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amores

Hay una sola

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Tuvimos un estupendo Día de la Madre. No se pudo caminar por la calle porque todos los hijos y todas las hijas andaban en caravana comprando potes de crema humectante, chales que ahora se llaman pashminas pero son los mismos que usaban nuestras abuelas, plantas exóticas de esas que se secan porque no sabíamos que hay que regarlas con agua tibia con cuentagotas, collares modernosos que mamá no se va a poner porque tiene alergia a los broches de metal, el último libro de la novelista chilena ésa, que no me acuerdo de cómo se llama (ni el libro ni ella, lo siento), carteras que ahora es mejor no usar y esconder el grueso de la plata que una lleva entre la ropa interior pero, eso sí, dejar un par de billetes de cien en un bolsillo para alimentar la esperanza de que no nos maten en la esquina siguiente, y así.

Caramba, me he puesto criticona, derrotista y antipática. Disculpe, querida señora. ¿Pasó usted bien el día? Me alegro, créame. Yo también lo pasé bien, de visita, en familia, bien regalada y bien alimentada. Una maravilla el Día de la Madre. Y mis amigas yanquis me mandaron mails deseándome un día perfecto. Buenas minas, que se acuerdan de que acá es un día distinto del de allá, para festejar a las madres. Y lo mismo las caribeñas, que tienen un Día de las Madres. ¿Qué es mejor, eh? ¿La Madre así en general, o las Madres una por una? Supongo que es lo mismo y que las amamos a todas y que nos aman.

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Por si acaso, estimado señor, me negué heroicamente a leer los diarios del Día de la Madre. Amén.