La semana pasada escribí una nota en la que auguraba buenas noticias para el gobierno de Cristina Fernández de acuerdo a las encuestas que el diario Clarín había publicado el 7 de enero último. La diferencia entre la Presidenta y los candidatos opositores era tal, de acuerdo a la consulta, que de no modificarse las preferencias en la opinión pública no habría segunda vuelta.
Ahora, para completar este parte meteorológico, porque no son otra cosa los vaticinios en estas cuestiones, podemos imaginar otro escenario político no tan disparatado si se refuerza la tendencia que percibimos hoy en día. La Presidenta ha presentado cambios en su gabinete. Garré en Seguridad. Abal Medina en Comunicación. Son los viejos socios peronistas con aura militante de la Alianza. La figura del militante le permite a la Presidenta ofrecer una imagen distinta a la población en lo referente a las sospechas de corrupción y de arreglos político-financieros detrás del telón oficial. Limpiará los ministerios de personajes dudosos salvo los más allegados. El probable descarte de nuevos funcionarios, el disgusto de punteros del PJ tradicional y la conformación de un grupo cristinista que reúna a ex frepasistas, camporistas, etc., puede provocar una crisis dentro del kirchnerismo. Se acusará a la Presidenta de estar mal aconsejada y de encerrarse en la torre de Olivos junto a personajes dogmáticos y confrontativos. En una palabra, el Gobierno será calificado de sectario, y se recordará, para marcar el contraste con esta nueva tendencia restrictiva, que Néstor Kirchner hablaba con todos, sabía componer intereses con una inteligente distribución del poder y destrababa conflictos en lo concerniente a las disputas de sus compañeros de ruta.
Eduardo Duhalde saldrá al ruedo a recoger nuevos enfermos del kirchnerismo, y se dedicará a profundizar lo que estima que es su función. Me refiero a la construcción de un capital político que pueda ofrecer a Daniel Scioli para tentarlo en una aventura electoral. Para eso podrá contar con los viejos y nuevos funcionarios despedidos del Gobierno, con Mauricio Macri (que desestimará sus sueños presidenciales y se plegará a la eventual postulación de Scioli), Francisco de Narváez, los gobernadores tanto del NOA como del sur, de Romero a Das Neves y, quizás, también, con el soporte político decisivo de Moyano. Para que esto último ocurra, las relaciones entre la Presidenta y el jefe de la CGT deberían deteriorarse aun más de lo que se han dañado estos meses. El problema de la inflación es real y con aumentos salariales del 30% no disminuirá la espiral de precios; por el contrario, aumentará a niveles peligrosos para la estabilidad del sistema. Frenarlo en sus reclamos tiene un costo que el compañero Moyano no quiere asumir si no quiere ser desbordado por todas partes. Presionar al dirigente gremial con sustos judiciales, buscarle el granito ilegal que le quite el sueño, también tiene sus dificultades. Una de ellas es que vuelva a conversar con su viejo amigo ideológico, Duhalde, en vistas al armado de futuras alianzas políticas. Todo el mundo sabe que si algún resto de corazón peronista todavía les queda a los nombrados, éste late en ellos con el mismo pulso. Lejos están, tanto uno como otro, de congeniar con los “militantes” de la señora Presidenta y ninguno de los dos se desvive por lo logrado en el tema de los derechos humanos.
Por otra parte, es noticia frecuente que los intendentes del Conurbano bonaerense están bastante cansados del avance de los movimientos sociales que les disputan recursos y espacios de poder, y por lo general tienen buenos recuerdos del ex gobernador de la provincia en tiempos de Carlos Menem.
Si Duhalde lograra concretar este sueño político, que no es para encumbrarlo a él ya que está probado que no puede remontar la mala imagen que tiene, entonces, sin destino presidencial propio, podría llegar a tentar a Scioli. Si Cristina Fernández acusara cansancio psíquico, si hiciera caso de un pedido familiar de dedicarse los próximos cuatro años a la vida privada, entonces no habría dudas de que Scioli estaría presente, sólo que, en ese caso, no necesitaría de Duhalde.
Mientras tanto, se insistirá hasta agosto en que Cristina será la candidata, ya que no puede ponerse en duda la gobernabilidad del país. De anticiparse su retiro de la futura contienda electoral, las fieras saldrán al ruedo y cuestionarán su autoridad. Habrá canibalismo político y desafío al poder por su falta de continuidad.
Expectantes. A pesar de estos movimientos tácticos, todo dependerá de la posibilidad de una crisis interna en el Frente para la Victoria por desplazamientos y disconformidades políticas ante este cariz de los acontecimientos. De ser así, de separarse del nuevo talante político que quiere darles la Presidenta a sus colaboradores, entonces el peronismo hoy llamado Federal podrá atraer a círculos del poder que en la actualidad todavía están a la expectativa de lo que ocurre con Sanz, Alfonsín Jr. y el partido radical. En realidad, la corporación económica no quiere a los radicales porque sabe que en ese terreno han demostrado que pueden llegar a ser un peligro para los beneficios conseguidos hasta la fecha, que no son pocos. No podrán con la inflación, ni con el corte de calles, ni con la inseguridad, ni con la educación. No podrán con nada.
Por eso, una alternativa con el capital político que va desde Duhalde hasta Moyano a los pies del gobernador de la provincia de Buenos Aires, obtendrá de inmediato el apoyo ruidoso de los grandes medios y de otros centros de poder. Cáritas, Bergoglio, el rabino Bergman, los diarios como La Nación y Clarín, los canales adheridos a su capital accionario y línea editorial, la UIA,
la Mesa de Enlace, hasta el PO si es consecuente con su doctrina que lo peor es siempre mejor, todos participarán de la procesión apaciguadora, y así podremos llegar a octubre de 2011 con nuevos protagonistas y un nuevo escenario. Que, por supuesto, el hecho de ser nuevo no significa que sea desconocido. Por el contrario, nos es bastante familiar. La novedad sería el motonauta presidente, un hombre que para algunos es un muy buen coordinador, palabra poco usada en política, más aún en una tradición en la que se elogia la capacidad de mando y el miedo como emoción básica de la obediencia. Se insistirá entonces en sus virtudes dialoguistas, en el hartazgo de los argentinos a que se los extorsione y se los mandonee como si fueran púberes y en la necesidad de que nos presida un poder maduro y respetuoso de las reglas y de la Constitución.
Los espíritus pastorales, los que ansían la conciliación de los argentinos, los que usan verba azucarada plena de adjetivos cívicos, no estarán disgustados ante este peronismo fraterno. Hasta los gorilas se deleitarán con dulce de leche. Estarán de parabienes con este populismo posconciliar, pleno de frases rimbombantes rellenas de ternura.
Si Scioli no quiere o no puede asumir el liderazgo, con una modificación de los elementos naturales, del agua a la tierra, se buscará otro corredor.
¿Podrá ser ésta la Argentina del próximo futuro, el de 2011 a 2015? ¿Por qué no? Una Argentina así será, para algunos, la del consenso, la participación ciudadana, la transparencia en la gestión del Estado, la del respeto por el otro, la del sinceramiento económico y la integración al mundo. El país de la ética republicana y la del crecimiento con desarrollo. Qué lindo, la verdad, qué lindo.
*Jorge Fontevecchia retomará sus habituales columnas de contratapa el próximo fin de semana.