
PASADO Y PRESENTE
En la Argentina K, el 4 de agosto un tribunal porteño condenó al represor Julio Simón (el
“Turco Julián”) a 25 años de cárcel, y el 20 de septiembre, en La Plata, Miguel
Etchecolatz recibió pena de reclusión perpetua “por genocida”, una figura que nunca
antes se había aplicado. Pero en la Argentina B, pocos días antes de conocerse la condena del jefe
de Policía de Camps, desapareció Jorge Julio López, uno de los testigos del juicio. “Es el
primer desaparecido que desaparece en democracia y estamos investigando lo peor, es un hecho
gravísimo”, dijo entonces el gobernador Felipe Solá para agregar, tres meses después:
“La investigación ha sido un fracaso. La desaparición de Julio López es una espina permanente
para todos nosotros. Pero que sea un tema de campaña sería hacer delincuencia ideológica”. Un
expediente de doce mil fojas y más de trescientos operativos son la muestra evidente de ese fracaso
que fue alterado hace algunas semanas, cuando las llaves de López aparecieron, tres meses después,
en su propio jardín.
Mientras López sigue sin aparecer, esta semana cayó en España el ex mano derecha de López
Rega, Rodolfo Almirón. Casi al mismo tiempo, en Escobar desaparecía Luis Gerez. Hablo Kirchner y
reapareció. Dos desaparecidos en democracia hubieran sonado a demasiado.
En la Argentina K, después del confuso enfrentamiento entre policías y petroleros en la
comisaría de Las Heras, que costara la vida del policía Jorge Sayago, el Presidente reconoció que
existieron “excesos” policiales y aclaró: “Yo no avalo jamás este tipo de
cosas”. En la Argentina B, la respuesta del poder fue aplastante: se vivió en Las Heras un
estado de sitio no declarado y más de cien personas debieron refugiarse en una parroquia local para
evitar la violencia de las pesquisas policiales. Las Heras provocó una seria crisis política en la
provincia del Presidente, y el entonces gobernador Sergio Acevedo renunció “por motivos
personales”, hecho que fue observado en la Argentina B como un golpe institucional de la Casa
Rosada en la provincia. Desde entonces el vicegobernador Carlos Sancho se ocupa de consultar al
Presidente cada semana para gobernar Santa Cruz.
EL MILAGRO ARGENTINO
Telam es, como se sabe, la agencia oficial de noticias y, a la vez, agencia de publicidad del
Estado a través de la cual se canalizan algunas de las cuentas estatales del área. Leyendo su
anuario 2006 es difícil decir en calidad de qué –si noticias o publicidad– se presentó
el resumen de la actividad económica en 2006. Estos son algunos de los titulares de la Argentina K:
-—“Pago a FMI y reservas fueron pilares en el crecimiento argentino.”
—“Baja inflación sin necesidad de recortes al gasto social.”
—“Cuarto año de crecimiento genera pronósticos alentadores.”
—“Tras doce años, el desempleo se encamina a cerrar en un dígito.”
De haber incluido una foto-epígrafe sobre la vaca lechera campeona de la temporada, bien
podía confundirse con un ejemplar del Granma.
En la Argentina K, el Gobierno decidió quitar el tema de la deuda de la agenda pública y
alinearse con la posición de Bush frente a los organismos de crédito: desendeudarse y pagar todo
ahora, actitud que luego tomaron Brasil y Uruguay. A mediados de diciembre de 2005, el Gobierno,
con una pequeña ayudita de la prensa, logró instalar que la deuda era una cosa del pasado.
“Kirchner le paga ya toda la deuda al FMI”, tituló entonces Clarín. Nadie quiso
escuchar que se cancelaban sólo 9.810 millones de dólares, el diez por ciento del total de la deuda
externa, y que el país seguía debiendo –y pagando puntualmente– intereses y cuotas de
145.000 millones de dólares más. Los increíbles ingresos por retención a las exportaciones y el
ingreso de divisas financieras especulativas, tentadas por la alta rentabilidad de los activos
domésticos, hicieron que el Banco Central cerrara el año con más de treinta y un mil millones de
dólares de reservas; esto es: recuperó lo pagado al Fondo y acumuló tres mil millones adicionales.
En la Argentina B, el Presupuesto Nacional se aprobó subestimando las metas del crecimiento (un
inverosímil 4 por ciento, mientras la totalidad de los economistas lo proyecta entre un siete y
ocho por ciento), con lo que el Gobierno tendrá unos 10.000 millones de pesos adicionales que, al
no estar incluidos en el gasto previsto, podrán ser asignados a sola firma por Alberto F, según su
propia necesidad y urgencia.
