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Flexibilidad peronista en Cambiemos

Esta semana el Gobierno volvió a dar muestras de cierta lógica peronista que aplica en su construcción de política y de gestión.

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Aun a riesgo de parecer reiterativo con el concepto planteado el domingo pasado aquí en PERFIL, esta semana el Gobierno volvió a dar muestras de cierta lógica peronista que aplica en su construcción de política y de gestión.

Una de las máximas preferidas de Néstor Kirchner entre los recién llegados a su círculo de acceso directo era “no oigan lo que digo, sino miren lo que hago”. Era su manera de blandir su diccionario de pragmatismo, tan clásico como el peronismo. Convendría entonces analizar ciertos pasos recientes del actual oficialismo más allá de sus dichos.

Así, tras la descafeinada movilización sindical del martes 22, donde ni siquiera se pudo consagrar una convocatoria a la segunda huelga general por la que presionaron los grupos más combativos de la CGT, Mauricio Macri impuso una agenda de dureza aparentemente novedosa hacia las estructuras gremiales.

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Alguna señal ya había dado meses atrás con la intervención del SOMU, que abrió la puerta a la detención de su líder, el “Caballo” Suárez. Después hizo referencia a las mafias sindicales, que amplió a otros sectores.

Ahora volvió a la acción, a través de los desplazamientos del virtual viceministro de Trabajo y del superintendente de Servicios de Salud, de donde se controlan los multimillonarios fondos que navegan hacia las obras sociales, la esencial caja de cualquier gremio.

Al mismo tiempo, con los buenos resultados obtenidos en las PASO, el Gobierno empezó a acelerar algunos pasos que afectan el sistema sindical tal como lo conocemos hasta ahora. Como reveló PERFIL en su edición de ayer sábado, el oficialismo apunta a una mayor vigilancia de las obras sociales, cambios en los convenios colectivos y reformas laborales.

Viendo semejante menú, se podría caer en la idea de que el plato antisindicalismo está servido en la mesa oficialista. Error. O, al menos, se sugiere evitar la mirada lineal. Veamos si no algunos detalles.
Al mismo tiempo que se despidió a dos de los funcionarios con mayor llegada al mundo gremial, el Gobierno promovió como número dos en el Ministerio de Salud (otra de las puertas hacia las obras sociales) a un hombre de confianza sindical, protegido del acuático José Luis Lingeri, que acumula crecientes sospechas judiciales multicolores.

La salida del viceministro de Trabajo fue impulsada más por su jefe directo, Jorge Triaca, que por sus relaciones más o menos frondosas con gremialistas. Es más, también como se ha contado en este espacio, el propio Triaca ha venido manteniendo contactos reservados con varios sindicalistas (el mencionado Lingeri y el petrolero Antonio Cassia, entre otros) y empresarios para tratar de acordar las reformas que se vienen con la idea tan meneada de bajar el “costo argentino”.

No sería ésta la primera vez que Macri aplica el pragmatismo peronista también en el mundo gremial. Cuando inició su jefatura de Gobierno en la Ciudad, hace diez años, y quiso meter mano en el sistema laboral municipal fue recibido con un paro salvaje por tiempo indeterminado del sindicato. La parálisis administrativa fue total y caótica, pero no duró mucho: una negociación tan ardua como concesiva de ambas partes alumbró la paz. Bien peronista.