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delirios

Fachos de ayer, hoy y siempre

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Leo una entrevista a Pablo Farrés, que publicó El desmadre, El reglamento, El punto idiota y Literatura argentina, un autor que vale la pena leer y que se lee sin pena. Dice (o escribe) Farrés: “Nuestra democracia siempre está al borde del fascismo, ahí donde el sueño fascista por excelencia es el de aniquilar el horror por medio del horror legitimado”. La exactitud de la frase, su perfección epigramática, permite entenderla como una tensión constante entre lo interno y lo externo.

Siguiendo el ejemplo clásico, los fascismos cultivaron siempre el legado romano imperial, el giro de la violencia como método privilegiado de exportar la crisis y domesticar la producción interna. Podría pensarse también (muchos lo han hecho) al fascismo como el reverso disciplinario del sueño liberal. No lo sé. Las tensiones implican cruzamientos. Hace un par de días leí que se estaba inseminando el ADN de los mamuts prodigiosamente conservados en pimpantes y dispuestas elefantas africanas, lo que daría por resultado un mamufante o elemut. La nueva bestia peluda habitará zoológicos o agonizará y morirá prontamente porque el ciclo de las glaciaciones ya terminó y lo que viene, también más rápido que tarde, es el derretimiento de los polos y la subida de las aguas hasta inundar, entre otros territorios, la vereda de mi casa, gracias entre otras cosas a la capacidad de mentir de Donald Trump.

Con aviesa estulticia, el actual presidente de los Estados Unidos difunde el terror a la inseguridad para –citando a Farrés– “aniquilar el horror por medio del horror legitimado”. Su programa xenofóbico es sólo el comienzo de una campaña de superioridad blanca que primero apuesta a la expulsión de inmigrantes indocumentados y el bloqueo del ingreso de musulmanes (y su alta tasa de natalidad), pero luego, en un estadio superior de su ideal eugenésico, le tiene destinados a los remanentes locales un futuro de exportación y aniquilación en las guerras que esparcirá por el mundo: así se deshizo en su momento la gran patria argentina de sus negros, mandándolos a recibir el fuego enemigo.

La comicidad rústica del personaje (sigo con Trump, y acabo) no lo vuelve menos peligroso sino más entrañable. Macri no habría ganado las elecciones si no se hubiera tragado en su momento el bigote de Freddy Mercury. Delirios y delitos de la debilidad humana. Respecto de nuestro presidente, hay un chiste que alienta la oposición, soñando con que el gobierno caerá en sus manos si no es hoy mañana, y que compara al Presidente con Fernando de la Rúa. Pero lo que prima en política no es (como en el caso del mamut prosperando en el vientre de una elefanta), la clonación sino la recombinación, y la fórmula chistosa cierra mejor si al del radical se le suma el nombre de Carlos Saúl Menem.