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¿Habrá internas?

Quienes apuestan a que, al igual que la Ley de Medios, tampoco la nueva ley electoral llegará a instrumentarse dentro de los plazos previstos, tienen argumentos de peso.

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¿El segundo domingo de Agosto de 2011 se definirá la suerte de Duhalde, Kirchner, Scioli, Reutemann, De Narváez, Macri, Cobos, Carrió, Binner y Alfonsín?

Quienes apuestan a que, al igual que la Ley de Medios, tampoco la nueva ley electoral llegará a instrumentarse dentro de los plazos previstos, tienen argumentos de peso. Además de las dificultades operativas para actualizar los padrones, sumadas a las presupuestarias y organizativas de cada partido, hay una cuestión no menor: la voluntad del Gobierno de hacer las internas abiertas, simultáneas y obligatorias o la de intentar, a toda costa, impedirlas.

La sospecha se fundamenta en que Néstor Kirchner no propiciaría un sistema que termine resultando contraproducente a sus intereses. Si no alcanzara a tener la fuerza suficiente para controlar el aparato y ganar la interna del justicialismo, podría buscar cualquier excusa para posponerlas y cruzar 2011 con el viejo sistema electoral.

Pueden no faltarle aliados para algo así y más dentro de su partido porque, salvo el radicalismo, tanto el orgánico como el cobista, y probablemente los socialistas, ambas organizaciones de años y con dirigentes disciplinados partidariamente, el resto de los políticos argentinos son más orientados al personalismo y no están culturalmente predispuestos a resolver sus diferencias tan civilizadamente.

Como lo demuestra la propia Carrió al negarse a competir con Cobos en una interna panradical, la predisposición a participar de una interna es directamente proporcional a la posibilidad de ganar algo con ella.

En el peronismo el tema es aún peor porque se dan contradicciones que pueden llegar a ser ridículas para una tradición política movimientista y poco institucional como la argentina. Si Reutemann no se presentara y Néstor Kirchner llegase con caja para comprar voluntades de líderes territoriales del peronismo y cierto grado de popularidad (no hay que olvidar que en la interna del PJ votarían los peronistas y no todos los ciudadanos), podría llegar a ganar la candidatura presidencial. Y al mismo tiempo, De Narváez ganar la de gobernador bonaerense. ¿Habría una boleta única Kirchner-De Narváez?

Imaginemos al revés: de la interna surge Reutemann o Duhalde como candidato presidencial y De Vido es el candidato a gobernador de Santa Cruz. ¿Preferirá De Vido hacer campaña en Santa Cruz con Kirchner del brazo que con Duhalde, por ejemplo?

Pero ése es un tema menor, la verdadera silla eléctrica sería para De Narváez si resulta candidato a gobernador de una boleta con Kirchner candidato a presidente. Por eso Macri pone velas para que el candidato de PJ sea Kirchner, porque así podría recuperar la alianza con De Narváez, quien se vería tentado a ir como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por fuera del peronismo institucional, en ese caso en una alianza con PRO. Para Macri sería la salvación porque la provincia de Buenos Aires concentra al 40% de los votantes del país y no se puede aspirar a pasar al ballottage sin un gran resultado en ese distrito.

Para disimular fortaleza, los macristas se muestran despreocupados diciendo que si no fuera De Narváez, igual podrían hacer un gran papel en la provincia de Buenos Aires con Sergio Massa como candidato a gobernador, sumando a Montoya con alguna candidatura con mucha visibilidad, ambos amigos entre sí. Pero Massa no parece estar interesado en salirse del Partido Justicialista.

Mientras tanto, De Narváez hace recorridas proselitistas por el interior del país en un claro gesto de aspirar a una candidatura nacional. Sus seguidores sostienen que si Reutemann no se presentara, De Narváez competiría en la interna por la candidatura a presidente –y no a gobernador– aun sabiendo que es remota la posibilidad de que la Corte Suprema habilite su candidatura nacional. Pero antes de tener a Kirchner por encima en su propia boleta, se propondría ser electo candidato a presidente del PJ y forzar así a la Corte a decidir sobre un hecho casi consumado.

No le resultaría fácil porque el argumento de que el Pacto de San José de Costa de Rica obliga a la Argentina a no discriminar por raza, religión o, en su caso, nacionalidad, interpretado ampliamente, caería en el ridículo de que, como dijo Duhalde con ironía, Lula pudiera competir para presidente en las elecciones de 2015 si se nacionaliza argentino.

Pero en Argentina todo es posible: la operación de carótida –ver página 4– le aumentó a Néstor Kirchner su imagen positiva entre siete y diez puntos.