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Defensor de los Lectores

Fútbol y manipulación social

“Las personas necesitan creer en algo y el fútbol les permite soñar con una gloria ficticia. Ven a los jugadores como héroes, que hacen realidad sus sueños y les brindan gestas”

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Pantalla. Cómo construir el humor de las audiencias. | cedoc

“Las personas necesitan creer en algo y el fútbol les permite soñar con una gloria ficticia. Ven a los jugadores como héroes, que hacen realidad sus sueños y les brindan gestas. Piensan que sus cánticos dan alas a sus ídolos para lograr una hazaña memorable por la que serán recordados. Ahí entran en juego los sentimientos. El fútbol es como tal una pasión y religión. Es capaz de concentrar a 60 mil personas en un estadio y a varios millones frente al televisor. Todos vibran de emoción a la vez y endiosan a los jugadores, es una especie de culto religioso. No es malo alegrar a la gente, lo grave es manipularla y jugar con lo que siente”.

La cita corresponde al artículo “Fútbol y manipulación social”, escrito por el periodista y filólogo alemán Santiago Flores Alvarez-Ossorio, un análisis meduloso acerca de la incidencia de este juego-deporte-pasión que tuvo a los argentinos con el corazón en la boca hasta ayer, punto final de la participación de la selección local en el Mundial de Rusia 2018.

Esta columna no intenta analizar lo sucedido en términos deportivos, pero sí en relación con las conductas individuales y colectivas de los lectores, que –salvo excepciones destacables– fluctuaron entre el optimismo desbordado y un pesimismo desolador. El artículo citado es valioso porque permite aclarar de qué se habla cuando se habla de manipulación por vía de los medios y también de actividades que construyen masividad.

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Desde que el Mundial comenzó, en los medios (y entre periodistas de esos medios) se generó una grieta alimentada por este fenómeno social, que excede largamente lo deportivo. Por un lado, afortunadamente, se instalaron los discursos meditados, con fundamentos, sensibles pero no sensibleros, de buena parte (la mayor parte) de redactores, editores, conductores de radio y televisión y referentes del fútbol en redes sociales; por otro, lamentablemente, crecieron opinadores que eligieron la desmesura, cuando no la crueldad, para analizar los aspectos técnicos y lo que fue y será seguramente una visión farandulesca y tramposa de la Selección, su técnico y la dirigencia del fútbol argentino.

Si algo sirve de ejemplo a esa desmesura de la que se habla más arriba, basta recordar ese minuto de silencio con cámara abierta en un programa de televisión, patético intento por despreciar (no menospreciar) a quienes fueron a Rusia a transpirar la camiseta de la Selección. Esa desmesura se contagió a medios habitualmente más serios y, con argumentos cuando menos endebles, afecta el derecho de las audiencias a decidir libremente qué posición adoptar ante cada personaje y cada situación. Este diario no estuvo ausente de tales excesos (baste con recordar el título de la tapa de Deportes del domingo 24: “Crisis total”, y la definición de “caos” con la que se cierra el copete de ese título).

No está allí, sin embargo, lo más grave de las coberturas observadas en los distintos medios locales, sino en la relación entre ellas y una realidad cotidiana que lleva semanas de deterioro sin solución de continuidad. Por acción, por desmesura también, por omisión o por complicidad, el fenómeno futbolero sirvió (sirve aún) para morigerar en la población los efectos de una dura situación que aprieta el cinturón y vacía los bolsillos.

En el artículo que abre este texto, se señala: “El fútbol es para algunos un juego y para otros una forma de vida. Hay quien lo usa como negocio o lo sigue como ideología. Llega a considerarse una pasión e incluso representa una religión. Forma parte del mundo actual, de la sociedad de masas que todo lo envuelve. Está presente en cualquier parte del mundo y tras él hay intereses ocultos. Unos pocos lo utilizan como instrumento de poder. Un poder para hacer dinero, controlar y manipular”. Y más: “Quizás ha llegado el momento de mirar un poco más allá, de descubrir qué se esconde detrás de todo ese circo”. Señala el autor que “si los emperadores romanos hablaban de pan y circo, aquí ocurre algo parecido. El objetivo es que la gente esté pendiente del partido, no que tenga tiempo para reflexionar sobre los acontecimientos de actualidad. Se oculta o tergiversa la realidad con ayuda de los medios de comunicación y un ciudadano se encuentra ante sí con una realidad construida por los medios”.

Más claro, imposible. Son los medios, los periodistas, los que privilegian una u otra postura, quienes endiosan o envían al cadalso a jugadores, técnicos, dirigentes, quienes le presentan a la audiencia (en todos los formatos conocidos, incluyendo las redes sociales) situaciones que merecerían ser analizadas con mayor profundidad y desde todos los ángulos posibles.

Como en otras ocasiones, este ombudsman les propone a los lectores el sano ejercicio de mantener la neurona atenta, como insistía Tato Bores.