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un mensaje para washington y moscu

Excursiones de Israel

En materia de política exterior, apenas un movimiento –si es atinado– puede ser más importante que la compra de varias escuadrillas de F-35 JSF (Joint Strike Fighter), uno de los aviones de combate más modernos del mundo, o de una flota de fragatas generación F-100, escoltas oceánicas de última tecnología.

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En materia de política exterior, apenas un movimiento –si es atinado– puede ser más importante que la compra de varias escuadrillas de F-35 JSF (Joint Strike Fighter), uno de los aviones de combate más modernos del mundo, o de una flota de fragatas generación F-100, escoltas oceánicas de última tecnología. El comentario viene a cuento del viaje iniciado a comienzos de esta semana por el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak –ex premier y líder del Partido Laborista–, a República Checa y a Polonia. Lo inusual de que Israel destaque en misión a su ministro de Defensa a Mitteleuropa, dos países centroeuropeos fuera de su esfera primaria de influencia, sumado a las declaraciones oficiales en el sentido de que Barak tendría en ambos países conversaciones al más alto nivel tanto sobre futuros desarrollos conjuntos en el área de industria para la defensa cuanto sobre abordajes comunes respecto de las ambiciones nucleares de Irán, invitan a analizar el peregrinaje de tres días.

La conferencia que tuvo lugar junto al ex presidente checo Vaclav Havel sobre “Democracia y libertad en un mundo multipolar”, y la conmemoración bajo la nieve en el campo de exterminio nazi de Auschwitz a las víctimas del Holocausto, son actividades de alto valor simbólico pero no pistas que conduzcan a ninguna explicación concluyente.

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Israel (no sólo dicho país) sufre pesadillas a causa del plan nuclear de Irán. Al propio tiempo, Rusia –que pretende que en Washington discontinúen sus alianzas militares con la República Checa y con Polonia– colabora con Irán, quien hace de punto de apoyo para reforzar los reclamos de Moscú.

La secretaria de Estado Hillary Clinton visitó dicha ciudad a partir del 12 de octubre, donde se reunió con el presidente Dmitri Medvedev y con su par Serguéi Lavrov, a la búsqueda de reforzar un entendimiento en materia de desarme nuclear y, seguramente, para que los rusos reconsideren su asistencia económica y militar a Teherán.

¿Es suficiente, para que Rusia entregue la carta iraní, la oferta de desmantelar el radar norteamericano en República Checa y el escudo lanza misiles de Polonia (BMD, Ballistic Missile Defense), o también habrá que delimitar con claridad hasta dónde desea que se extienda su esfera de influencia en los márgenes de la ex Unión Soviética? ¿Es aceptable la idea de reemplazar el escudo terrestre por otro transportado por mar para mantener a raya el rayo iraní? En Polonia, Barak declaró que este nuevo abordaje (el marítimo) provee de más flexibilidad y, en un tiempo relativamente corto, una vía mucho más efectiva y económica para lidiar con “el desafío de los misiles de Irán”.

¿O habrá que añadir –acaso– la exigencia de que Norteamérica se desentienda de sus ambiciones en Ucrania y en Georgia? Si esto se lograra, ¿cuál sería el momento para presentar el nuevo mapa en sociedad y cómo hacerlo? ¿O cuál es el punto de cocción justo para asegurar que Washington es confiable? El vicepresidente Joe Biden tiene previsto visitar Varsovia, Praga y Bucarest a fin de mes.

Entretanto, Barak viajó a República Checa y a Polonia, más o menos al mismo tiempo que Miss Clinton aterrizaba en Rusia. Recientemente, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu hizo un viaje “secreto” a Moscú –por lo demás, al decir de la agencia de análisis estratégico Stratfor, bastante publicitado– en una tentativa para negociar con los rusos qué hacer con los iraníes. Para completar el recorrido es necesario recordar que las negras, en el ajedrez, también mueven. ¿Cómo descifra estos movimientos Irán y qué hará en consecuencia? Recientemente probó el estado de su desarrollo misilístico y afirmó que pueden alcanzar objetivos en Israel, quien sostiene que en poco tiempo más podrán llegar a Europa, haciendo de Irán “la mayor amenaza para la estabilidad del mundo”.

A comienzos de octubre, el The New York Times publicó un artículo en el que afirma que un grupo de expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) de las Naciones Unidas había producido un documento interno que asegura que Irán está mucho más avanzado en su programa nuclear de lo que se había pensado hasta el momento, poseyendo toda la información necesaria para diseñar un arma nuclear.

Así las cosas, otro interrogante se abre paso en la espesura de un mundo que se reescribe a cada instante. ¿A quién fue dirigido el gesto de Israel haciendo de Barak un neoperegrino?

A Rusia, definitivamente. Porque percibe que no está acompañando al sector de la comunidad que promete sanciones a Irán por su desatención respecto de la normativa internacional sobre armas nucleares. Hablar en República Checa y en Polonia sobre “industrias militares” no debe de haber sonado en Moscú como el Concierto para piano Nº 2 en do menor de Rajmáninov.

Sin embargo, si durante las conversaciones se tocó decididamente el tema del “reporte Goldstone” que Jerusalén rechaza (“Comisión de Investigación sobre la Prevención de la Violencia e Intimidación Públicas”, que documentó en 600 páginas acusaciones de crímenes de guerra perpetrados durante la invasión israelí a la Franja de Gaza), y el proceso de paz israelí-palestino, posiblemente ello indique que Barak no visitó República Checa y Polonia como un mero guante de la mano de los Estados Unidos, sino que también está emitiendo una señal a la política exterior de Obama, que siente que lo ha postergado. Y que su inveterada aceptación de los Estados Unidos como un hegemon global es una decisión que puede ser revisada, dando paso a una política exterior con mayor auto- determinación y a la preparación de planes de contingencia.

Las declaraciones de Clinton en conferencia de prensa junto a su colega Lavrov el martes 13, cuando sostuvo que “aún no había llegado el momento para imponer más sanciones a Irán por su programa nuclear” animaron a los líderes israelíes que vienen proponiendo que su país se comporte como una potencia en sí mismo, modificando alineamientos históricos.

Lo dicho: en materia de política exterior, apenas un movimiento –si es atinado– puede ser más importante que un hervidero de aviones no tripulados de observación Global Hawk. Falta saber si lo fue.