La masacre de La Plata está prácticamente esclarecida para la policía, aunque el carácter pasional del crimen parece haber depositado al Presidente en un lugar un poco incómodo. Por compulsión, falta de reflexión o por oportunismo electoral, el jefe de Estado pecó de especulación precoz.
Cuando desde el púlpito de la Rosada se refirió al triple y brutal asesinato de los policías, apenas hora y media después de haber trascendido, calificó al acto de “salvajismo absoluto... pero esto no puede ser casual a tan pocos días de las elecciones”, aventuró como respondiendo a un reflejo condicionado. También echó mano a una taxonomía demasiado conocida y simplificadota al considerar que los motivos de la masacre podrían estar relacionados con un ajuste de cuentas, un accionar mafioso o tener que ver con la política oficial en materia de derechos humanos.
Vale recordar que los cadáveres apenas se habían enfriado, pero el mecanismo de victimización ya funcionaba a full, tanto y tan bien como en el episodio de la aún no muy bien explicada desaparición y aparición del albañil Luis Gerez, cuyo testimonio comprometía en actos de tortura al ex comisario Luis Patti.
Tanto Néstor Kirchner como su esposa suelen recurrir a una frase de gran impacto épico: “!No nos van a derrotar por más que lo intenten!”. Eso dijo la candidata Cristina Fernández la semana pasada cuando creían en Gobierno que la masacre policial era obra de desestabilizadores y no una intrincada y casi marginal cuestión de celos, como apuestan los investigadores. “No vamos a ceder a la extorsión”, proclamó el Presidente en su discurso del 29 de diciembre pasado, un par de horas antes de que Gerez terminara dos días de cautiverio y fuera liberado. En aquella oportunidad, Kirchner intentó hacer docencia republicana: avisó que “la sociedad argentina toda es la agredida por el accionar mafioso de quienes quieren garantizar la impunidad”. Y es cierto, nadie supone la extinción de la “mano de obra desocupada”, aunque sea la etiqueta recurrentemente utilizada tanto en el caso Gerez como en la matanza de los policías. Sólo que a veces, del mismo modo que la vida puede abrirse paso entre la muerte, la verdad suele tener el poder de arruinar cualquier teoría.