En la fábula de la rana y el escorpión, el arácnido no sabe nadar y le pide cruzar el río a la rana, quien tras largas dudas acepta llevarlo en el lomo, hasta que el pasajero clava su aguijón, envenena a la rana y ambos terminan por ahogarse. “Está en mi naturaleza...”, se excusa el bicho, malísimo, ante la agónica pregunta del desconcertado y moribundo batracio, mientras ambos se hunden en el agua.
Durante la última cadena nacional, la Presidenta atacó a los empresarios por su conducta especulativa y avara a costa del pueblo al aumentar los precios de productos populares. “¡Yo sé nadar!”, remarcó la Presidenta, para rechazar la figura de un Estado complaciente, como la rana que transporta una sustancia altamente peligrosa (los empresarios). “¡¡La diferencia es que yo sé nadar!!”, aclaró. Pero en la fábula, quien no sabe nadar es el escorpión. Vale aclarar que quien esto escribe denosta las tasas de ganancia empresarias exorbitantes, especuladoras y oportunistas. Por el contrario, opina que no sólo en la emergencia deben regularse los mercados, sino que en la cotidianeidad deben garantizarse la competencia y una redistribución de la renta equitativa. En ese sentido, el Gobierno no ha hecho lo suficiente en los últimos años y ha permitido amplísimos bolsones de rentabilidad que estuvieron atados a su norte obsesivo de construir soporte político para una fuerza que, hace diez años, nació carente de sustento en las urnas.
Mientras tanto, la foto que ilustra esta nota muestra a uno de los principales actores “escrachados” ayer por la militancia junto al secretario de Comercio, Augusto Costa, en el lanzamiento de los Precios Cuidados. Este es apenas un ejemplo de lo que por estos días sucede en los despachos de Economía, Planificación y el Banco Central: la búsqueda de acuerdos y soluciones junto con los empresarios, para conseguir divisas para el país y evitar una escalada inflacionaria posdevaluación. La mayoría de esos acuerdos se gestan en un silencio, sólo quebrado por los comunicados oficiales de acciones para estabilizar una economía shockeada por la devaluación. Tal acción, afortunadamente, se refleja de a poco en algunos indicadores.
Los empresarios quieren eludir o atravesar la crisis para rápidamente volver a hacer negocios en un contexto que intuyen promisorio para el país. No creen que este Gobierno se lo permita, antes por impericia que por un programa sesgado por el anticapitalismo. Hombres de fortuna, deberán defenderse de sus acciones, contribuir lo que la ley manda y la AFIP decida ejecutar, porque en general pueden hacerlo. Pero la lógica de “morir matando”, con el escrache a los que están en este momento, asistiendo en la emergencia, implica otro tipo de señales. Provoca desconcierto en aquellos a quienes el propio Estado acude buscando auxilio, aunque para la tribuna y la militancia se quiere esconder el mal momento. Se parece demasiado a la dinámica del escorpión, que aprendió a nadar pero mata a la rana, a quien le pide asistencia para cruzar, en este caso, turbulentas aguas. En el mundo de las finanzas también habitan otros bichos malísimos: los buitres, objetos de los escorpiones en este mundo regido por Esopo. En esa galaxia y en los negocios, esta conducta paga un precio, a cargo de todos los argentinos.