Podrán decir, podrán hablar y murmurar, pero derecho siempre fui. Por eso estoy aquí, con esa mezcla de placer y aburrimiento, cansancio físico, a veces moral, haciendo lo único que sé: mandar. Siempre me senté en la cabecera, en casa, en el club, en las asociaciones que integré. No sé. He descubierto muy temprano que donde hay cien personas, por ahí una sola es capaz de mandar. Es débil el hombre. Lo pienso ahora que observo a estos idiotas con la mano levantada y esa sonrisa adulona, esperando cada uno de ellos ser el que más atención me genere, y me afirmo en la idea. Tropa son. Y fueron, porque en estas décadas, ¿a cuántos vi con la mano levantada y la mirada aquiescente? Me gusta congelarlos así, en este momento en la nueva votación, cuando alzan la mano con el reloj que les regalé, cuando levantan la manga del saco inglés que se compraron en la gira a la que los mandé. Un minuto después desfilarán por la cabecera y, si les pusiese en broma el anillo para que lo besen, lo harían, hasta con una rodilla en el piso. Por ahí me doy el gusto. Sobre todo con ése que alza su brazo y se inclina sobre la mesa para que lo vea mejor. Todos estos guachos caen. Hay que cambiar cosas, decía en las radios. Que iba a hablar conmigo, que había que renovarse... Dos meses le duró la pavada. Con una gira me fue suficiente. Lo llamé y le dije que necesitaba un tipo que me supiera manejar la delegación a Europa, alguien que no me dejase pasar una en los hoteles, un hombre de confianza, porque, no lo repitas, no son muchos a los que puedo poner ahí... pasaron cosas, ¿entendés? Me miraba incrédulo. ¿Sabe qué pasa? -me dijo-, en la comisión del club les va a dar envidia y me van a atacar por el lado de que con las deudas que tenemos no puedo andar de paya por el mundo. Me levanté, caminé hasta colocarme detrás y le pregunté cuánto debían. Bueno, hablá con Fulano en la tele, le voy a decir que te adelante una plata y después armamos algo aquí para que te aparezca dinero genuino. Eso es mandar. La única verdad de los hombres está en el bolsillo, en la figuración. ¿Levantás la mano, eh? Me costaste nada más que una tarde. Esa noche fuiste Gardel en el club. Sentiste que el poder viene del poder. Y también te sentiste cuando llegaste a tu casa y despertaste a tu mujer para decirle que yo te mandaba a Europa. Ahora estás ahí, con la manito levantada, me mirás. Si hiciera una fila querrías ser el primero. No querés cambiar nada, ahora, ¿verdad? Ya estás hecho. Seguí con la mano arriba que la quiero ver. Vamos, tocá el techo en el palacio de mi democracia. Que digan que esto no es democracia todos los giles que hablan por hablar. Los tipos votan. Alguien cuenta los brazos en alto y ya está. Hay un ganador democrático. ¿No les gusta la democracia, acaso?, pregunto yo, que vengo de otro tiempo. Era igual cuando empecé. Dedocracia, compra de individuos baratos, mordaza, favores. Pero luce mejor ahora. ¡Es democracia! Con plata, con caja, con diarios que te miman, porque yo también sé que el poder viene del poder y supe entregarle el alma al diablo. Pero no en la búsqueda de la juventud eterna, sino del poder para siempre. Cuando se van dando cuenta de que tenés los diarios más importantes a favor, casi todas las radios, y todo lo que sale por televisión, entienden cuáles son los límites. Levanten esos brazos, señores. Arriba las manos. Al que se mueva, lo quemo. Quietos ahí, así, mansos, inútiles, comprables por nada, sin principios, vacíos, con la mirada de imbécil agradecido. !Viva mi democracia! Bueno, ya pasó. Bajen la manito. Pónganla sobre la mesa tan eterna como yo, con la palma hacia arriba. Así como viven. Otra goleada en el arco de los contra. Podrán decir y murmurar que soy chorro y que me la llevo, que camino del revés; si voy, si vengo o si fui... pero no podrán decir que esto no es bien legal. Esta vez, hasta tuve una abstención. Un Judas para este pobre Cristo que multiplica los panes y los bulones. Eso tienen. Una vez que no les das el árbitro, el préstamo, el viaje o la ventajita, algunos te clavan el puñal. Otros son más sabios, entienden que, a la larga, conmigo ganan. Mejor para mí que haya una pequeña fisura. Ni yo lo hubiese tramado. Una votación plural, libre, tolerante. Uno en contra, otro no vino, pobre... lo que les espera. Para los amigos todo y para lo enemigos, ni penales. No se avivan. Así les va. Aquí está mi gente. Aprenden de mí de moral, negocios, de cómo se abren cuentas, las seguridades de Suiza. Es gente digna de mí. Yo para ellos y ellos para mí. Somos mosqueteros. Yo protejo, educo, presto, corrompo. Ellos disponen que mande, dicte, estatuya, determine, gobierne, regentee, facture, remita, expida, disponga, amedrente, mandonee. Soy así. Y no podrán decir que me engrupí. Presidente, siempre fui.