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Estamos frente a una nueva Hora del Pueblo

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Se acercan las elecciones y la ciudadanía tendrá en sus manos la posibilidad de corregir muchos de los errores que hemos cometido los políticos. Nuestro sistema democrático presenta muchas fallas. Nuestras instituciones no están bien balanceadas y la única posibilidad de recuperar cierto equilibrio funcional depende de que el sentido del voto, más allá de la persecución del interés íntimo o privado de cada cual, tenga también un profundo énfasis reparador.

Buena parte de los constitucionalistas de 1994 bregaron por imprimirle a nuestro régimen democrático un sesgo parlamentarista. Quisieron legarnos una democracia en la que el peso, el mandato y la fiscalización ciudadana se impusieran sobre nuestra perniciosa y recurrente tendencia a la concentración unipersonal del poder.

La preocupación no es nueva y la pregunta central se mantiene incólume: ¿cómo lograr un régimen y un sistema de partidos que represente a la sociedad de la manera más efectiva y plural posible sin que se vuelva una jaula cuya llave esté en manos de otros?

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En términos prácticos la única manera posible de perfeccionar más al régimen democrático pasa por asegurar más cuotas de reparto de poder. Por eso es importante que en la próxima elección, todos hagamos un esfuerzo por acentuar la diversidad en el Congreso Nacional. El voto es el principal correctivo con el que cuenta la ciudadanía para ponerle límites e indicarle el camino a seguir a quienes, tanto desde el oficialismo como desde la oposición, no supimos, no pudimos o no quisimos terminar con esta anomalía centrípeta.

La primera vuelta electoral pondrá en nuestras manos la oportunidad de comenzar a desandar el camino de la desviación hiperpresidencialista que tanto daño nos ha autoinfligido. Asimismo, sería saludable que la ciudadanía empuje decididamente para alcanzar una segunda vuelta que dote a este cambio de profunda legitimidad. De este modo, el ballottage permitirá la consagración de un presidente fuerte con controles y limitaciones fijados en primera instancia. En síntesis: tenemos ante nosotros la posibilidad histórica de consagrar un presidencialismo atenuado con un oficialismo que no tenga mayorías automáticas en el Congreso y un Poder Ejecutivo obligado imperiosamente a erigir coaliciones parlamentarias como soporte de gobierno.

Llega el tiempo del diálogo de verdad. Se apaga el relato y se enciende una nueva era de intercambio creativo y cooperación para sacar, entre todos, al país de la postración.

Podemos mejorar sustancialmente nuestro sistema político reduciendo drásticamente el decisionismo arbitrario del Poder Ejecutivo, volviendo más previsible a la política, conjugando eficiencia con decencia en la gestión y garantizando la independencia de la Justicia.

Los políticos no hemos estado a la altura de las circunstancias y permitimos que casi todo se haya degradado. Ciertamente tardaremos bastante en recuperarnos como país y en reparar la brecha social y política creada, pero la voluntad vital de los argentinos viene despuntando y amanece. Estamos ante una nueva Hora del Pueblo y el país se juega mucho el 25 de octubre como para dejarla pasar.

 

*Director en la Afsca por la oposición.