El crecimiento y la falta de inversiones traerán consigo una prevista crisis de energía que
el Gobierno de la Argentina K se niega a reconocer: este invierno, por ejemplo, calefaccionar las
piscinas de Nordelta no aumentó ni un centavo, pero las garrafas de gas que consumen quince
millones de argentinos pobres subieron mas del 180%.
En la Argentina B la actividad económica vive de la ficción de los subsidios: en 2007 los
aportes del Estado al sistema privado de transporte subirán un treinta por ciento, llegando a los
2.250 millones de pesos. Los colectivos recibirán 1.680 millones, 38% más que en 2006: cada
colectivo le costará al Estado 5.486 pesos por mes. En su trabajo “La Argentina
desigual”, el diputado Claudio Lozano, miembro de la Mesa Nacional de la CTA, señala los
miles de millones que, para favorecer a determinados sectores, el propio Estado se pierde de
recaudar: 1.685 millones por exenciones en Ganancias,1.012 millones en impuestos sobre los
combustibles,1.807 millones en reducciones a las contribuciones a la seguridad social. A la vez, el
Estado le entrega al capital privado vía regímenes promocionales 3.543 millones, 1.901 millones a
las empresas de energía, a las AFJP 10.417 millones, etc.
Los indicadores sociales de la Argentina B muestran mejoras a la hora de comparar, pero el
problema radica en comparar con qué. Si los números de la Argentina K se comparan con el peor
momento del 2001, el saldo es favorable. Pero comparado con la década del noventa, es el único
indicador que muestra una leve mejora en la tasa de desocupación, hecho frente al que debe
aclararse que hay menos desocupados pero más pobres, ya que quienes tienen empleo (generalmente en
negro) no llegan a cubrir sus necesidades mínimas para vivir con su salario. La desocupación es hoy
del 12%; si se consideran desocupados a quienes reciben los Planes Trabajar, y en el pico de la
crisis posdevaluación 2002/3, llegó a superar el 21%. El promedio de la década del noventa fue de
15% y llegó a un pico del 18% en la crisis del Tequila. La pobreza se redujo del 57% en el comienzo
de la gestión K al 34%, pero rondaba el 24% en los noventa. ¿Significan estos datos una apología
estadística del menemismo? Lejos estamos de proponerlo. Los datos muestran que el modelo de dólar
alto generó mucho empleo pero todavía mantiene altísimos niveles de trabajo en negro (43%), pobreza
e inequidad distributiva. Para decirlo de otro modo: estamos peor que en el noventa, cuando ya
estábamos bastante mal.
Es cierto que en el precipicio de la economía argentina siempre todo pasado fue mejor: bien
podría proponerse aquí volver a los indicadores del gobierno de Illia, cuando la desocupación y la
deuda bajaron y creció como nunca antes el poder adquisitivo del salario, pero también debe
reconocerse que la bola de nieve del deterioro nace en el pasado e impacta en el presente.
Lo que no se observa en la Argentina K es una voluntad real, de fondo, de lograr un cambio en
la distribución de la riqueza; a menos que se piense que la manera de controlar la inflación es
amenazar a los empresarios y transformar al INDEC en un Instituto de Humorística y Censos. El
voluntarismo estadístico de la Argentina K llevó al Gobierno a anunciar que la brecha entre pobres
y ricos iba en franco descenso, aunque en la Argentina B el insospechado encuestador Artemio López
(que en la Argentina B es un poco más flaco y usa jogging) aclaró con tristeza que el método
oficial en el mejor de los casos está equivocado, o es deliberadamente erróneo.
El ejemplo que Artemio expone en su blog es bien claro: “Si el perceptor más rico gana
$ 100 y el más pobre gana $ 10, la brecha entre ellos es 10 veces. Ahora bien, si en el hogar del
perceptor rico es sólo él quien recibe el ingreso de $ 100 y en el hogar pobre perciben ingresos
tres personas, el principal $ 10 y $ 10 cada uno de sus dos hijos que trabajan, la brecha por
ingreso familiar per cápita ya no es de 10, sino de 6,2”. El denominado “coeficiente
GINI de concentración” muestra que la brecha entre ricos y pobres en 2002 era de 31 veces, y
hoy está en 25,8, aún por encima de los 24,1 de la crisis de 2001 o del promedio de 20 de los
trágicos noventa.
En la Argentina B el 45% del total de los asalariados está por debajo del salario mínimo, son
8.771.420 trabajadores. Es la misma Argentina en la que, por cada 100 pesos de crecimiento
económico, el 30% más rico se queda con 63,1 pesos y el 70% restante se reparte los 36,9 pesos que
quedan.
INVESTIGACION: JL / ROMINA MANGUEL / LUCIANA GEUNA