Corría el mes de febrero del año 2014 y fui invitado a dar una conferencia con Alberto Garzón. El representaba a Izquierda Unida y yo a un recién nacido: Podemos. En un momento determinado de la charla alguien tomó la palabra para decir: “¿Cuál es la clave que los diferencia a ustedes?”. Yo me la jugué y dije: “La diferencia fundamental es que nosotros [Podemos] sabemos cómo ganar”. Decir eso, cuando nosotros no entrábamos en ninguna encuesta, era arrogante. Garzón representaba a una fuerza política con mucha historia, con porcentajes de voto respetables, y nosotros éramos apenas una hipótesis que muchos se tomaban a risa; no sólo los sectores oligárquicos, también buena parte de la izquierda.
Aquella anécdota puede verse en un video en YouTube que se llama El secreto de Pablo Iglesias. Allí se cuenta que nosotros habíamos descubierto algo importante. Nosotros no éramos gente extraordinaria, sino gente ordinaria que había tenido tiempo de conocer algunas experiencias y que habíamos tratado de aprender de sus enseñanzas. Nosotros habíamos visto lo ocurrido en América Latina... y habíamos visto que se puede ganar. Que incluso después de la caída del Muro de Berlín, se puede ganar.
Hay una obra fundamental de Norberto Bobbio que se llama Destra e sinistra [Derecha e izquierda], que decía –con razón, aunque reconocer esto sea enormemente amargo–, que las nociones izquierda y derecha después de la caída del Muro de Berlín, adquieren un significado completamente distinto y en buena parte de los casos un significado que regala la victoria a los adversarios. Eso implicaba asumir que teníamos que descolonizar lo que nosotros representábamos. A nosotros nos había gustado siempre leer a Frantz Fanon, con ese prólogo maravilloso de Jean-Paul Sartre en Los condenados de la tierra, en el que dice a los europeos: “Es Europa la que debe sacar de sus entrañas a ese colono que lleva dentro”. Eso tiene que ver con la manera en la que los europeos se han relacionado con las áreas periféricas del sistema-mundo. Algo que también tiene que ver con la izquierda, porque había una lectura en clave de que el sujeto político era la clase obrera industrial que tiene como enemigo fundamental a la burguesía y que se tiene que dotar de estructuras sindicales, de estructuras políticas y que, básicamente, ya van a venir los marxistas europeos a explicarle a todo el mundo lo que hay que hacer… Fanon cuestionaba esa visión y hablaba del lumpenproletariado como un sujeto de potencia revolucionaria difícil de entender para los europeos y del papel crucial del campesinado en sociedades donde no se había producido la revolución industrial, y también sobre cómo los elementos étnicos son absolutamente cruciales a la hora de entender la liberación y las formas de subjetivación política, y cómo, en última instancia, los saberes europeos se tenían que contaminar de otros saberes y de otras condiciones particulares, también producto de los procesos históricos.
Estas reflexiones tenían mucho que ver con nosotros y nos hicieron ver América Latina de otra forma. En el mes de diciembre de 2005 yo estaba en Bolivia para participar como observador internacional en las elecciones, y recuerdo una conversación con Iñigo Errejón, a través de messenger, en la que yo le decía a Iñigo emocionado: “No te imaginas lo que está ocurriendo aquí; aquí están ganando los nuestros”. Imaginaos lo que representa la palabra “ganar” para un europeo como nosotros.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa Occidental las posibilidades de transformación política se cerraron para siempre. Imaginad lo que significaba que alguien como Enrico Berlinguer, el heredero del partido de Palmiro Togliatti y de Luigi Longo, llegara a afirmar en un ejercicio de pragmatismo político sin precedentes:
“Me siento seguro bajo el paraguas de la OTAN”, que era una manera de reconocer que la geopolítica derivada de la Guerra Fría implicaba un reparto por bloques, y si los comunistas italianos querían llegar al poder tenían que asumir que “nos ha tocado en uno de los bloques”, y que había que aceptar todas las reglas derivadas de esa situación. Ni siquiera esos comunistas italianos que llegaron a ser la segunda fuerza en su país, que llegaron a ganar unas elecciones europeas, que controlaban los principales gobiernos regionales y buena parte de las más importantes alcaldías, que tenían de su parte a la mayoría de la intelectualidad italiana que estaba ligada al Partido Comunista, ni siquiera ellos pudieron cambiar las cosas.
Se convirtieron en el Partido Democrático de la Izquierda, luego en Partido Democrático y ahora en una cosa que es la nada política y que encabeza un señor democristiano que se llama Matteo Renzi, y que se ha convertido en la referencia fundamental de los despistados socialistas españoles y que representa una opción social-liberal.
Me comentaba un periodista español off the record que la razón por la cual el líder de los socialistas españoles nos ataca tanto, incluso con un lenguaje propio de la extrema derecha cuando dice “esos populistas de Podemos que quieren construir una dictadura como la de Venezuela”, era que Renzi le había recomendado hacerlo. Y eso revela en qué se ha convertido Europa, en qué se han convertido los partidos políticos herederos del movimiento obrero y la socialdemocracia. Imaginaos lo que significaba en el año 2005 que yo dijera: “Aquí estamos ganando nosotros”. Y ese “ganando nosotros” a lo mejor no tenía la simbología, los colores, las tradiciones, los estilos de la izquierda clásica. Tenía una serie de elementos nuevos, en un contexto completamente nuevo. Pero la mayoría de la izquierda europea sigue empeñada en no entender lo que ha ocurrido en América Latina en los últimos quince años, cuando vienen a decir que lo ocurrido es que ha ganado la izquierda. Y nosotros pensamos que eso es un análisis demasiado simple para entender las cosas, demasiado cuadriculado. La realidad es más compleja y más difícil.
*Líder de Podemos / Fragmento de su nuevo libro Podemos. La fuerza política que está cambiando España (Editorial Capital Intelectual).