El arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, se considera agraviado por parte del contenido de la nota titulada “Un viejo rival argentino del Papa sembró dudas sobre el debate sinodal” (PERFIL, domingo 18), en la cual se identificaba al cardenal Leonardo Sandri como el promotor de un texto alternativo –conservador– al propuesto por Francisco. La inquietud de Aguer está reflejada en la carta que se publica en la página anterior, con el título “Queja arzobispal”. La nota aludida, que ocupó las páginas 28 y 29 con la firma de Facundo F. Barrio, relataba los entretelones del sínodo de obispos que concluyó ayer en el Vaticano.
Como las críticas del sacerdote platense cuestionan caracterizaciones de Barrio hasta el punto de calificarlas como injurias y calumnias, este ombudsman tomó el tema para darles claridad a los lectores sobre la cuestión.
Como primera medida, se le pidió al editor de Internacionales, Santiago Farrell, un comentario o aclaración. No lo creyó necesario, respaldando lo escrito por el autor del artículo y ratificando las apreciaciones que en él se hacen sobre Aguer y sobre Sandri.
Quedaba, así, en manos de este ombudsman el profundizar sobre ambos temas: las acciones políticas de la interna vaticana atribuidas a Sandri y la relación de éste con el arzobispo de La Plata.
Es necesario que los lectores sepan quién es quién en esta historia. Sandri fue un “papable” antes de la designación de Bergoglio como Francisco. Ambos cardenales argentinos no mantenían cordiales relaciones, precisamente. La nota de Barrio refleja cabalmente cómo se mueve Sandri en ese submundo político de los pasillos vaticanos.
Héctor Aguer es añejo amigo de Sandri, como él mismo lo reconoce al final de su extensa carta. El arzobispo de La Plata es uno de los principales referentes del ala más conservadora del episcopado argentino, si no el mayor. En su carta, relata parte de su trayectoria dentro de la Iglesia de este país, aunque no todos sus detalles. Lo que molestó a Aguer –prohijado por los fallecidos cardenales Aramburu, Quarracino y Primatesta, tres de las jerarquías eclesiásticas más conservadoras del país, vinculados a dictaduras y sectores de poder político y económico– fue el empleo de las palabras “histórico enemigo de Bergoglio”. Pues bien: si no fue/es su enemigo, los hechos parecen decir lo contrario: estuvo parado siempre en la vereda de enfrente del actual Papa cuando era cardenal primado y arzobispo de Buenos Aires. En febrero de 2014, el periodista Marcelo Larraquy publicó en Clarín un artículo en el que relataba los vaivenes de una pelea por espacios de poder entre Aguer y Bergoglio, en la que no fue ajeno el cardenal Sandri y tampoco su colega Angelo Sodano (mandamás en tiempos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI) y el ex influyente embajador argentino en el Vaticano, Esteban Caselli. Recordaba Larraquy (con datos también revelados por el experto en la Iglesia argentina Washington Uranga): “En la Iglesia se da por hecho que hay dos arquidiócesis y una diócesis ‘disponibles’ para una pronta sucesión. Por un lado, la del arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, de 70 años (ahora 71), cuando aún le restan 5 años más para jubilarse. Líder de obispos conservadores y capellán de la Orden de Malta, Aguer movilizó sus influencias en Roma –a través del ex embajador Esteban Caselli y el entonces secretario de Estado de la Santa Sede, Angelo Sodano– para remover a Bergoglio de la arquidiócesis porteña y ‘liberarla’ para el sector conservador. Uno de los candidatos a ocuparla fue el actual titular de la diócesis Zárate-Campana, Oscar Sarlinga, ordenado obispo a los 42 años, en marzo de 2006. La designación de Sarlinga, vinculado al Opus Dei y también a la Orden de Malta, fue resistida por Bergoglio. (...) El mismo procedimiento habría sucedido, de manera simultánea, con la designación del arzobispo José Luis Mollaghan en la arquidiócesis de Rosario. Con la designación de nuevos obispos, existía la voluntad desde el Vaticano de cambiar la matriz del episcopado argentino y darle un sentido conservador y ortodoxo, en oposición a Bergoglio. Aguer, Sarlinga y Mollaghan eran las ‘cabezas’ locales del plan y ahijados políticos de Caselli”. Si no son/fueron enemigos Aguer y Bergoglio, la primera acepción del adjetivo según la Real Academia Española parece desmentirlo: “Contrario (que se muestra completamente diferente)”. Son claramente diferentes.
Algo más (y queda sobrante en el archivo): Francisco Trusso, condenado a ocho años de prisión por estafar a 21 mil ahorristas del ex Banco de Crédito Provincial, estuvo prófugo durante años. Detenido en Miramar a mediados de 2001, fue condenado a ocho años de prisión por maniobras fraudulentas, pero en 2003 fue excarcelado por la Cámara Penal de La Plata previa fianza de un millón de pesos. Quien la pagó, en persona, fue Aguer