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Farandulopatía

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Una persistente peste instalada en estos últimos años se ha apoderado de los medios de comunicación y de la política de modo pertinaz. La astracanada del otro día, con el rapero y el “estandapero” convocados por Cristina para emitir sus gracias por cadena nacional de radio y TV, confirma algo vastamente instalado en la sociedad. La pasión febril por la farándula, los chismes, la chabacanería y el más sórdido de los gustos es un jarabe espeso que se cuela por todas partes. Mientras abundan sesudas alusiones a la decadencia argentina, una intrincada trenza de iniciativas oficiales y emprendimientos privados fue llevando a la cúspide de la agenda de lo superficial y la pasión por la grosería. Es un proceso generalizado que no reconoce fronteras, aunque el poder político ha hecho mucho por fogonear esa opción por lo subalterno.

Cuando, flanqueada por su ministro de Educación y su secretario de Cultura, la Presidenta abrió un pomposo y aviesamente denominado “encuentro federal de la palabra”, reveló sus preferencias más íntimas. ¿Acaso no había festejado el 10 de diciembre en la Casa Rosada de la mano de Moria Casán y su hija? Es una decisión profunda, no son errores de su “party planner” Javier Grosman. El problema de verdadera profundidad es que esta militancia en las profundidades de la vulgaridad se advierte, y mucho, en el panorama de todos los medios. Imitadores empeñosos, humoristas a destajo y panelistas siempre más patéticos, desfilan por la TV y la radio sin tregua. Expresan una verdad supuestamente irrebatible: la gente quiere cosas livianas, distraerse y pasarla bien. No la fastidiemos, ni compliquemos, démosle lo que reclama y hagámoslo sin complejos.

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No tengo a mano una hipótesis que explique satisfactoriamente esta deriva fararandulizante. Lo único que me consta es que tratar de mantenerse al margen de estas elementalidades y groserías supone ser etiquetado de aguafiestas, elitista, solemne y arcaico. Una gruesa extorsión de matriz social manda a ejecutar una praxis ritual. Casamientos, divorcios, infidelidades varias (carnales y virtuales también) atrapan y seducen a editores y a una legión de coprófagos. ¿Que siempre se consumió mugre con fervor? Es cierto, pero en las condiciones reales de la Argentina de hoy, una tenaz jibarizacion cerebral ha arrasado con baluartes de otrora, radios, canales de televisión, diarios y revistas que atendían a un mercado exigente y riguroso, lo suficientemente fuerte como para existir al margen de las chabacanerías más vulgares. Noticieros de televisión, programas de radio, revistas semanales y diarios muy establecidos han ido admitiendo el ingreso de la mala moneda. Las peripecias de un chimentero serial que hizo su estrellato como voyeur público de alcobas ajenas, devienen en tema obligatorio de agenda. ¿Era una extorsión de la “zorra” o una operación marquetinera de la “niña”?

Grande y grave pregunta, a responderla se consagraran decenas de horas y también numerosas páginas de medios que no se ruborizan de su propio y evidente menoscabo. Figuritas de las pasarelas, aspirantes a mostrar sus trastes por televisión, hijos y hasta nietos de deslucidas estrellas que siguen figurando en cartelera 40 y hasta 50 años después de haber iniciado sus “carreras”, nadie abandona las pistas iluminadas de la patria farandulera.

Dice Ricardo Martínez en “Las cosas caras (farándula en Chile 1976-2011)”, un artículo publicado en su edición Nº 9 por la revista de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile (2012), que “en la farándula local (…) llegar a ser portada de Cosas (la Gente chilena) ha sido la coronación definitiva de carreras dedicadas a la búsqueda de ese vago reconocimiento que es ser estrella en un país que no dispone de un jet set local más que en sus sueños. Existen numerosos estudios en revistas académicas de corriente principal que muestran que Andy Warhol tenía razón con su idea de los quince minutos de fama: las sociedades de muchos países del mundo se han transformado en sociedades del éxito, y el éxito se mide en portadas, metrajes televisivos, entrevistas exclusivas”.

Estrellas en un país que tiene muy pocas, ¿esa sería la explicación? Parcialmente sí, pero no alcanza. En muchos casos, las páginas de la triada local (Hola, Caras, Gente) y su anillo de versiones aun más (si cabe) plebeyas, suelen poblarse de millonarios ansiosos de mostrar las joyas de su corona. Nadie se arredra ni siente pudor; antes bien, el bajo perfil les parece una falla. Hijos de banqueros hegemónicos, herederos de millonarios banqueros y una entera corte de los milagros, se afana por mostrarse en cruceros, navegando en las góndolas venecianas, fingiendo míticos safaris por África, mostrando las joyas que ellos, poderosos lobos con cuentas bancarias ubérrimas, les regalan alhajas a sus queridas, que confiesan, trémulas, que sus parejas les dan todos los gustos. La abrumadora mayoría de los programas de radio y TV sucumben y dedican horas enteras a divulgar esas miserias.

Perfume de época, todo lo consistente es sospechoso y todo lo esencialmente irrelevante se convierte en inevitable, como si las placas tectónicas de una sociedad confundida siguieran alterándose sin paz ni tregua. Difícil de entender, pero muy visible. Basta advertir a la cada vez mayor cantidad de tipos abriéndose la bragueta y orinando en la calle a plena luz del día, para tomarle la temperatura al tiempo que se vive, empapado de supuestas “transgresiones” que son un mero eructo más del atraso general.

 

www.pepeeliaschev.com – Twitter: @peliaschev