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Es la política, estúpido

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| Cedoc

Argentina se encuentra en situación de crisis económica, desestructuración del sistema de partidos; los principales referentes políticos tienen imagen negativa alta; los dos actores políticos principales son Cristina Fernández de Kirchner, una ex presidenta que acumula un fuerte apoyo de su núcleo duro con el rechazo de un grupo que jamás la votaría, y Mauricio Macri, un presidente en ejercicio que a pesar de haber ganado las elecciones de medio término y de tener chances de reelegirse se encuentra en la inédita circunstancia de ver cómo miembros de su propia coalición de apoyo le piden que se bajen de la candidatura. Además, desde hace un tiempo la política parece haberse mudado de las urnas a los tribunales. Asoma la candidatura de Roberto Lavagna por la tercera vía, pero ésta no termina aún de cuajar. Todo esto configura el escenario de máxima incertidumbre en donde transitamos los argentinos y argentina el año electoral.
Como si todo esto fuera poco, hoy nos despertamos con el anuncio por parte de Cristina Fernández de que la fórmula presidencial del peronismo kirchnerista (o kirchnerismo peronista) estará encabezada por su ex jefe de gabinete, Alberto Fernández, con ella misma de vicepresidenta. Como ya es su costumbre, la senadora utilizó Twitter, prescindió de los medios de comunicación establecidos, y guardó el secreto hasta que ella misma decidió lo contrario. El conjunto desconcertado de reacciones del arco opinador y político demostró dos cosas: primero, que la ex mandataria sigue teniendo la capacidad de ocupar el centro del tablero de ajedrez y producir gestos que acomodan las relaciones de fuerza aún cuando no maneje casi ningún resorte de poder institucional; segundo, que está dispuesta a variar de estrategia y apostar fuerte. Veremos si esta apuesta paga; todavía falta, la campaña es larga y, como vimos hoy, impredecible.
El movimiento de hoy demuestra otra cosa sobre la cual desearía detenerme. En el primer párrafo describí una situación de crisis e incertidumbre económica y política, así como hablé de las valoraciones negativas sobre los y las posibles candidatos. Esta situación aparece a priori como una invitación para la aparición de figuras outsiders que pueden irrumpir desde fuera de la política y prometer súbitos milagros refundacionales. Jair Bolsonaro es un ejemplo de esta dinámica en Brasil; en las recientes elecciones presidenciales en Panamá un candidato independiente, Ricardo Lombana, obtuvo casi el 20% de los votos. En Perú ya van varios candidatos y presidentes que prometer venir “de fuera de la política”. No vemos, sin embargo, esta dinámica traccionando en Argentina. Mauricio Macri, Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, Roberto Lavagna, Juan Schiaretti, María Eugenia Vidal: todos ellos son profesionales de la gestión y la rosca, algunos con décadas de experiencia,  todos ellos han ocupado altos cargos de gestión o los ocupan actualmente.
Aquellos que se lanzaron a imitar a Bolsonaro en Argentina intentando inaugurar una ultraderecha gritona y agresiva no han logrado mucho impacto hasta ahora y los candidatos mediáticos o deportivos no parecen terminar de tomar temperatura, ni siquiera ese gran conocedor de las pulsiones nacionales, Marcelo Tinelli. La valoración positiva (al menos por default) de la política tradicional se viene replicando también en las elecciones provinciales, en las cuales hasta ahora han corrido con ventaja los gobernadores en ejercicio. Los y las votantes parecen criticar a los políticos, pero en definitiva, confían en ellos o, al menos, no confían en sus alternativas.
En síntesis: falta mucho todavía para las elecciones en un país en el cual los meses electorales son como los años de los perros: cada uno equivale a siete normales. No sabemos aún si esta apuesta de Cristina Fernández tendrá éxito; no sabemos cuál será la respuesta a esta movida de un gobierno cuyo presidente tiene que aclarar que él sigue siendo el candidato cada pocos días;  no sabemos si Roberto Lavagna finalmente se lanzará al ruedo, no sabemos a quién apoyarán los gobernadores que aún no se han pronunciado públicamente, no sabemos qué pasará con la intersección entre política y justicia. Quien diga que sabe cómo saldrá la elección  merece no ser escuchado.
Como señalaba el colega Federico Sierra: de la grieta nos sacarán los políticos de la vieja política. Los y las votantes parecen decir, hasta ahora que priorizarán valores relacionados capacidad de gestión, la competencia y la capacidad de gobernar. Tal vez lo que se busque sean tan sólo soluciones que permitan superar esta crisis. Valores módicos, tal vez, pero por eso mismo convocantes.

*Doctora en Ciencias Políticas.