo, compartido entre mi mujer y yo. El que salía primero anunciaba: “Me llevo el celu”, para luego anotar en papelitos las llamadas recibidas, que siempre eran para el otro. Se nos tornó poco práctico. Me convencieron de que eso se solucionaba comprando otra línea, y entendiendo que un celular es una cosa muy personal y muy intransferible.

Rafaelspregelburd150
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Hasta hace unas semanas, yo sobrevivía sin tener celular. Bueno, exagero: teníamos uno solo, compartido entre mi mujer y yo. El que salía primero anunciaba: “Me llevo el celu”, para luego anotar en papelitos las llamadas recibidas, que siempre eran para el otro. Se nos tornó poco práctico. Me convencieron de que eso se solucionaba comprando otra línea, y entendiendo que un celular es una cosa muy personal y muy intransferible.
Estamos muy contentos. El telefonito, igual, funciona cuando se le canta. Pero tiene música, fotos, e-mail (si uno soporta escribir sin acentos, ni eñes ni cosas que –al parecer– no resistirán la próxima glaciación). No funciona en los subtes. No funciona en los departamentos de plantas bajas. Ni en subsuelos. Tampoco en las zonas indefinidas que atraviesa el Sarmiento en su recorrido hacia Ituzaingó.
Siempre atento a otras formas de “comunicarme”, relojeo con hambre de infidelidad qué me ofrecen las otras empresas. Hay una –la que se ufana de funcionar en el subte, si bien parece que es el único lugar donde funciona– que promociona unos juegos irresistibles. Es claro. Como no pueden garantizar lo básico, ofrecen otras alternativas. El primero se llama algo así como Assassin’s Creed, y asegura que “quedarás sin aliento, pero tus enemigos sin respirar”. El otro es Alta Velocidad, y te invita a una carrera donde “desafiar a los más rápidos”. En Internet también ofrecen uno de factura más local: El Barrabrava. Las imágenes son casi elocuentes.
No me escandaliza en sí la naturaleza del juego. Todo lo contrario: conozco de su relación con la ficción, y sé que el juego es lo que se opone eficaz y afortunadamente a la realidad. Sin embargo, me da algo así como asco que una empresa de telefonía (cuya función primordial, en un mundo ideal, podría ser la de comunicarnos) promocione una matanza, una picada urbana y un glamour de barrabravas para amenizar los momentos libres. Sí: esos momentos donde el teléfono no tenga señal. No pasa nada: seguro que estos juegos son muy entretenidos e inofensivos, y que canalizan los deseos atávicos de matar y dominar de los usuarios, deseos que –desde que la caza y las guerras dejaron de ser nuestra principal ocupación– hay que reubicar por otras vías.
Mi celular no sólo es parte del kit de supervivencia. También resume la moral de nuestro momento. Habría que mandar alguno en las sondas que viajan al espacio. Incluso, quién te dice, allá sí tengan señal y alguna inteligencia pueda hacer contacto con nosotros.