COLUMNISTAS
un mundial intenso

¡Gracias fútbol!

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Terminó un nuevo Mundial. Algunos dirán: “¡Qué suerte que ya se acabó!”. Para mí no es una suerte ni una desgracia. Ha sido una gran alegría haberlo presenciado. El fútbol es maravilloso. No existe una fiesta popular como la que el fútbol origina en casi todo el planeta. Despierta en nosotros todo tipo de pasiones. Genera odios y amores. Fanatismos y locuras. Refuerza nuestros prejuicios. Agiganta nuestros estereotipos. Pone en escena a Savonarolas y San Franciscos de Asís, se engalana con el desfile de una pastoral que no ceja en su prédica, le pone gas al nacionalismo más bruto, provoca tristezas, felicidades colectivas y juicios sumarios.

Pero, en medio de todo este infierno, somos cientos de millones los que miramos a veintidós deportistas hacer correr una pelota para meterla en un arco.

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Este Mundial ha sido intenso. Hemos visto partidos de muy buen nivel. Han caído pedestales y fueron laureados equipos que nadie tomaba en cuenta. Además ha sido un campeonato fisurado. Los argentinos tuvimos nuestro propio Mundial. Me sorprendió la jerarquía del equipo nacional en los primeros tres partidos. En especial contra Corea y Grecia. Vi un ensamble que no pude apreciar en las Eliminatorias. Messi brillaba en buena compañía. Contra México ya hubo problemas, pero los tres goles nos engañaron. El partido contra Alemania fue humillante. Ser eliminados por cuatro a cero es horrible. La Selección nacional fue aplastada y si aún dudábamos sobre algunos aspectos del funcionamiento colectivo, luego perdimos la confianza en el equipo y en su técnico. No supimos qué pensar. Aún no lo sabemos. Son pocos los librepensadores en el fútbol. El periodismo deportivo está atrapado en un negocio que es poderoso y vengativo. Las excepciones a la regla deben juntar coraje y hacer más de una pirueta para expresar una voz disidente a las opciones premoldeadas. Como ya dijimos, el fútbol en nuestro medio es un crisol de moralina. Se juega un estilo de vida, un panteón de ídolos, un mundo de lealtades y traiciones. Y además confluyen en él intereses políticos que aprovechan su convocatoria para capturarlo en provecho propio. Lo vemos con lo que se teje y desteje alrededor de la continuidad de Maradona.

El fútbol latinoamericano está en un buen nivel. Nosotros no. Uruguay, Paraguay y Chile progresaron. Nosotros retrocedimos. Brasil perdió con Holanda, pero tiene un equipo de gran poder, uno de los mejores. Con Dunga brillaron a gran altura en copas, eliminatorias y giras alrededor del mundo. En el primer tiempo contra los naranjas les dieron una lección de fútbol. Luego se comportaron como Goliat ofendido ante la osadía de un David irreverente. Enloquecieron. Pero con un equipo en el que están desde Julio César y Lucio a Luis Fabiano, pasando por Maicon y Kaká, le pueden ganar a cualquiera. Nosotros no.

Si analizamos los resultados deportivos de nuestra Selección y lo realizado por la dirigencia desde el último Mundial de Alemania hasta la fecha, las conclusiones no son favorables. Luego del alejamiento de Pekerman, los ciclos de Basile y Maradona, fueron muy pobres. Nos ganaron casi todos los equipos de la región. Algunos nos golearon.

Nos clasificamos gracias a la ayuda de Ecuador, que venía en subida y cayó al final. Y todo esto con un equipo que podía reunir a grandes jugadores de las ligas europeas. Podrán discutir a Messi todo lo que quieran, es un mago, pero en el Barça juega con Iniesta, y con nosotros ya sabemos. El campeón de la Champions tiene a cuatro jugadores argentinos en su equipo titular, ninguno figuró en nuestro equipo. Pipita Higuaín es goleador en el Real Madrid, y un argentino que se luce en España, pocos logros tiene aquí.

Por lo tanto hay materia prima, falta elaborarla. Pero es difícil. Un equipo se hace con partidos continuados. Probando y cambiando. En la selección española juegan siete de un mismo equipo. Nosotros no tenemos un modo de jugar tradicional que no necesite un acople gradual entre los jugadores y una mejor comprensión de lo que quieren transmitir los técnicos. Somos permanentes inventores de sistemas, tácticas, y, fundamentalmente, expertos versados en las mismas polémicas bipolares. Cualquier técnico que asuma la dirección del Seleccionado, Maradona u otro, tendrá el mismo problema. Aunque con el talento argentino desparramado por el mundo, siempre hay una luz de esperanza.

Nuestro fútbol llora. Depende de los subsidios del Estado. Sin ese dinero no se pagan los sueldos de los jugadores, ni al personal de maestranza. Los talentosos se van al exterior a los diecinueve años, vuelven a los treinta y tres. De la generación intermedia, la mejor y más productiva, no queda nadie. Los últimos campeones son Argentinos Juniors, Banfield, Lanús, y equipos como Estudiantes y Vélez, buenas instituciones todas, con la mejor dirigencia, pero que congrega de acuerdo a las estadísticas a un diez por ciento de la afición total. Entre setenta y ochenta por ciento son de River o de Boca, diez para Racing, San Lorenzo e Independiente, y los hinchas sobrantes quedan para el resto de los equipos.

Para ser originales debemos decir que el fútbol siempre da revanchas. A los que les gusta el documentalismo, consulten cómo formaban las selecciones argentinas en 1957, 1958, 1959. Tres equipos con un fútbol distinto cada uno. Pongamos lado a lado la Selección del ‘82 y la del ‘86. Podremos hablar toda la vida de “la nuestra”, no la encontraremos nunca. Es lo mismo que definir al ser argentino, una entelequia que se diluye entre porteños, mendocinos, salteños y cordobeses, entre napolitanos, judíos y gallegos. O si no les sale con el ser nacional, traten dar una definición del peronismo. Para no marearnos y poner un ancla entre tantas identidades difusas, inventamos eso de fútbol de derecha y de izquierda, sólo nos falta el fútbol kirchnerista y el de la Coalición Cívica.

Es difícil ser hincha de fútbol en nuestro país sin que a uno le adosen ideologías totales, credos morales y vicios de todo tipo.

Volvamos a Sudáfrica. España es el mejor. Iniesta es un maestro, como lo fue Zidane en Alemania. Forlán ha tenido su premio, merecido para él y “la Celeste”. Los que hablan de la caída estrepitosa de las grandes potencias fútbolísticas como Alemania, Italia, Brasil e Inglaterra, bueno, mejor no recordar nuestro último partido, y agradezcamos que nos tocó la zona que tuvimos en la primera fase.

Messi es el mejor del mundo en un país que no es el mejor del mundo. Maradona es un botín de platino que se quieren poner los mercaderes del poder. La gente “seria” lo desprecia por ignorante y desmedido, los idólatras lo veneran porque se marchitan sin un altar adonde peregrinar.

El fútbol es una pasión. Bordea el fanatismo y la manía. Por supuesto que es un gran negocio, uno de los más grandes del mundo del espectáculo, con sus estrellas y leyendas, en el que no se pueden predecir los resultados, y en donde el azar –y la belleza– rigen a pesar de todo y de todos. Gracias fútbol otra vez.


*Filósofo, www.tomasabraham.com.ar