En la gestión ambiental, como en toda gestión política, se debaten y disputan intereses que responden a posicionamientos económicos e ideológicos; miradas a corto y largo plazo. Lamentablemente, en la región metropolitana de Buenos Aires, en materia de ordenamiento ambiental del territorio, se ha impuesto un esquema de decisiones de corto plazo. Esto ocurre en desmedro de políticas ambientales de mediano y largo plazo, cuestión ineludible para lograr un desarrollo sustentable y una mayor competitividad sistémica de la región. La ausencia de articulación metropolitana explica en gran medida este problema.
Lo primero a considerar es que la Gran Buenos Aires como “ecosistema urbano” no escapa a los problemas de las grandes urbes: el abastecimiento diario de productos y servicios cada vez más lejano entre el productor y el consumidor; las redes complejas de comunicaciones; las de transporte, de acceso al conglomerado y dentro de éste; las especificaciones funcionales de áreas urbanas de concentración laboral o comercial y administrativa. Frente a estos problemas nos encontramos con un andamiaje institucional que no ayuda a su resolución, un andamiaje muy complejo donde conviven el gobierno nacional, el provincial, el de CABA y cuarenta municipios. El tan mentado gobierno metropolitano y la imperiosa necesidad de coordinar políticas públicas constituyen hoy una abstracción (salvo en contados casos).
En este territorio, en materia ambiental se registran problemas ambientales que podríamos definir de siglos pasados: falta de saneamiento básico, gestión inadecuada de residuos sólidos urbanos, contaminación de cuencas hídricas, ausencia total de ordenamiento ambiental del territorio. A este escenario se suman los nuevos desafíos en materia ambiental, vinculados a imaginar y desarrollar políticas activas en materia de adaptación, resiliencia y competitividad sistémica.
El alto grado de transformación antrópica que se ha producido en el área ha modificado las formas del terreno, alisado altos y rellenado bajos, alterado y contaminado aguas y suelos y por consiguiente, ha afectado el desarrollo de funciones ecológicas indispensables para la calidad de vida de sus habitantes. Debemos comprender que en esta realidad metropolitana se engloba el hecho que en este “valle” se comparten: sus cuencas tanto aéreas como hídricas; los requerimientos de abastecimiento de bienes y servicios; la red de infraestructura de medios de transporte, comunicaciones, electricidad, gas, agua potable y disposición de aguas servidas; los problemas de residuos y su disposición final, del tránsito y del transporte de cargas y pasajeros; y el desarrollo tecnológico, productivo y comercial de la región como un todo. La política ambiental y territorial debe ser metropolitana.
Como deja entrever lo dicho antes, para entender el funcionamiento de este complejo sistema y aportar elementos para una gestión ambiental más acorde a los problemas se requiere un conocimiento integrado, amplio y significativo que permita precisar diagnósticos, conclusiones y que pueda proyectar y proponer estrategias de intervención. Es un desafío político: la construcción de una agenda que resuelva tanto los problemas de siglos pasados como los del siglo XXI, que repare y proyecte, que piense un desarrollo ambiental sustentable a largo plazo para el área metropolitana de Buenos Aires.
*Director del CEM (UNAJ/UMET/Unahur).