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Francisco, Cristina, Scioli y La Cámpora

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Hay dos maldiciones seculares que repican en el cerebro con el tintineo del pensamiento obsesivo. La primera es una expresión de deseo: “Ojalá que te enamores”, la segunda parece tener un carácter predictivo: “Que te toquen tiempos interesantes”; y hay una tercera, refranera, que se atribuye a Perón, Juan Domingo, y que dice: “La experiencia es muy buena… en el otro”. Es claro que, como toda frase con el copyright peronista, después puede encontrarse en el refranero ruso o en las citas citables de Catulo, Séneca, Julio César o cualquier autor convenientemente venerable con el que antaño el ejército argentino-prusiano educaba a sus oficiales. Lo cierto es que ahora no podemos menos que reconocer que estamos corriendo el riesgo de enamorarnos de estos tiempos interesantes que sobrevienen en la Argentina y que nos convierten a la vez en sujeto y objeto de esa experiencia que preferiríamos verificar en cuerpo ajeno.

Es fascinante que el Papa haya alcanzado el pináculo más alto del sueño argentino (“mundo peronista”), y que resulte el gran elector de la patria. ¿Liberará su interdicción sobre Massa para abrir el juego? ¿Seguirá la papista Lilita trabajando para destruir la perspectiva de un centroizquierda republicano y éticamente potable a favor de la alianza con el macrismo no peronista que acuerda los negocios inmobiliarios de la Ciudad con las filas nacionales y populares del proyecto que dice ser su antítesis, su némesis y su negación? ¿Seguirán fumándose los jóvenes de La Cámpora, convenientemente mariottizados, las mandantes adecuaciones de la realpolitik a sus sueños de apenas ayer? ¿Serán franciscoprimerizados y sciolitizados, al fin y al cabo? ¿Se disipará el sueño de una fuerza propia o núcleo duro o guardia de hierro K, durará en el curso de los años, o se disolverá con el peso de la atracción magnética de las nuevas figuras de poder? (El fantasma más temible: ¿se repetirá bajo el próximo gobierno, si fuera sciolista, la lucha entre facciones de izquierda y derecha?) El kirchnerismo tiene o ha tenido una impronta inédita en la cultura política argentina: con pocos elementos sustentables en su propio pasado, se designó hijo de lo que no fue y adoptó como madres a quienes vivieron la tragedia de ya no serlo y eligió como figura retórica de su acción la épica redentorista que por efecto de su propio énfasis se coloca –y se cree– en el lugar de la verdad.

Siguen las preguntas: ¿nos enteraremos alguna vez de cuáles fueron las cláusulas secretas del acuerdo Chevron-Gobierno? ¿A quién denunciará Lanata cuando el Gobierno arregle con los buitres? ¿Es cierto que Francisco pidió a Scioli que pusiera a Cristina como candidata a diputada porque el peronismo tolera las causas y acusaciones sobre los ajenos, pero la democracia no lo soporta bien cuando el peso más bien laxo de la ley cae sobre hijos y nietos de Evita y Perón?

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