Cientos de miles de personas pierden la vida cada año en desastres de diversos orígenes, y según la OMS se estima que por cada víctima fatal habrá cinco afectadas en su salud mental. Así “las emergencias se expresan como verdaderas tragedias o dramas humanos y por ende en su abordaje no solo es necesario tener en cuenta los aspectos de atención a la salud física y las pérdidas materiales, sino también atender la aflicción y consecuencias psicológicas”.
Parece una pesadilla, una situación extrema, brutal, impensable, se hizo realidad. Urge intervenir con la prioridad de salvar vidas en el presente, pero es preciso recordar que un abordaje temprano del cuidado de la salud mental es la mejor estrategia para prevenir los trastornos o padecimientos en el mediano o largo plazo. La experiencia internacional de décadas confirma que no es inexorable “el trauma”.
Por una parte, difícilmente se cuente con un especialista al lado cuando ocurra y por otra tal como la ley de Hansel lo expresa “la efectividad en el apoyo emocional aumenta en función de la proximidad, tanto física como temporal” . Saber qué hacer y qué no hacer para ayudar y acompañar en esos momentos es clave.
En principio es necesario comprender qué le sucede a las personas expuestas a estresores extremos, en un ambiente que se ha vuelto impredecible y fuera de su control. Allí, donde su conducta habitual ya no conduce al resultado esperado se activa la percepción de peligro y con ella la respuesta neurofisiológica del estrés. En ese estado de shock y confusión no se logra comprender qué está sucediendo, con una sensación de irrealidad, pueden tomarse conductas irracionales. Es posible volver a entrar al fuego, negarse a ser evacuado, lanzarse desde una ventana al vacío en un intento de huir. “No sabía si era un huracán y tenía que entrar o un atentado y salir corriendo”, dice un sobreviviente .
Según Salomon i Green, como otros autores, tres son los factores fundamentales que modulan el impacto de esta exposición: recibir soporte o apoyo psico-social, recuperar las atribuciones de control interno perdido y contribuir a reducción de la percepción de amenaza. Porque mientras esta se mantenga, la respuesta del estrés quedará activada y sus consecuencias en la salud serán mayores.
Así los principios básicos de intervención con afectados directos y allegados incluyen “Proteger, Conectar, Dirigir, Cuidados Agudos, y la Comunicación” a través de disminuir las fuentes de estímulos sensoriales, dar apoyo psicosocial, brindar confort básico y reducir la incertidumbre con una comunicación clara. Intentar recuperar la dimensión del control interno, repasando mentalmente una y otra vez lo vivido puede conducir al sentimiento de culpa del sobreviviente. La dimensión del azar resulta muchas veces intolerable. Las voces en primera persona lo dicen: “Cuando perdés un amigo, es un ciclo normal de la vida…pero cuando tienes a toda esa gente, y ves que han muerto personas con las que tendrías que haber estado y no estabas, es algo realmente impactante y uno piensa: ‘me tendría que haber tocado estar ahí’”. Pero una decisión de último momento cambió el resultado.
Sobran las muestras de lo que los cuidados agudos significan: “Este posteo es para agradecer la cantidad de personas que nos escribieron para ayudar, para ofrecernos casa, comida, dinero, ropa, contención, abrazos y mate. Gracia…por traernos el primer plato de comida, bombachas y calzones para poder bañarnos y quitarnos el polvo”.
Hay mucho por aprender, porque cualquiera que sepa cómo ayudar, puede hacer a la diferencia.
*Médica especialista en psiquiatría y psicología médica-integrante del equipo regional de respuesta frente a emergencias sanitarias OPS/OMS.
Producción: Silvina Márquez.