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PEOR HUBIERA SIDO el GREXIT

Europa trajo un cisne negro

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Con el Brexit se dio un “cisne negro”, aquel evento de ocurrencia imprevisible que sucede y cuyo impacto es difícil de estimar. Aquí, sus consecuencias en perspectiva.

La excepcionalidad británica en Europa. El Reino Unido (RU) siempre tuvo un status excepcional en la Unión Europea (UE). En primer lugar, siempre fue reticente al proceso de integración europeo. Cuando se crea la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1957, el RU no participa. En 1960, impulsa un bloque comercial alternativo, el Acuerdo de Libre Comercio Europeo (ALCE), con Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza, del cual se sale en 1973 para ingresar a la CEE. En segundo lugar, el RU es distinto porque hasta el día de hoy tiene acceso al mercado ampliado de bienes y servicios en iguales condiciones que el resto de los socios, manteniendo excepciones en áreas fundamentales.

Cuando a fines de los 90 la Unión Europea da el salto a la moneda común, los británicos consiguen una excepción a la última etapa del proceso regulada por el Tratado de Maastricht, que preveía la sustitución de las monedas nacionales por el euro. El RU mantuvo la libra esterlina y el manejo del tipo de cambio, lo que les permitió ir ajustando la paridad de acuerdo con la evolución de su sector externo y el nivel de actividad económica. Al preservar su moneda, los británicos también quedaron exceptuados de las condicionalidades de Maastricht relativas a la zona euro: una deuda pública no superior al 60% del PIB, un déficit fiscal de hasta el 3% del PIB y los límites impuestos a la inflación y la tasa de interés.

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El RU tenía un arreglo institucional que le permitió mantener una pata dentro de la UE y otra afuera y que, visto por los críticos de la implantación de la moneda común, era lo mejor posible.

Además, el RU, junto con Irlanda, no firmó Schengen, que implicó para la UE la supresión de los controles fronterizos y un visado común a partir de 1999. El RU también mantuvo excepciones a las políticas de asilo e inmigración comunitarias. Este status distintivo respecto de los acuerdos de la UE le permitieron, por ejemplo, preservar una mayor soberanía que los otros países miembros de la UE en la administración del ingreso de refugiados en la mayor crisis migratoria europea desde la Segunda Guerra Mundial.

Dimensionando los impactos del Brexit. El hecho de que sea el país con el acuerdo más flexible dentro de la unión donde se produce esta ruptura (Brexit) sorprende. Pero, por este mismo motivo, su salida no debería tener un impacto tan profundo como el que tendría la de cualquier otro miembro, porque nunca en su historia estuvo “completamente” dentro de la UE. El mensaje de las autoridades europeas para reducir el efecto sobre los mercados se podría sintetizar en un slogan: “Se fueron los que nunca estuvieron”.

Las consecuencias del Brexit tampoco pueden ser comparables con la amenaza del Grexit; la salida de Grecia del euro quebraría un pilar de la unión monetaria: el euro es un camino de ida solamente, poniendo en riesgo la confianza en la moneda única y el mismo proceso de integración. La reintroducción del dracma con quitas a todos los depósitos del sistema financiero constituiría para Europa un daño perdurable de grandes dimensiones. El triunfo del Brexit parece estar envalentonando a los partidarios de la salida de la UE en Francia, Holanda, Austria, Italia. La brecha entre el norte acreedor y el sur deudor, el bajo crecimiento, el alto desempleo y la crisis migratoria están generando una crisis de los partidos tradicionales y la aparición de alternativas populistas como las que sostienen el Brexit. El Brexit pone de manifiesto que la UE, tal como está, ya no logra ser el proyecto que ofrece un futuro a los ciudadanos, y en particular a los jóvenes. Quizás el Brexit pueda ser el llamado que despierte a Europa de su siesta.
El escenario más probable. Los que apoyaron el Brexit esgrimieron un conjunto de argumentos contradictorios: “proteger la industria doméstica”, “ser libres y comerciar con todo el mundo sin las ataduras de Bruselas”. El Brexit podrá generar mucho impacto, pero difícilmente ayudará a la industria doméstica, y menos aún a incrementar el comercio internacional. Hoy éste se regula por acuerdos de libre comercio bilaterales y regionales. Salir de la UE implicará para el RU no sólo cambios en las condiciones de acceso al mercado europeo ampliado (al que se dirige casi la mitad de sus exportaciones), sino también desprenderse de los 12 acuerdos de cooperación y comercio de la UE y de las negociaciones del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership), que apuntan a crear la zona de mercado libre más grande del mundo con normas y estándares uniformes. Es difícil que el RU logre mantener el acceso al mercado europeo con un simple acuerdo de libre comercio, y es probable que vuelvan a existir aranceles y demás regulaciones entre el RU y la UE según el marco de la OMC, a pesar de la gran interdependencia comercial existente (Alemania es el principal proveedor del RU, y el 15% de las importaciones británicas proviene de este país, y el RU es el tercer mercado para las exportaciones germanas).

Se abre un período de incertidumbre en la relación del RU con Europa, plagado de interrogantes. Ayer, por ejemplo, empezó la recolección de firmas para pedir al Parlamento europeo un segundo referéndum, juntando dos millones de firmas en unas pocas horas.

El escenario más probable es que, luego de la turbulencia inicial sobre las bolsas, se restablezcan condiciones de mayor normalidad en los mercados, a partir del cortafuegos del BCE, la Reserva Federal y demás bancos centrales, y que se disipe el shock de la noticia. Este escenario descuenta que se frene la descomposición europea. Sin embargo, es probable que el RU enfrente una recesión, generando también dificultades para el crecimiento de la Eurozona.

Sin dudas, no son buenas noticias para un mundo con serios problemas de crecimiento, y tampoco lo son para América Latina y Argentina. Tal vez la salida del RU implique algún retardo para el Acuerdo Mercosur-UE, porque ésta estará ocupada atendiendo estos problemas y, además, perderá un socio que empujaba dicha tarea. Sin embargo, no habrá disrupción en los flujos de comercio, inversión y financiamiento a nivel mundial, como la que habría generado la ruptura del euro por una salida de Grecia.

 

*Asesor económico del Consejo Iberoamericano de Productividad y Competitividad.
Desde Madrid.