Estamos en tiempos potenciales. Es decir: para no pocos medios, hoy sería 1° de febrero de 2015, y habría sol en la Costa, donde las playas estarían rebosantes de turistas que dispondrían de sillas, reposeras y/o lonetas para –según algunas fuentes– buscar presumiblemente el bronceado perfecto.
Estamos, entonces, en tiempos de abuso del potencial. Y de eso trata el comienzo de esta columna: de los excesos de imprecisión y –peor aún– de la incongruencia entre potenciales y afirmativos, entre lo que algún título anuncia como hechos y lo que los textos pertinentes muestran como presunciones no probadas.
Ayer, en la tapa de PERFIL, un pequeño título anunciaba: “Sicario para matar al esposo”. Y se explicaba: “Lo contrató por $ 65 mil para que asesinara a su cónyuge. La detuvieron”. En la página 54 (no 55, como informa la portada), nuevamente el título es contundente, sin dudas: “Contrató a un sicario para que mate (debió decir “que matara”, vale aclarar) a su marido y le pagó 65 mil pesos”. En el copete comienza el juego dual de afirmaciones y potenciales del que se habla más arriba: “Se sospecha que habría adelantado esa cifra, la mitad del monto acordado (en realidad, se dice luego que era algo menos de la mitad), y prometió saldar la deuda después del trabajo”. Se trataba del caso de un estanciero hallado muerto dos meses atrás en su campo de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires. Los investigadores –se dice en la nota– creen que su esposa contrató a un asesino para consumar el crimen.
La pregunta es: ¿está probado que fue así, tal como se asegura en los títulos, o se trata sólo de una conclusión aún no resuelta? La mujer y dos hombres (uno, presuntamente empleado como chofer, y el otro también presunto asesino) se negaron a declarar tras ser detenidos, como se consigna en el final del artículo. Es por ello, seguramente (por la ausencia de confesiones), que la autora descarga en fuentes policiales y judiciales la difusión de los indicios incriminatorios, pero a partir de allí los “habría” se suceden, salvo cuando se pone en boca de funcionarios la cuasi certeza de que así ocurrieron los hechos.
El lector desconfía del tiempo potencial, con lo que cualquier texto que lo incluya en demasía corre el riesgo de perder credibilidad. La autora de la nota empleó con corrección la recurrencia a sus fuentes cuando puso en ellas la carga de sus afirmaciones, y no necesitaba del potencial para reforzar la información.
¿Qué estuvo mal en este tratamiento informativo? En primer lugar, dar por ciertos, de manera enfática, hechos que aún están en período de investigación y habrán de ser confirmados de manera total o parcial cuando ésta avance en la Justicia; luego, la incongruencia entre lo afirmado en los títulos y relativizado en el texto en varios de sus tramos; y hay una tercera, incomprensible cuestión: se dan los nombres y apellidos completos de quienes están presos por ser presuntos chofer y asesino, y pocos párrafos después se los menciona por sus iniciales sin explicar el porqué.
De los datos suministrados por los investigadores consultados –entre ellos el jefe policial de distrito–, todo parece indicar que el caso está esclarecido. Estas líneas no tratan sobre esto sino sobre el tratamiento periodístico que se le dio en este diario. Muchas veces, he planteado la necesidad de cumplir un protocolo para el buen manejo de afirmaciones y potenciales para evitarle al lector incongruencias innecesarias.
Críticas. En la página anterior se publica el correo de un lector que cuestiona partes del editorial publicado el domingo 25 por Jorge Fontevecchia, quien se ocupa de darle respuesta en su columna de la contratapa en esta edición.
Otros temas. En la edición de ayer y en la del domingo 25 se deslizaron algunos errores de texto y omisiones en la edición que merecen ser mencionados:
◆ El domingo 25, como lo señala el lector Fernando Keilty, se hablaba en la página 12 de “manchas hepáticas”, cuando debió decir “manchas hemáticas”. Un evidente error de tipeo no advertido en la corrección.
◆ Ayer, en la página 16, se decía que el ex jefe de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia, Jaime Stiuso, fue desplazado de su cargo “el 17 de septiembre pasado”. Debió decir 17 de diciembre.
◆ También ayer, la página 20 publica una entrevista realizada en Tel Aviv al periodista Damián Pachter, el primero en dar a conocer en un tuit la trágica muerte del fiscal Alberto Nisman. Pachter viajó a Israel, según afirmó, temeroso por su vida, tras detectar que era seguido o vigilado por desconocidos. El reportaje es correcto, pero en la edición hubiese sido conveniente –para una mirada más ecuánime– consignar que en el Gobierno y en medios que le son afines –entre ellos el diario The Buenos Aires Herald, para cuya página web trabajaba Pachter– relativizan sus dichos.