El psicótico acusa al otro de hacer lo que él hace.
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Esta vez, la economía, la política o la sociología no alcanzan (tampoco alcanzaban para explicar las cuestiones de Estado en las monarquías). Difícilmente se podrían entender estos 101 días anormales sin apelar a la psicología, alguna vez definida como la explicación racional al comportamiento irracional de los seres humanos.
El matrimonio presidencial siempre fue rico en síntomas, pero nunca antes como en estos 101 días fueron ellos tan notorios. La tensión de esta crisis prolongada actuó de lupa: amplió e hizo evidente ante el ciudadano medio aquello que antes sólo percibía la capa más informada de la sociedad, que tenía acceso a más y mejores fuentes de información. La vertiginosa caída de popularidad de la Presidenta es su reflejo.
Fue tan obvio que Néstor Kirchner magnificó la controversia e hizo más que nadie por transformar el conflicto con el campo en una crisis institucional, que resulta difícil imaginar un error de esa magnitud en un político tan experimentado sin la interferencia de algún estado febril que haya reducido su capacidad de razonamiento.
Y fue tan notorio que cada vez que Cristina Kirchner habló en Plaza de Mayo su voz se acercaba tan peligrosamente a la erupción sentimental, quedando ella misma al borde del llanto, que resulta difícil no atribuir tanta hipersensibilidad a algún nudo emocional no desatado.
Hasta el menos desconfiado de los ciudadanos arqueó sus cejas al ver que el ex Presidente decidió dar su primera conferencia de prensa justo dos horas antes de que la Presidenta hiciera los anuncios por cadena nacional, o que la abrazó con efusión inadecuada a la situación cuando ella terminaba su discurso, diciéndole frente a todos, en el momento más crítico: “Te amo”. No hace falta ser muy pesimista para sospechar que “aquí pasa algo raro”, si además se vio cuatro días antes al ex Presidente transportado por sus simpatizantes como una bolsa de papas por la Plaza de Mayo, con gesto atribulado, mirada perdida y sin emitir palabra.
Era de esperarse que a toda la sociedad le hicieran falta apenas pocas señales para desencadenar el temor atávico a todo aquello que no es la norma. Y que una mujer suceda a su esposo en la Presidencia no es habitual. Esto poco tiene que ver con la real cuestión de género porque, al contrario, nada es más machista que una esposa con poder delegado por su marido.
Si Néstor Kirchner considera que su señora necesita de su continuo apoyo e intervención, ¿por qué arriesgó todo su poder haciendo que ella lo reemplazara en la reelección? Una hipótesis no descartable se elabora a partir de interpretar que los no poco frecuentes comportamientos temerarios de Néstor Kirchner podrían denotar algún problema con la autoridad. La autoridad la encarna la figura paterna, y en el peronismo el padre simbólico es Perón, quien primero no pudo consumar la candidatura de Evita a la vicepresidencia y luego consumó la de Isabel con resultados funestos. Superar al padre sería hacer bien lo que éste no pudo hacer bien.
Cuando Néstor Kirchner dijo que los del campo “hacen machismo de la casa para afuera, porque adentro los manda la señora gorda que tienen”, mientras que él se siente “orgulloso” de cumplir con lo que Cristina ordene, probablemente estaría diciendo lo opuesto: “Yo no soy como ustedes, soy un macho tan alfa que puedo dominar a todos a través de mi esposa”.
Si bien Duhalde no es, como Perón, “el padre de todos los padres” del justicialismo, sí es el patriarca del peronismo pre Kirchner. Probablemente eso mismo ayude a comprender por qué desde el comienzo Néstor Kirchner mimó a los piqueteros, a pesar del rechazo que despiertan en la mayoría de la población, y convirtió a D’Elía en su vanguardia y en su primera conferencia de prensa, para criticar a Alfredo De Angeli y al Grupo Clarín, utilizó la comparación con el asesinato de los piqueteros Kosteki y Santillán en el Puente Pueyrredón, mientras Duhalde era Presidente. Kirchner eligió de aliados a los enemigos de su padrino político: demasiada coincidencia para ser casualidad.
