El pasado sucede todo el tiempo. Pero existe de maneras extrañas. Casi siempre, existe en las palabras. Los recuerdos, las imágenes, los olores suelen terminar en palabras que el cerebro reconstruye como imagen mental de lo que hemos perdido. Y que añoramos. No en vano la palabra “nostalgia” trae problemas de traducción en todos los idiomas. No se sabe cómo opera.
Pienso en esto mientras devoro un libro formidable: Aseo y presentación. Un ensayo sobre la estética escolar, de Susana Di Pietro y Pablo Pineau. Ambos licenciados en Educación proponen aquí una operación audaz: Susana pinta y dibuja sus recuerdos escolares, congela las poses de esos “cuerpos dóciles”, mientras Pablo sugiere en sus textos que –así como hay una historia escolar– hay también, sobre todo, una estética. Que funda una ética. Rarísima. Lo que es defendible es, a la vez, condenable. Lo que es regla genera transgresión. Lo que es propio de la infancia volverá todo el tiempo sobre los adultos que somos. Ya no sorprende que las escuelas se hayan transformado en esos espacios de contención tan aterradores como desopilantes que hoy alimentan a YouTube. Internet se supera y sale indemne: la culpa nunca es de la tecnología, sino del poco adelanto tecnológico en nuestra ética. La red moldea comportamientos. Ya no sólo tenemos un diccionario falaz (el “democrático” Wikipedia, donde todos tenemos derecho a decidir el contenido y connotación de los sustantivos) sino que ahora –parece– muchos alumnos embolados agreden a sus profesores con vileza para grabarse y subirse a YouTube, compitiendo por 15 minutos de fama. Antes también se grababa: con el punzón de actividades prácticas en la madera olorosa del pupitre. Allí quedaban nuestros nombres y corazones. La travesura es, muy en el fondo, la misma.
Este libro no contesta a problemas presentes o pasados. Por eso tiene tanta magia. Porque detalla el contenido obligatorio de un maletín de niña según el Digesto Escolar de 1920.
Porque si bien produce nostalgia, alerta sobre su poder embriagador, paralizante. Las soluciones aparecerán cuando las preguntas que nos formulemos sean las correctas.