En el año 2000, el mundo decidió sobre un pequeño conjunto de objetivos influyentes para 2015, llamados los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Estas metas fueron un gran éxito, llevando a una menor pobreza y a menos hambre al obtener agua potable e incluir a todos los niños en la escuela. Ahora la ONU está trabajando en la siguiente serie de objetivos para 2015-2030.
Es por eso que el Centro para el Consenso de Copenhague (CCC), les ha pedido a algunos de los principales economistas del mundo que examinen los costos y beneficios económicos, sociales y ambientales de muchos objetivos diferentes, como la salud, la nutrición y la educación. Pero un problema acerca del cual la mayoría de nosotros no piensa son las transferencias financieras ilícitas.
En 2011, el Instituto Global Financial Integrity estimó que el mundo en desarrollo había perdido casi un billón de dólares, transferidos ilegalmente al mundo desarrollado. En Africa, veinte países habían perdido más del 10% de su PIB anualmente desde 1980 hacia flujos financieros ilícitos.
Los flujos ilícitos son diez veces el nivel actual de ayuda internacional.
Y este problema afecta a casi todos los países. En 2011, América Latina perdió más de 116 mil millones de dólares. Cada año, América Latina pierde alrededor del 2,6% del PIB de la región. Sólo Argentina pierde más de $ 3 mil millones cada año.
El economista Alex Cobham, investigador en el Centro para el Desarrollo Global, sostiene que debemos considerar definitivamente las transferencias financieras ilícitas al pensar en los próximos 15 años.
Los flujos ilícitos son ilegales cuando son simples lavado de dinero o cuando provienen de dictadores que roban de los presupuestos nacionales. Pero el 80% son evasión fiscal, transferencia de dinero fuera del país mediante subfacturación de exportaciones o sobrefacturación de importaciones. Titulares recientes sobre el régimen fiscal de empresas europeas, como Amazon, Starbucks y Google han llamado la atención sobre este problema.
¿Qué debemos hacer? Cobham propone que uno de los objetivos clave para los próximos objetivos globales debería ser “hacer que toda la información acerca del beneficiario esté disponible públicamente.” Esto haría que los flujos financieros ilícitos sean mucho más difíciles de lograr (y mucho más fáciles de detectar). Si tal propuesta resultó sólo en un 10% de reducción en las pérdidas promedio de flujos financieros ilícitos en la década de 2002, el beneficio sería de 768 mil millones de dólares, pero reducir las pérdidas actuales a la mitad elevaría esto a un asombroso 7,5 billones de dólares.
También se han estimado una gran variedad de costos por el cumplimiento, pero incluso utilizando el más alto de ellos (66 mil millones de dólares) con el escenario de beneficio más bajo, aun así tiene una alta compensación. Por cada dólar gastado, se recibirán 13 dólares de beneficio. En cuanto a sus otras dos propuestas –intercambio automático de información fiscal entre diferentes jurisdicciones e informes multinacionales país por país– es mucho más difícil de definir los beneficios, pero es probable que sean medidas altamente rentables.
Sin embargo, estas propuestas de transparencia tienen que tener una muy buena adhesión universal para tener un impacto sustancial, de lo contrario, simplemente más dinero pasará a través de otros canales que permanecen abiertos. El precedente del marco existente contra el lavado de dinero no es alentador.
Este sistema es universalmente aceptado y la mayoría de los países obedecen la letra de la ley sin detener el flujo de dinero ilegal en la práctica. Incluso, en ocasiones se encuentra que grandes bancos internacionales han burlado flagrantemente las reglas.
Por lo tanto, a pesar de que no podemos esperar cumplir con todos los nuevos objetivos para 2015-2030, Cobham ha argumentado sólidamente acerca de por qué los flujos financieros ilícitos deben estar en el orden del día, y por qué lidiar con ellos podría redundar en un gran beneficio por dólar gastado.
*Director del Centro para el Consenso de Copenhague, y profesor adjunto de la Facultad de negocios de Copenhague. Autor de El ecologista escéptico y Cool It.