Haya sido por Duhalde o no, la alianza de Kirchner con los piqueteros fue el “huevo de la serpiente” del actual conflicto con el campo. En 2002, Duhalde ordenó a las fuerzas de seguridad impedir que se cortara el Puente Pueyrredón. Luego, Kirchner hizo gala de lo opuesto sin dimensionar que, con el tiempo, sería golpeado por el boomerang que él lanzó: primero con el corte permanente del puente de Gualeguaychú y después con esa técnica llevada a todas las rutas por los ruralistas.
La tragicómica acción y retirada de Gendarmería el sábado pasado en la ruta 14 es el resultado de un Gobierno que carece de legitimidad para hacer cumplir la Ley que él mismo incumplió reiteradamente. Por ejemplo, cuando D’Elía tomó la comisaría de la Policía Federal del barrio porteño de la Boca, el Gobierno no acató la orden judicial de desalojar a los piqueteros de la seccional, y también desoyó las órdenes judiciales de liberar el puente de Gualeguaychú. Resulta imposible que ahora alguien le crea cuando se exime de responsabilidades por la detención de De Angeli diciendo que la Gendarmería cumplió una orden judicial.
La credibilidad –no sólo en el INDEC– es el mayor problema del Gobierno. Ayer, Perfil.com difundió un video de 2002 en el que el entonces gobernador Néstor Kirchner se quejaba porque “las retenciones sirven para bancar la burocracia del Estado nacional, son una política equivocada”. Sorprende ver (http://fon.gs/retenciones/) cómo el entonces candidato en campaña les hablaba a los productores rurales de Las Parejas, capital de la Pyme Agroindustrial de Santa Fe, con los mismos argumentos que hoy emplea De Angeli. En Perfil.com también se puede escuchar un audio de 2001 donde Kirchner explicaba por radio su amparo ante la Corte Suprema por fondos que el Gobierno nacional se apropiaba indebidamente de Santa Cruz: “Es confiscatorio, quiere tener déficit cero a costa de las provincias. Esperamos que la Corte Suprema restituya el respeto a las leyes. Es insólito que el Presidente no respete el ordenamiento jurídico. Qué queda para los argentinos si el presidente no respeta la ley.”
<b>Marx y Hegel.</b> El lenguaje del matrimonio presidencial es como la piedra Roseta a la hora de descifrar sus síntomas. Cristina Kirchner, dos días seguidos –uno de ellos, en su discurso en la Plaza de Mayo–, citó un párrafo del 18 Brumario donde Marx escribió: “Hegel dice que todos los grandes hechos de la historia universal se producen dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera vez como tragedia y la segunda vez como farsa. Luis Bonaparte fue, así, la caricatura de su tío”, refiriéndose a Napoleón, que conquistó toda Europa continental, mientras su sobrino Luis condujo a Francia a la derrota ante la Prusia de Bismarck, en 1870.
Cristina apeló a que la historia se repite como farsa (ella lo sustituyó por “comedia”). Su intención era devaluar el uso de las cacerolas, pero como suele ocurrir en situaciones de estrés, inconscientemente, desplazó hacia el otro su propio problema. ¿No podrían muchos ciudadanos pensar que el gobierno de Cristina Kirchner es una repetición farsesca o “comediada” del gobierno de su esposo, de quien hereda la mayoría de los ministros y los más importantes secretarios de Estado?
El problema de Cristina Kirchner es, casualmente, la repetición de lo mismo que su marido, sin ser su marido. Si Néstor Kirchner fuera hoy el Presidente reelecto en lugar de Cristina, muchas de las técnicas que ella heredó de él, y que reitera sin éxito, tampoco le resultarían ya eficaces al hoy ex Presidente, porque se desgastaron y perdieron sorpresa, dado que el contexto cambió.
En cualquier caso, el problema de fondo es que resulta mucho más difícil superar cualquier desafío si quien tiene el poder real no tiene también el poder formal.