Que su libro El fin de la pobreza tenga el prólogo escrito por Bono, que Soros haya donado 50 millones de dólares para su proyecto Aldeas del Milenio y que MTV haya filmado El diario de Angelina Jolie y el doctor Jeffrey Sachs en Africa lo convirtieron en el economista más famoso del mundo. Pero su prestigio académico comenzó cuando, con apenas poco más de 30 años, a fines de los años 80 y principios de los 90, la hiperinflación era un flagelo mundial y Jeffrey Sachs fue quien la erradicaba en países tan diversos como Bolivia o Polonia, y tan rápidamente que se ganó el calificativo del “Dr. Shock”.
Sachs fue asesor de decenas de países con economías en problemas y considerado el economista más influyente desde John Maynard Keynes. Profesor de la Universidad de Harvard entre 1985 y 2000 hasta que la Universidad de Columbia se “lo robó” creándole un instituto –Tierra– a su medida para que lo dirigiera. También las Naciones Unidas le creó otro instituto: el Proyecto del Milenio, cuyo foco es el desarrollo en el tercer milenio. Y es citado por el diario The New York Times como “probablemente el economista más importante del mundo”.
Jeff, como le dicen sus amigos, estuvo en Argentina para ser el orador más destacado en el seminario del T20, el grupo de afinidad del G20 integrado por think tanks y copresidido localmente por Cippec junto con CARI. Sachs dio una sola entrevista extensa que PERFIL publica hoy antes de partir la semana anterior y cuando no se había generado en Wall Street el efecto pánico por la suba de las tasas de interés y el correlato en Argentina de la escalada del dólar, en la que ya vaticinaba: “Estamos en otra burbuja financiera, hemos obtenido dinero fácil de todos los bancos centrales”.
Para Sachs, la grieta es el mayor problema económico, porque el desarrollo requiere consenso e inclusión
Para algunos, la macroeconomía es como la metafísica, una disciplina que se apoya más en las creencias que en la pruebas irrefutables, Kicillof, por ejemplo, sostuvo esta semana que los economistas de Macri se apoyan en ideas viejas que no funcionan. Para otros, como Jeffrey Sachs y su admirador, el presidente del Banco Central, Sturzenegger, es una ciencia con suficiente cantidad de verdades ya fuera de discusión. Por ejemplo, no duda sobre que “la inflación es un fenómeno monetario”.
Sachs es un acérrimo opositor de Trump, a quien califica de ignorante y en un punto que nos toca muy de cerca a los argentinos por la discusión entre ventajas y desventajas del retraso cambiario o de un dólar alto para nuestra economía, dijo: “Trump les echa la culpa del déficit comercial de Estados Unidos a China y Alemania, cuando es por un menor ahorro de los norteamericanos (la balanza comercial es igual al ahorro nacional menos la inversión doméstica)”. Los países que tienen superávit, como China y Alemania, es porque ahorran más. En Argentina también se le echa la culpa a la moneda local sobrevaluada por el déficit comercial, y la realidad es más compleja.
Un tema omnipresente durante la entrevista es la próxima aparición de un “cisne negro” y las consecuencias que tendría para la Argentina, cuya política económica actual apuesta mucho a la llegada de fondos del exterior, tanto vía inversiones como deuda.
A pesar de haberse posicionado al comienzo de su carrera como el “Dr. Shock”, Jeffrey Sachs es un economista de “izquierda” que promueve la socialdemocracia, antagoniza con el neoliberalismo, es muy considerado en el Vaticano y fue coautor con otro célebre economista de “izquierda”, Joseph Stiglitz, del libro Escapar a la maldición de los recursos naturales. En el reportaje agregó: “Ya no se puede vivir del petróleo, el gas y el carbón pese a que Argentina todavía pretenda hacerlo, es un error”.
Considera que la grieta es el mayor de los problemas económicos, porque el desarrollo sustentable requiere consenso e inclusión. Defiende la Asignación Universal por Hijo del kirchnerismo y el gradualismo de Macri, cree en una economía con dominio simultáneo del Estado y el mercado: “Suecia es mi economía favorita”.
El problema de la Argentina es el cambio, se precisa continuidad y consenso; más que vencer, falta con-vencer
Sostiene que el problema de nuestra economía es político porque “Argentina, por años, fue de lado a lado, sin objetivos ni premisas compartidas. Las políticas persisten pero en la siguiente elección todo cambia”. Prescribe, también para su propio país, que está atravesando una etapa también de grieta y división, que más que un gran economista la sociedad precisa un gran psicólogo.
Elogia al papa Francisco: “Una economía de mercado con marco moral es lo que necesitamos en todo el mundo”. Odia a los fondos buitre: “Cada uno o dos años, los fondos buitre atrapan a otro país en su trampa, es muy doloroso y lleva a resultados terribles”.
El raro privilegio de Jeffrey Sachs es ser uno de los pocos economistas que pueden ser leídos con coincidencias tanto por el macrismo como por el kirchnerismo. Lo que motiva una reflexión en la que, desde estas columnas, se insiste sin cesar. La grieta es nuestro mayor problema social, político y económico. Cambiemos y el peronismo, ahora en búsqueda de unión, tienen la responsabilidad no solo de ser competentes electoralmente y ser capaces de gobernabilidad en cada ciclo sino, muy especialmente, de llegar a consensos en cuestiones permanentes. El desarrollo requiere planificación del futuro y certidumbre. El “cambio”, que pudo ser un atractivo eslogan en un momento de insatisfacción social, para tener éxito verdadero debería dejar de serlo y pasar a ser “continuidad” el mejor eslogan de una Argentina institucionalizada sobre la base de consensos.
Esa es la gran revolución a realizar por quienes gobiernan: no solo vencer sino con-vencer al mismo tiempo de que sus políticas vayan demostrando éxito duradero. Para nuestros gobernantes y quienes aspiran a serlo, la lectura del extenso reportaje a Jeffrey Sachs será muy nutritiva.