Argentina tiene su propia filosofía, que en la mayoría de los casos roza lo dogmático, con lo cual le cabe más bien el rótulo de dogmalogía. ¡Qué nos van a venir los griegos con dudas sobre el propio saber! ¡Solo sé que no sé nada! ¡Andá a cagar! Ya lo dijo Fernández (adivinen cuál, si pueden): “Lo único que sé es que nosotros tenemos razón en lo que decimos”. ¡Qué nos van a venir los cartesianos con sus dudas metódicas! Ya lo dijo Aldo Rico, señores, señoras y señoris: “La duda es la jactancia de los intelectuales”. ¡Así no se llega a nada!
¿Y qué decir del realismo filosófico de aquel general peripatético que rescató la frase “La única verdad es la realidad” del corpus aristotélico? ¡Pero por favor, qué disparate! ¿Vamos a dejar que los seres y los entes tengan una existencia independiente del sujeto que los observa? No, no, no. Seamos idealistas, pero tampoco tanto. Solo existen los contenidos mentales, pero como la mente es un misterio, a veces se manifiesta un contenido, a veces otro, contradictorio con el anterior. Acá es así. Si van a estar jodiendo con el archivo de los dichos previos es que no están entendiendo nada.
Fíjense con cuidado: no se dice “Tenemos razón en lo que hacemos” (nuestras acciones son racionales) sino “en lo que decimos” (el que no dice lo mismo que yo, por lo tanto, se equivoca).
El próximo lunes habrá una convocatoria a un Gran Concilio que (como el de Éfeso) intentará acercar las posiciones de los nestorianos y los arrianos. ¿Qué dirá el Papa?