Heidegger adhirió al nacionalsocialismo. No podemos obviarlo ni olvidarlo. Pero también fue un filósofo y probablemente el más grande del siglo XX. Esto simboliza, quizás, una de las mayores contradicciones de la condición humana.
Hay infinidad de trabajos que tratan de atenuar o maximizar el vínculo del filósofo de Friburgo con el régimen totalitario alemán. ¿Existe justificación? No.
Todo hombre corre el riesgo de confundirse con determinados actos, decisiones, errores o aciertos de su vida, pero también puede trascender esta definición para manifestarse en su verdadera esencia y su auténtico legado.
Ya lo dijo Sartre: “El caso Heidegger es demasiado complejo para que yo pueda exponerlo aquí”. Lo que Mario Bunge en su columna del sábado 21 de noviembre, argumenta, juzga y sentencia en 4 mil caracteres, Sartre no lo pudo exteriorizar completamente en toda su vida.
Pero la caracterización que Bunge (uno de los mayores pensadores argentinos) hace de Heidegger como “escribidor”, poco profundo, falto de originalidad y “seudofilósofo” merece una reflexión. Si Heidegger no fue un verdadero filósofo, ¿qué es un verdadero filósofo? ¿Preguntarse por el ser no es filosofía?
Afirma Bunge que “la claridad es condición necesaria para la filosofía auténtica” y descalifica a Heidegger por su lenguaje encriptado.
No desconocemos que Heidegger tiene gran responsabilidad en las dificultades de aprehender su pensamiento al expresarse por medio de una prosa ardua y compleja. Pero, ¿toda obra filosófica debe ser clara para considerarse tal? ¿Qué les queda a Hegel, Kant y Deleuze? ¿Y a aquellos que encontraron en sus escritos inspiración o directamente fueron sus discípulos (Marx, Derrida, Foucault, Sartre)?
Tal vez, la incomodidad de Bunge se encuentre en lo ácido y preciso de la crítica de Heidegger a la sociedad moderna y el pensamiento científico. La afirmación “la ciencia no piensa” parece dar en un nervio central. El hombre moderno quiere conocer para dominar y conquistar. Heidegger llega con un grito que hoy parece sordo. Llega para afirmar que ésa ya no es la verdad. La verdad es el desvelamiento del ser, y para lograrlo debemos tomar una actitud de apertura y no de conquista ni sometimiento. Apertura basada en el establecimiento de un estado de asombro, siempre dispuesto y necesario para lograr un pensar por fuera de la dimensión del afán conquistador del espíritu tecnocientífico del capitalismo.
¿Cómo llega Heidegger a afirmar que “la ciencia no piensa”? Al interrogarse sobre lo que merece pensarse. “Lo que más merece pensarse es que nosotros todavía no pensamos; todavía no, aunque el estado del mundo se hace cada vez más problemático. Este hecho parece exigir, más bien, que el hombre actúe y actúe sin demora en lugar de hablar en conferencias y congresos y moverse en la mera representación de lo que debería ser y de cómo habría de hacerse (…) Con frecuencia hoy creemos valorar algo especialmente por el hecho de encontrarlo interesante. Pero, en verdad, a través de ese juicio lo interesante queda desplazado ya a lo indiferente y muy pronto a lo aburrido.”
Entonces, se interroga por el rol de la ciencia en el debate de lo que debe pensarse. La exposición no tendrá nada que ver con la ciencia “si nuestra disquisición aspira a un pensar. El fundamento de este hecho está en que la ciencia por su parte no piensa, ni puede pensar y, por cierto, para su propio bien, o sea para asegurar la propia marcha que ella se ha fijado”.
Pero no culmina allí, en el escándalo de su propia frase, porque comprende que “la ciencia tiene que habérselas con el pensar en su propia forma especial”.
Tal vez este “bla-bla”, esta “falta de originalidad” y lo “poco profundo de las palabras” encuentren al lector descorazonado y perdido.
Si no se encuentra así, quizás hayamos descubierto “alguna de las pocas oraciones con sentido” que escribió Heidegger y podamos escucharlas para detenernos y pensar acerca de nuestro propio presente en este mundo monopolizado bajo el imperio de la ciencia y la técnica como única ideología imperante.
*Politólogo. Director de la carrera de Ciencia Política, Universidad del Salvador.