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en el capitalismo global

Filantropía

La crisis financiera dio nuevo valor a las lecciones de Smith y Marx sobre moral económica. Millonarios del mundo, como Buffet y Zuckerberg donan parte de sus fortunas. Un fenómeno que no sucede en la Argentina.

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A lo largo del año se ha visto cómo la élite financiera, responsable medular de la crisis, ha logrado que los gobiernos apliquen el procedimiento de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas (el observador argentino interrumpe: “Eso aquí ya se hizo con éxito”). También, cómo el management de las corporaciones sigue recibiendo compensaciones extraordinarias. Se ha visto también cómo los mayores bancos de los Estados Unidos han logrado que la nueva regulación no amenace su tamaño y por lo tanto la supervivencia del principio “demasiado grandes para caer”; noticias recientes muestran a un centenar de bancos chicos a un paso de la quiebra.

Adam Smith enseñaba filosofía moral y su libro Teoría de los sentimientos morales fue anterior a La riqueza de las naciones. Smith es tradicionalmente invocado como pilar ideológico del capitalismo, pero su sistema partía de una correspondencia armónica entre el interés particular y la riqueza general “de la nación”. Además, registró que los capitalistas rara vez se reúnen sin conspirar para lograr privilegios (el observador argentino guiña el ojo, como quien la sabe lunga).

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A su turno, Marx consideró la acumulación como central en el capitalismo. Así como que el crecimiento del capital en un cierto lugar –una gran masa en una sola mano– solía ser la contracara de la escasez en muchas otras en lugares distintos. Además, como todos los economistas clásicos, observaba minuciosamente los comportamientos humanos y pudo entonces escribir en El capital que “el afán de atesoramiento es ilimitado por naturaleza. Cualitativamente, o por su forma, el dinero carece de límites, vale decir, es el representante general de la riqueza social porque se lo puede convertir de manera directa en cualquier mercancía. Pero a la vez, toda suma real de dinero está limitada cuantitativamente, y por consiguiente no es más que un medio de compra de eficacia limitada. Esta contradicción (…) incita una y otra vez al atesorador a reemprender ese trabajo de Sísifo que es la acumulación”. (En la mitología griega, Sísifo era obligado a empujar una piedra descomunal por una ladera empinada, pero, antes de que alcanzase la cima, la piedra siempre rodaba hacia abajo.) Concluye Marx: “Le ocurre como al conquistador del mundo, que con cada nuevo país no hace más que conquistar una nueva frontera”.

La semana pasada, esta columna recogió la recomendación de Warren Buffet de que los más ricos debían pagar mayores impuestos. Agregó –refiriéndose al segmento que denominó “superior” (en materia de ingresos)–: “Nos va mejor que nunca”. Los ricos, según Buffet, siempre van a decir: “Dennos más dinero y lo vamos a gastar, lo cual ‘goteará’ al resto de la población”, pero esto no ha funcionado en los últimos diez años. (Los cultores vernáculos de la teoría, diría el observador argentino, son más caudalosos: hablan de “derrame”.) Esta declaración es particularmente interesante por provenir de uno de los primeros en la lista de Forbes sobre los hombres más prósperos del mundo, quien por añadidura es una muy respetada figura del mundo empresario y financiero.

Buffet decidió donar el 99% de su fortuna –parte en los tiempos que corren, y parte post mortem– para emprendimientos de contenido social, lo que hace poco derivó en una propuesta conocida como “la Promesa de Dar” (the Giving Pledge), formulada junto con Bill Gates, que supone para los promesantes el compromiso de donar al menos la mitad de su fortuna. A esta altura, la lista registra una cincuentena de súper-ricos anotados. Uno de los últimos ha sido Mark Zuckerberg, cofundador y CEO de Facebook.

China, que está en todo, y siempre según Forbes, exhibe 64 personas que poseen más de mil millones de dólares, con otros 25 en Hong Kong. El magnate de Internet Jack Ma, que supera los mil doscientos, ha sido probablemente la voz más elocuente orientada a esta visión que desarrolla Buffet: “Una vez que tu fortuna neta excede un cierto punto, ya no es más tu dinero… Es el dinero que la sociedad te ha dado, y tienes que tomar la responsabilidad de colocarlo de un modo correcto”, declaró al The China Post. Así como no queda claro cuánta plata del 99% de su fortuna lleva donada Buffet en vida, tampoco es precisa la expresión “excede un cierto punto”; pero: ¿qué es un millonario sino alguien que se da los lujos que quiere darse?

Ni la socialdemocracia en Europa ni la izquierda en el mundo ofrecen resistencia ni logran articular alternativas a la altura de la crisis. Paradójicamente, propuestas interesantes provienen, por ejemplo, del Financial Times, que postuló la nacionalización de los bancos. En Estados Unidos, un cruzado solitario contra el poder de la banca concentrada ha sido Paul Volcker, ex director de la Reserva Federal (FED), en la misma línea que Simon Johnson, ex economista jefe del FMI y autor del imperdible libro 13 banqueros. Enfrente se multiplican las expresiones de individuos como el ex representante republicano Tom Tancredo, quien en la reciente convención del Tea Party (movimiento estadounidense de derecha) llamó a Obama un “ideólogo socialista”, y explicó que su elección como presidente se debe a que la legislación norteamericana no prevé un test de aptitud previo a que la gente sea autorizada a votar.

Sin que ello pueda ser considerado como una alternativa a la crisis, un grupo humano representativo de la crème de la crème del capital da un testimonio. Vale la pena prestarle alguna atención dado que –con sus más y con sus menos– no se trata de la beneficencia tradicional. Es distinta la escala y en muchos casos parece añadirse el compromiso del donante en inmiscuirse en los detalles de cómo llega a la gente la ayuda solidaria. Tal vez haya allí alguna idea útil.

Según informa BBC News, el fundador de Microsoft Bill Gates y su esposa Melinda se comprometieron a donar 10 mil millones de dólares para que en los próximos diez años el 90% de los niños de los países en vías de desarrollo fuera inmunizado con vacunas existentes y a crearse, lo que entre 2010 y 2019 salvaría la vida de 7,6 millones de niños. La jefa de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, calificó a la contribución como de “sin precedentes” e instó a gobiernos y donantes privados a adherir a la iniciativa. El observador argentino adopta un gesto de escepticismo. “¿Qué es todo esto?”, se pregunta. “Aquí, no se consigue.”