COLUMNISTAS
dos lideres frente a frente

Gana el Sí en el referendo de hoy

Los ecuatorianos decidirán hoy si aprueban las reformas constitucionales que propuso Lenín Moreno en el marco de su enfrentamiento con el ex presidente Rafael Correa.

0402_lenin_moreno_ap_g.jpg
Lenin Moreno. Su imagen se fortalece por el abrupto contraste con su predecesor, Rafael Correa. | AP

Los ecuatorianos decidirán hoy si aprueban las reformas constitucionales que propuso Lenín Moreno en el marco de su enfrentamiento con el ex presidente Rafael Correa. Pocos tienen interés en lo que dicen la mayoría de las preguntas, excepto dos: la que prohíbe la reelección indefinida de las autoridades y la que destituye a una Corte con amplios poderes, integrada por incondicionales de Correa, con la que concentró todo el poder del Estado y mantiene una cuota de poder. Si triunfa el Sí, no volverá a ser candidato y acabará de perder el poder.

En 2017 Lenín fue candidato de Alianza País, el partido con el que gobernó Correa los últimos 12 años. Al inicio Moreno fue vicepresidente de Correa, y proyectó una excelente imagen por su preocupación por los discapacitados. Demasiada imagen para que Correa le permitiera subsistir.

Moreno fue siempre un militante de izquierda coherente, sin la confusión entre ideas socializantes, autoritarismo, supersticiones religiosas y la megalomanía enfermiza que caracteriza a Correa. Hace años fue víctima de un asalto en el que un delincuente le incrustó una bala en la columna vertebral y lo dejó en silla de ruedas. Supo superar la adversidad con grandeza y es el de siempre, una persona amable, alegre, que nunca grita ni ofende a los demás. Esta forma de ser lo fortaleció por el contraste que representa con la violencia primitiva de Correa.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El neurólogo británico David Owen podría haber escrito uno de sus libros sobre los extremos a los que puede llegar un político víctima del síndrome de Hubris estudiando a Correa, un caso que se desarrolló hasta la patología.

Correa siempre habló de sí mismo en tercera persona, como si fuera un admirador de un presidente infalible al que idolatraba y para el que reclamaba todos los honores. Gobernó cuando el Ecuador vivió la década más rica de su historia: es un país petrolero que estuvo acostumbrado a vender el barril de petróleo a un máximo de 10 dólares y durante el correísmo llegó a venderlo en 120. Cierto que el dinero no lo es todo. La dictadura militar venezolana tuvo diez veces más ingresos y dejó un país en ruinas, en el que ni siquiera había comida mientras los militares no sabían qué hacer con tanto dinero. Correa hizo una obra importante. Ecuador quedó con una enorme red de carreteras, con transformaciones interesantes en salud, educación y otras áreas. Fue víctima de su atormentada psicología.

Su narcisismo lo llevó a perseguir a cuanta persona lo contradecía. Los policías hicieron una huelga defendiendo una canasta de víveres que les repartían en Navidades. Correa fue a disolverla personalmente, se enfrentó físicamente con los uniformados, se metió en el hospital de la policía, del que se negó a salir, se declaró secuestrado y lo hizo bombardear. No le cabía en la cabeza que alguien lo contradijera.

Solía desplazarse protegido por cientos de hombres armados por su pánico paranoico a un atentado. En alguna ocasión un adolescente le hizo una seña de repudio cuando pasaba la caravana. La detuvo y bajó personalmente a romperles la cara a trompadas al niño y a su madre y los mandó a la cárcel. Su obra se opacó por la enfermiza manía de insultar, ofender y perseguir a la prensa, a la policía, a los empresarios, a los médicos, a los abogados, a los trabajadores, a los de derecha, a los de izquierda, y a todo el que se le cruzara por delante. Si Correa se candidateaba en 2017, era difícil que ganara.

Forzado por las circunstancias designó candidato de su partido a Lenín, la única figura con buena imagen de su partido, que habría tenido un triunfo amplio si Correa no hubiera sobreprotagonizado la campaña apoyándolo, ninguneándolo y desautorizándolo.

