Hasta último momento estuve tentado de no hablar de los dos eventos que dominaron la actualidad de la última semana, a saber, los resultados de las elecciones legislativas y el dictamen de la Corte Suprema sobre la Ley de Medios. Muchas veces he construido mi columna a partir de hechos menores, muy alejados del centro de la actualidad. Pero esta vez, la impresión de que prácticamente todo había sido dicho sobre esos dos acontecimientos no me parecía una justificación suficiente para no hablar de ellos. Esta tensión se destrabó cuando me concentré en la relación entre los dos eventos, que también ha sido objeto de múltiples comentarios, pero a mi entender demasiado globales y lineales. Idea generalizada: para el gobierno, la buena noticia sobre la Ley de Medios “compensa” de alguna manera el resultado desastroso de las elecciones legislativas. Bueno, las noticias no son vasos comunicantes de modo que cuando una noticia sube la otra baja. No, la cuestión es más complicada, y la puesta en contacto de ambos acontecimientos puede haber generado en recepción efectos no carentes de interés.
La Corte hizo público su dictamen menos de 48 horas después de conocidos los resultados de la elección. ¿Apresuramiento? ¿No podrían haber esperado una semana o dos? La decisión ha sido en general interpretada en el sentido ya indicado de una compensación. El día miércoles, Van der Kooy la califica en Clarín de “mano política tendida al gobierno”. El mismo día y en el mismo diario, Ricardo Kirschbaum la vincula al rol “estabilizador” que su presidente Lorenzetti le atribuye a la Corte Suprema. Hay otras lecturas posibles; aquí va una que vale lo que vale cualquier hipótesis sobre efectos de la comunicación no directamente medibles.
“La función de esta Corte no es establecer si la ley (…) se adecúa a los avances tecnológicos, si es una ley obsoleta, si se trata o no de una ley incompleta o inconveniente o en otras palabras, si se trata de la mejor ley posible” – pág. 73 del dictamen de mayoría. En lo que a mí respecta, mensaje recibido: la Corte considera que no es su función juzgar la pertinencia de los criterios aplicados por el legislador para concebir la ley. Kirschbaum comentó que la Corte había fallado para un “país imaginado y no para el real”. Es verdad, pero tal vez ese país imaginado sea una condición de producción del discurso jurídico. En síntesis: el Supremo Tribunal (1) hace público su dictamen inmediatamente después de las elecciones legislativas; (2) en ese dictamen, insiste una y otra vez sobre la necesidad de políticas transparentes; recuerda, una y otra vez, el principio según el cual los medios públicos no pueden ser instrumentos de apoyo a la política de un gobierno; insiste en que el AFSCA debe ser independiente. ¿No puede esto ser tomado como una invitación a constatar la enorme distancia que separa el país imaginado del país real?
A alguno de los jueces tal vez le bastó mirar la televisión la noche del domingo para decidir sobre el anuncio del dictamen. La larga secuencia en el bunker oficialista, donde casi todos los personajes significativos del Gobierno festejaban la derrota bajo la conducción del vicepresidente Boudou, quedará en la memoria como uno de los disparates mediáticos más notorios de la era K. Que ese equipo grotescamente entregado a la tarea de ocultar un ruidoso fracaso con cantos, aplausos y pequeños discursos triunfalistas, pueda tener el más mínimo interés en proteger la libertad de expresión y asegurar la pluralidad de voces en nuestro país, resulta totalmente inverosímil. Si la orden de poner en escena ese show vino directamente de Olivos no tiene mayor importancia, aunque no me extrañaría que así fuera. La iniciativa tuvo dos características inconfundibles de la estrategia cristinista: el empecinamiento en una misma dirección cuanto más graves son los obstáculos y ese ingrediente auto-destructivo que nunca falta: otorgarle a la figura más desprestigiada del gobierno el rol de “animador” de la fiesta.
La Corte dejó abierto el camino hacia el país real y Lorenzetti lo subrayó el mismo día miércoles: “Esto no termina acá. Cada parte tiene derecho a hacer valer lo que considera es su razón, en este caso el Grupo Clarín u otros medios”. El jueves, Sabatella y otros funcionarios de la AFSCA se apersonaron en distintos locales del grupo Clarín para anunciar el inicio de la adecuación de oficio. El grupo denunció inmediatamente la ilegalidad del procedimiento. ¿La mano tendida convertida finalmente en una trampa? “Si hubiera algún pacto - escribió Carlos Pagni en La Nación - tal vez no sea con Cristina Kirchner, sino con el próximo gobierno”. Mmm…esa hipótesis también me gusta. Esto recién empieza.
*Profesor emérito Universidad de San Andrés.