Si este ombudsman aplicara al máximo su rigidez para la exposición pública de errores cometidos por el diario, cumpliría con mayor severidad su misión de entregar a los lectores un panorama completo de las buenas y las malas (en tal caso las malas) prácticas necesarias en el medio. Sin embargo, desde que la pandemia ha obligado a modificar sustancialmente el funcionamiento de todas las áreas del diario, confieso que dejo pasar errores de redacción y corrección y edición porque solo una pequeña parte del plantel periodístico y de diseño comparte el mismo espacio (la mayoría trabaja en forma remota) y ello contribuye a potenciar la posibilidad de errores. Para poner un ejemplo: el domingo 17 llegó a los lectores este título en la página 10: “Nisman: citarán a agentes como testigo en el causa por el crimen del fiscal”. Hay en él un error evidente: no es “el causa” sino “la causa”. No parece culpa de los correctores y sí en quien editó esa información y no verificó el resultado del título antes del envío de la página al taller. Los filtros, rígidos en circunstancias normales, han abierto sus mallas y dejan ahora pasar equivocaciones como la elegida como ejemplo. Hay más, pero no abundaré en ello.
En el Correo de hoy hay una carta del arquitecto Luis Grossman que advierte sobre la creciente –tal vez excesiva– acumulación de errores y horrores en el periodismo, en su caso con foco puesto en un canal de televisión. Son correctos sus comentarios y alientan para ampliar con otros conceptos.
En periodismo, el buen empleo del lenguaje –claro, conciso, sin fisuras– tiene tanto valor como el de la correcta administración de datos e informaciones. Son dos de las tres patas sobre las que se asienta el buen ejercicio de esta profesión. La tercera es la ética, indispensable si se quiere una prensa confiable.
Sin embargo, hay no pocas violaciones a las normas gramaticales en cada pieza periodística que llega al público. Veamos algunas (doy por buenas las indicaciones del lector Grossman y por ello no me ocuparé de ellas):
◆ A nivel de. Se desaconseja su uso a no ser que se hable de altura, grado, categoría o situación (por ejemplo, “a nivel del mar” es correcto). Es una expresión fácilmente substituible: “a nivel personal” sería “personalmente”; “a nivel mundial” es “en el mundo” o “mundialmente”; “a nivel de Estado” es “a escala estatal” o “en el ámbito estatal”.
◆ Agresivo. Esta palabra significa “propenso a faltar al respeto, a ofender o a provocar a los demás” (RAE) y no “activo, audaz, dinámico o emprendedor” que es lo que significa aggresive en inglés. Se ha generalizado su empleo con la segunda y errada acepción.
◆ Barajar. Una expresión de uso generalizado es “barajar una hipótesis”. Es incorrecta: se barajan varias hipótesis, no solo una; para eso se barajan, como las cartas.
◆ Confrontar y confrontación. Confrontar no es sinónimo de enfrentar: significa contrastar y comparar. Enfrentar sí significa afrontar, hacer frente a alguien.
◆ Preposiciones. Suelen transformarse en silenciosas enemigas de una buena construcción. Por ejemplo, se discrepa de alguien y no con alguien. Se usa la preposición “a” antes de un sustantivo y “de” cuando sigue un verbo.
Hay más. En próximas columnas me ocuparé de otras fallas.
◆ “En base a”. Un latiguillo muy frecuente, pero impropio. Tiene un sinnúmero de reemplazos de uso correcto (a partir de, basándonos en, sobre la base de, tomando como base, en relación con, según, de acuerdo con).
◆ Relanzar. Muchas veces se usa incorrectamente en frases como “se relanzó la economía” cuando lo correcto es hablar de “reactivar” o “impulsar” pensando que nos referimos a “volver a lanzar algo”. En realidad, “relanzar” significa rechazar o repeler.