Moreno ganó el gobierno, pero necesitaba consolidar el poder. El Sí va a obtener un triunfo contundente gracias a su imagen, que mejoró hasta llegar a 68% positiva y 25% negativa. En el país solamente hay otro dirigente con un saldo de opiniones positivas: Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil, con 48 a favor y 42 en contra. Todos los demás tienen saldos negativos, que a veces son enormes.

La imagen de Rafael Correa fue excelente durante años, sus positivas oscilaron entre el 60% y el 70%, pero llega al domingo con 43% de positivas y 48% de negativas. El poder es una droga peligrosa que se debe manejar con mucho tino, y Correa no supo hacerlo. Su problema, más que cuantitativo, es cualitativo. Hay miles de ciudadanos que fueron víctimas de sus atropellos y que lo detestan porque los humilló y los vejó.

Cuando empezó a recorrer el país hubo algunos que lo insultaron, le tiraron huevos. Correa, sin contacto con la realidad, se bajó de la camioneta para golpearlos y los amenazó con la cárcel, como lo hacía cuando estaba en el poder. En una pequeña población, tumbó la puerta de una casa para tratar de agredir a sus habitantes, porque pensó que desde ahí le habían arrojado unos huevos. Cada incidente que protagonizó acentuó el odio que le profesaban miles de personas. Durante 12 años hizo programas semanales de radio en los que insultó de manera procaz a miles de personas, que ahora lo encontraban en la calle, sin escoltas, y veían la oportunidad de hacerle algo.

Desde un punto estratégico, esos ataques constantes podían victimizarlo y ayudar al No. Hay un porcentaje pequeño que lo detesta, otro semejante que lo idolatra, pero la mayoría no quiere que lo atropellen, aunque no lo apoyen.

En su momento, Correa, Chavez, Morales llegaron al poder porque la mayoría de la gente estaba harta de los políticos tradicionales. Los partidos políticos de sus países, que no pudieron entender la política contemporánea, desaparecieron. Es superficial decir que todos los partidos fueron malos y por eso asomaron estos mesías, pero la verdad es que en este proceso se desprestigiaron tanto los dirigentes tradicionales como las organizaciones sociales, que terminaron con una imagen lamentable. En la recta final de la campaña reaparecieron algunos de ellos insultando violentamente a Correa y respaldando el Sí. Cuando se organiza racionalmente una campaña, se estudia científicamente la imagen de los actores políticos y se les pide que borren de la campaña a todos los que quieren apoyarnos pero tienen más opiniones negativas que positivas. El problema está en que algunos dirigentes desprestigiados encuentran la oportunidad para reaparecer y atribuirse el triunfo. En realidad, solamente quitan votos y quedan de oportunistas.

Se inscribieron para hacer campaña por el Sí varias organizaciones que representaban a cientos de naciones, grupos étnicos, pueblos, regiones, y que dicen tener estructuras que manejan más votos que toda la población del país. En la realidad, ninguna aportó votos. Como es usual, las estructuras son un negocio de algunos que quieren repartirse unas monedas para después reclamar una cuota de poder en nombre de una capacidad de movilización que no tienen. En nuestra sociedad crematística, las estructuras existen cuando alguien las paga y desaparecen en cuanto no hay cómo pagarlas.

Algunos cayeron en la tentación de hacer campaña sucia. Hemos dicho reiteradamente en nuestros textos que esto es un disparate, que no sirve para nada, pero en todo el continente hay miles de personas que se fascinan con esta actividad que solo mueve los bajos instintos de algunos que tienen su voto resuelto.

Vivimos en una sociedad en la que los ciudadanos quieren tener relaciones horizontales con los líderes. Casi todos los presidentes de América Latina tienen mala imagen por la distancia que establecen con la gente común. Los dos presidentes mejor evaluados son Macri y Lenín, dos mandatarios que evitan las formas empaquetadas de los antiguos, no se creen boceto de estatua.

Lenín va a ganar de manera contundente el plebiscito, a pesar del apoyo de políticos y organizaciones que son solo membretes vacíos. Estará en sus manos dirigir el tránsito del país de la tiranía hacia la democracia, y de una etapa en que se hacía cualquier cosa porque sobraba el dinero a otra en la que el país puede progresar produciendo más e insertándose en el concierto internacional de naciones.


*Profesor de la GWU y miembro del Club Político Argentino.