COLUMNISTAS

Esquizofrenia bonaerense

SCIOLI y MASSA tratan de seducir a pros y antis K.
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“Están todos locos”. Eso pensaría un analista político extranjero que llegase al país para estudiar las próximas elecciones argentinas. Se preguntaría: “¿Cómo es posible que Scioli apoye la lista opositora de De Narváez, quien promueve ‘Ella o vos’, si al mismo tiempo desea ser la continuidad de Cristina Kirchner? O ¿cómo Massa puede debatirse entre ser candidato de una lista que derrote definitivamente a Cristina Kirchner y lo opuesto: una lista que con su apoyo, pero sin ser él mismo candidato (con Solá o su esposa), divida los votos de la oposición y ayude a ganar al candidato kirchnerista?”

Y se continuaría preguntando: “Si la estrategia de Scioli y de Massa, aunque en distintas  proporciones, es la misma: heredar al kirchnerismo aún en contra de la voluntad de estos, y para eso precisan de que Cristina Kirchner no los mate antes y, simultáneamente, a Clarín le gustaría que Scioli o Massa sucedieran a Cristina Kirchner, ¿por qué Clarín, y también La Nación, en lugar de alabar siempre a Scioli y a Massa sabiendo que eso irrita a los kirchneristas, no los critican de vez en cuando para así engrandecerlos y no reducirlos al papel de candidatos de Magnetto?”

Y sumaría más dudas: “Pero si Scioli apuesta a ser el elegido de Cristina Kirch-ner cuando ella, cansada, ya no sólo no tenga fuerzas suficientes para ser ella misma candidata sino tampoco pueda elegir a un sucesor con quien simpatice más, ¿de qué le serviría electoralmente ser el sucesor y recibir el apoyo de alguien tan debilitado que llegaría al 2015 casi sin ningún capital político?” Y para estas elecciones: “Si la popularidad de Massa se nutre tanto de kirchneristas como de anti kirchneristas, ¿no es obvio que perderá una parte significativa de uno u otros cuando se decida por una dirección?”.

Quedaría más confundido aún al escuchar los contradictorios comentarios sobre la declaración de la esposa de Massa, posible candidata y principal consejera de su marido, quien el domingo pasado dijo a PERFIL: “Le aconsejo que no se deje usar”. Unos interpretan que se refirió a que no se deje usar por Clarín y los que quieren adelantar la derrota del kirchnerismo. Pero otros interpretan que se refirió a que no se deje usar por el kirchnerismo para presentar una lista que le quite votos a la oposición.

“Esquizofrenia” pensaría, pero si conociera la historia política argentina reciente el analista tendría otra duda: “¿Será que esta gente es tan inteligente o simplemente se trata de personas como Rutemann, cuyo prestigio político se nutrió más de sus indefiniciones que de sus acciones, porque los medios –a veces tan precisados de creer que hay alguien– cargan de significados inexistentes los vacíos de discursos que simplemente están vacíos?”

La esquizofrenia no es solo de Scioli o Mazza, incluye   al kirchnerismo. Cuando la Presidenta salió a quejarse de que no la defienden de las denuncias de corrupción, mensaje que se interpretó dirigido a Scioli y de alguna manera también a Massa, podría no sólo estar hablando del presente Lazarogate sino anticipando el futuro de cuando ella sea ex presidenta y le lluevan causas judiciales: “Si ahora me dejan sola, ¿qué será cuando no tenga el poder?”, podría tácitamente estar diciéndoles a los candidatos a sucederla que esperen heredar algo de su capital político.

Hay kirchneristas que, asustados con lo que podría ser sus vidas fuera del poder, se inquietan más pensando que las personas que siempre bajan la cabeza y son sumisas cuando están en una jerarquía inferior, pueden ser más crueles y despiadadas cuando son ellas las que mandan, ya sea porque juntaron rencor por haber sido maltratadas o porque entienden la vida jerárquicamente, y la misma ley del gallinero que acataron luego la aplicarán.

Hoy PERFIL publica la última encuesta de Management & Fit (ver página 2), que tras reflejar en marzo una caída de la aprobación de Cristina de ocho puntos (había bajado de casi 34% a 26%), recupera la mitad de lo perdido en junio (ahora está en 30% de imagen positiva), mientras que la imagen negativa, que había subido en marzo cuatro puntos, (de 39% a 43%) conserva la misma alta desaprobación.

Podría decirse que la sociedad cristaliza su polarización: se mantiene un núcleo duro que apoya a la Presidenta sin importar las denuncias que caigan sobre ella, o que hasta la defiende más cuando la ven atacada; y al mismo tiempo, un grupo aún mayor que la rechaza sin retorno habiendo muchos de ellos que llegan al nivel del odio.

Volviendo al hipotético analista extranjero que llegara para estudiar estas elecciones, sería lógico que se pregunte: “Pero si cada vez serían menos los votantes neutrales, y cada vez más los que tienen una posición definida claramente a favor o claramente en contra, ¿cuál sería el beneficio de Scioli o Massa en tratar de mostrarse equidistantes de los extremos? Si la tensión entre los que estuvieran a favor del Gobierno y los que estuvieran en contra los hiciera grupos irreconciliables, ¿no sería utópico pretender sumar votos tanto de los kirchneristas como de los antikirchneristas?”

En la Argentina actual parecería más fácil la posición de Macri o de De Narváez, quienes se constituyen mutuamente con el Gobierno Nacional como adversarios. Estar en el medio de kirchneristas y anti kirchneristas no parece una posición cómoda, pero quizás ése sea el secreto. También a  veces es una fina línea lo que separa la estupidez de la genialidad.