La endeblez de nuestra economía se manifiesta en la opinión de los economistas que se muestran optimistas sobre las perspectivas de crecimiento e inflación durante el próximo año, basadas en el pronóstico de que habrá una cosecha récord de soja gracias a la humedad que traerá consigo la corriente de El Niño.
Quienes razonan así, no sólo pueden llegar a equivocarse por sobrestimar la recaudación capaz de generar la exportación de soja, si no que se equivocan de partida por subestimar la gravedad de la situación fiscal por la que atraviesan los municipios, las provincias y la Nación.
Quienes esperan una fuerte recaudación por la exportación de soja el próximo año parten del supuesto de que habrá una gran producción por aumento del área sembrada gracias a las buenas condiciones climáticas que se esperan, y a la circunstancia de que los agricultores tienen disponibles para sembrar soja de primera, muchas hectáreas en las que este año no se sembró trigo. También sostienen que se sembrará muy poco maíz y otras oleaginosas. Estos supuestos son realistas, pero de la misma forma que sirven para predecir aumento en la producción y exportación de soja, también deberían servir para advertir que este año y el próximo habrá una gran caída en la producción y exportación de trigo, de maíz y de girasol.
Además, que aumente el área sembrada con soja no significa necesariamente que vaya a aumentar mucho la producción porque habrá que ver que pasa con los rendimientos. Estos dependen no sólo de las condiciones climáticas sino también de la intensidad de uso de insumos. El desaliento que existe en las áreas rurales y la falta de capital de trabajo puede inducir a cultivar con una mínima aplicación de insumos. Si ello ocurre, los rendimientos pueden resultar inferiores a los observados en años anteriores en los que el buen clima se combinó con fuerte entusiasmo inversor de los productores.
Con todo, el mayor error no se origina en esta posible sobrestimación de los ingresos por exportación de soja, sino en la subestimación de la crisis fiscal de este año y de la que se vislumbra para el año próximo.
El presupuesto nacional que se está aprobando en el Congreso no contempla por el lado de los gastos los aumentos salariales que el Gobierno deberá otorgar, so pena de enfrentar infinitos conflictos laborales. Tampoco contempla suficiente previsión de transferencias de recursos a las provincias para que estas puedan pagar sus sueldos y no deban recurrir a la emisión de cuasi-monedas. Por otro lado sobrestima la recaudación por IVA y por ganancias, impuestos que serán severamente afectados por el clima recesivo que se está viviendo y que es aventurado predecir que va a ser revertido siendo que no se vislumbran intenciones de inversión en ningún sector de la economía.
Los esfuerzos que está haciendo el ministro de Economía para tratar de normalizar la relación financiera con el exterior permitirán cierta recuperación del crédito público, pero ello, en el mejor de los casos, apenas alcanzará para atender los vencimientos de capital e intereses de la deuda pública nacional y provincial. El déficit fiscal que inexorablemente aumentará en lo que resta de este año y durante el año próximo, va a obligar al Banco Central a aumentar el ritmo de emisión monetaria con el consiguiente efecto inflacionario. Si para evitar la emisión monetaria se recurre al aumento de las tarifas públicas, lo que ayudaría a disminuir el déficit fiscal, igualmente habrá un efecto inflacionario, que no por transitorio y acotado dejará de ser percibido por la población como un golpe a su bolsillo e impulsará las mismas demandas salariales que la inflación originada en la emisión monetaria. Frente a un panorama semejante, el Banco Central se verá obligado a convalidar con emisión la inflación originada en los aumentos de tarifas.
La crisis fiscal en la que ya está inmersa nuestra economía y sus consecuencias estanflacionarias son de imposible reversión en los dos últimos años del gobierno de Cristina Kirchner. Pensar que El Niño va a rescatar a nuestra economía y va a permitir que Néstor Kirchner aspire a ser elegido nuevamente presidente de la Nación en 2011, es una ilusión extremadamente riesgosa para la salud no sólo de nuestra economía sino también de nuestra democracia.
*Ex ministro de Economía.